Pedro Arrojo, relator especial de la ONU: “La guerra de Gaza se encamina a un genocidio”
El español, que denunció violaciones del derecho internacional en la Franja junto a otros seis expertos independientes, alerta de que privar a la población de agua o alimentos es un crimen de lesa humanidad
Los civiles de Gaza viven ya una catástrofe humanitaria. Un grupo de siete expertos independientes de la ONU ha advertido esta semana de que un alto el fuego del ejército israelí en la franja de Gaza es necesario para “evitar un grave riesgo de genocidio”. El español Pedro Arrojo (Madrid, 72 años), relator especial sobre los Derechos Humanos al Agua Potable y al Saneamiento ―miembro del grupo de expertos de Naciones Unidas―, acerca este escenario: “Aunque no haya una intención manifiesta, los datos muestran que la guerra se encamina a un genocidio”. ...
Los civiles de Gaza viven ya una catástrofe humanitaria. Un grupo de siete expertos independientes de la ONU ha advertido esta semana de que un alto el fuego del ejército israelí en la franja de Gaza es necesario para “evitar un grave riesgo de genocidio”. El español Pedro Arrojo (Madrid, 72 años), relator especial sobre los Derechos Humanos al Agua Potable y al Saneamiento ―miembro del grupo de expertos de Naciones Unidas―, acerca este escenario: “Aunque no haya una intención manifiesta, los datos muestran que la guerra se encamina a un genocidio”. Su postura está fundamentada en el artículo 7 del Estatuto de Roma, que entiende como un exterminio “la privación del acceso a alimentos o medicinas, entre otras”, como el agua.
“Inevitablemente, las enfermedades se dispararán [en Gaza] y muchos morirán al no tener acceso a los más básicos medicamentos”, sentencia Arrojo a EL PAÍS por teléfono. Este experto independiente, también profesor en la Universidad de Zaragoza, especifica que en la Franja “no queda agua potable” y que cientos de miles están bebiendo agua salada e insalubre para no morir de sed.
“La situación ha llegado a un punto de inflexión catastrófico”, ha asegurado esta semana este grupo de siete relatores de la ONU, que responsabiliza no solo a Israel, sino también a sus aliados internacionales de la protección de los 2,2 millones de palestinos que residen en el enclave palestino.
Los convoyes de ayuda humanitaria que llegan a la Franja a través del paso egipcio de Rafah son “insuficientes, al punto que no llegan a cubrir ni el 1% del agua potable que se necesita”, según Arrojo. La ONU ya había avisado de que los residentes de Gaza viven desde el inicio de la guerra, el 7 de octubre, con menos de tres litros de agua al día, muy por debajo de los 50 litros que recomienda la Organización Mundial de la Salud para satisfacer la bebida y la higiene.
Los siete relatores también expresaron su preocupación por la seguridad de los trabajadores humanitarios y los médicos, que están “protegidos por el derecho internacional”. El comunicado, en el que los expertos citan al secretario general de la ONU, António Guterres, recuerda tanto al ejército israelí como a Hamás que “incluso la guerra tiene normas”. Desde el inicio de la contraofensiva israelí han muerto 9.227 personas, incluidos casi 4.000 niños, según el Ministerio de Sanidad gazatí.
Beber agua insalubre
Gaza tiene tres fuentes principales de agua: los acuíferos, las plantas desalinizadoras y las tuberías que conectan con Israel. Los acuíferos, según Arrojo, están siendo sobreexplotados, pues se está extrayendo más del triple del agua que se repone en ellos de manera natural. Esto no solo reduce los niveles de agua dulce, sino que también provoca una “infiltración masiva” de agua salada, que proviene principalmente del mar Mediterráneo.
Las plantas desalinizadoras están funcionando solo parcialmente como consecuencia de los cortes de luz en la Franja. De las tres que hay en el enclave, según la CNN, solo funciona una al 7% de su capacidad habitual. Antes de la guerra, el 90% del abastecimiento procedía de esta fuente. “Cortar la energía es cortar el agua”, afirma el experto.
La última fuente, la suministrada a través de tres tuberías conectadas con Israel, por las que entra el 10% del agua que se consume en Gaza, fue cortada al inicio de la guerra. El abastecimiento solo se retomó parcialmente (dos de las tres cañerías) a partir del 15 de octubre.
Ante este escenario, Arrojo denuncia que miles de personas están consumiendo agua salada de los pozos agrícolas, que extraen de manera manual, “para poder vivir”, siempre y cuando cuenten con combustible o energía suficiente para poner a funcionar las bombas. El principal problema es que la ingesta continua de agua salada e insalubre puede producir enfermedades como diarreas, que luego se traducen en deshidratación o colapsos renales. “Beber esta agua te hace vomitar, pero si lo dejas de hacer, en cinco o seis días te mueres”, agrega.
Además del consumo, el saneamiento también se encuentra al límite. Las cinco plantas de tratamiento de aguas residuales se han visto forzadas a cerrar, lo que ha provocado que estas se mezclen con el agua de los acuíferos y que en algunas calles se acumulen residuos, generando aún más riesgo de enfermedades que pueden afectar principalmente a los niños. “Se harán estadísticas de cuántas personas mueren en ataques aéreos, pero a la sombra quedarán aquellos que se han puesto enfermos por consumir agua no potable”, plantea.
Alto el fuego
Para los expertos es fundamental que Israel decrete un alto el fuego con el fin de facilitar la entrada de ayuda humanitaria, a la vez que permita una “apertura de los canales de comunicación” para garantizar la liberación de los rehenes secuestrados por Hamás. El secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, visitó Israel el viernes, por tercera vez desde el inicio de la guerra, para pedir una mayor protección para los civiles. “Tenemos que seguir evitando una escalada de este conflicto (...). Tenemos que hacer más para proteger a los civiles palestinos”, dijo Blinken.
La Casa Blanca defiende poner en marcha “pausas humanitarias” con objetivos concretos, como introducir ayuda humanitaria a la Franja y permitir la salida de extranjeros y heridos hacia Egipto; pero se opone a un alto al fuego. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha descartado esta opción: “No nos detendremos hasta la victoria”, ha señalado. También ha argumentado que solo estudiará esta alternativa una vez se haya liberado a todos los rehenes, que cifra en 242.
La Asamblea General de la ONU aprobó la semana pasada una resolución no vinculante para pedir una “tregua humanitaria inmediata, duradera y sostenida”, una acción que el panel recibió con “esperanza”, aunque considera que se debe actuar pronto. Para Arrojo, los votos en contra —entre los que se encuentran los de EE UU, Hungría, República Checa, Croacia o Austria— son “vergonzantes y una desgracia”. “Al menos España tiene una posición de dignidad”, añade, refiriéndose al apoyo del Gobierno a la tregua.
Arrojo considera que la llave para evitar una escalada mayor en el conflicto la tiene Estados Unidos, junto a Europa. “Las grandes potencias occidentales amparan a Israel y le permiten hacer lo que quiere”. El experto asegura que cada vez más expertos, e incluso altos comisionados de la ONU, están consolidando un relato alrededor de la necesidad de parar los ataques para introducir ayuda humanitaria en Gaza. “Se están abriendo varias discusiones en Ginebra. Ya nadie me rebate los argumentos que me llevan a indicar que se está cometiendo un crimen de lesa humanidad. El Estatuto [de Roma, el que regula el Tribunal Penal Internacional] es claro”.
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