Álvaro Lario, presidente de FIDA: “Las inversiones en desarrollo cambian las realidades”

La institución se propone un programa de acción de 10.000 millones de dólares para que cien millones de pequeños agricultores aumenten sus ingresos entre un 10% y un 20% en tres años

Álvaro Lario (centro), en la mesa redonda 'Desafíos y Claves para una Seguridad Global Sostenible e Inclusiva: Perspectivas Globales' del foro 'Latinoamérica, España y EE UU en la economía global', esta semana en Nueva York.Alberto Trillo Barca (FIDA)

La lucha contra el hambre ha sido uno de los constantes llamamientos en los discursos de los líderes a lo largo de esta semana en la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. Desde el primer discurso, el de Brasil y su presidente Luiz Inácio Lula da Silva. En tres años en los que a los efectos de la pandemia se le sumó el de los desastres naturales generados por el cambio climático y las consecuencias de la guerra de Ucrania, ese problema se volvió aún más acuciante: la inseguridad alimentaria, que se hab...

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La lucha contra el hambre ha sido uno de los constantes llamamientos en los discursos de los líderes a lo largo de esta semana en la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. Desde el primer discurso, el de Brasil y su presidente Luiz Inácio Lula da Silva. En tres años en los que a los efectos de la pandemia se le sumó el de los desastres naturales generados por el cambio climático y las consecuencias de la guerra de Ucrania, ese problema se volvió aún más acuciante: la inseguridad alimentaria, que se había reducido en años previos, se disparó de nuevo y hoy más de 700 millones de personas no tienen garantizado el comer. Pero esa crisis también sirvió para aumentar la concienciación entre los países, considera el español Álvaro Lario, presidente del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), un organismo especializado de la ONU e institución financiera internacional.

“Desde 2019 estamos viendo un incremento de las tasas de pobreza, de la inseguridad alimentaria, como no se había producido en las últimas dos o tres décadas”, reconoce Lario, en una entrevista concedida a EL PAÍS durante la celebración del foro Latinoamérica, España y EE UU en la economía global esta semana en Nueva York. Pero el problema ha servido, en cierta manera, de llamada de atención: “Ha hecho que en muchos países, tanto ricos como en desarrollo, se den cuenta de la importancia de invertir en producción local, en diversificar buena parte de los alimentos en las cadenas globales y de concentrarse en la seguridad alimentaria como un tema de seguridad nacional, que es lo que ocurre en Estados Unidos o Europa pero no tanto en los países en desarrollo”.

Desde su institución, una de las tres agencias de alimentación y agricultura con base en Roma junto a la FAO y el Programa Mundial de Alimentos, han constatado que “ahora se le está dando más prioridad a este tipo de inversiones en desarrollo, que cambian y transforman las realidades, y no solo se le da a la asistencia humanitaria, que es necesaria a corto plazo porque logra salvar vidas pero que a medio plazo no transforma las situaciones”.

En su caso, FIDA aspira a que ese cambio en el foco de las prioridades entre los líderes pueda llevar a un aumento de las reposiciones de sus fondos por parte de los Gobiernos. Ello “nos permitirá aumentar los millones de personas a los que podemos incrementar sus ingresos y el acceso a los mercados”, apunta Lario.

Entre los países que han anunciado un incremento de la reposición se encuentra España, cuyo jefe de Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, prometía esta semana en la cumbre sobre los objetivos de desarrollo sostenible en Nueva York 20 millones de euros para el FIDA “para seguir reforzando la seguridad alimentaria”. El presidente del Ejecutivo ha indicado que espera que España esté entre los diez primeros donantes, con las contribuciones al Fondo Fiduciario para propósitos especiales y el presupuesto ordinario de las agencias de Naciones Unidas entre 2024 y 2027.

“Este incremento de la reposición nos permite interactuar sobre todo con países de renta baja que necesitan subsidios y proyectos muy específicos”, ha explicado el alto funcionario internacional. La voluntad declarada de España de aumentar sus contribuciones a la cooperación para el desarrollo “es una gran noticia, especialmente para los pequeños agricultores en países en desarrollo a los que esto les va a permitir, sobre todo, tener alternativas a la migración forzosa, a tener que volver a la pobreza”.

Entre las iniciativas que FIDA se propone para combatir la pobreza y la inseguridad alimentaria se encuentra un programa de acción de 10.000 millones de dólares en los próximos tres años, con los que el fondo aspira a que más de cien millones de pequeños agricultores en todo el mundo puedan aumentar sus ingresos entre un 10% y un 20%, y aumentar su acceso a los mercados. “Es importante no solo que produzcan, sino que puedan vender sus productos a unos precios que les permitan vidas dignas”, apunta Lario.

“Queremos hablar no de agricultura de subsistencia, sino de agricultura como un sector que genera riqueza, que genera empleo y que permita a las personas poder decidir en las zonas rurales si quieren quedarse y pueden tener una vida digna”, que no se vean obligados a migrar, sea a zonas urbanas o sea a otros países. El número de personas forzadas a abandonar su hogar por la situación económica, desastres o guerras aumenta cada año, con el consiguiente incremento de los costes humanitarios y de vida. “Es inaceptable, no podemos dejar que ocurra”, enfatiza este alto funcionario.

Un aspecto de estos planes será integrar al sector privado en buena parte de estas inversiones, agrega. “Cómo podemos apoyar a las micro y pequeñas empresas para que puedan crear más empleo. Cómo podemos incluir a más mujeres y a más jóvenes en buena parte de estas cadenas de valor, no solo en la producción, sino también en la distribución, en el almacenamiento, en la venta, en la exportación”, señala.

En su opinión, la insuficiencia alimentaria tiene un componente de género. “Porque hemos comprobado que es relativamente posible aumentarles a las mujeres los ingresos de la comunidad y eso repercute muchas veces en una mejor nutrición en la familia, en que los niños puedan ir al colegio. Toman unas decisiones para la comunidad y en beneficio de la comunidad”.

Pero no se trata únicamente de conseguir que aumenten sus ingresos, reconoce . “Lo que vemos más difícil en la transformación de buena parte de nuestros programas y las políticas públicas es que esas mismas mujeres tengan acceso a la tierra, acceso a los activos productivos, acceso a la toma de decisiones”, puntualiza. “Por eso no es suficiente solo con invertir o con incrementar los ingresos. También es necesario construir diálogos y sobre el terreno poder hablar sobre cuál es el papel de la mujer; cómo podemos hacer que tenga mayor acceso a la toma de decisiones y también a los activos”.

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