De aliados a rivales: la crisis del grano pone a prueba el apoyo a Ucrania de los países del Este

Partidos populistas y de extrema derecha capitalizan el descontento y la fatiga de parte de la sociedad en pleno periodo electoral en Eslovaquia y Polonia

Protesta contra el Gobierno checo convocada por un movimiento que rechaza la ayuda a Ucrania, el sábado 16 de septiembre.MARTIN DIVISEK (EFE)

Cuando las tropas del Kremlin cercaban Kiev en los primeros días de la ocupación rusa de Ucrania en marzo de 2022, los primeros ministros de Polonia, Eslovaquia y Chequia se subieron a un tren con rumbo a la capital ucrania para mostrar su apoyo incondicional al presidente Volodímir Zelenski, arriesgando su propia seguridad. Los tres países han sido firmes aliados del vecino en guerra y se han volcado en la ayuda militar y humanitaria. Más de un añ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Cuando las tropas del Kremlin cercaban Kiev en los primeros días de la ocupación rusa de Ucrania en marzo de 2022, los primeros ministros de Polonia, Eslovaquia y Chequia se subieron a un tren con rumbo a la capital ucrania para mostrar su apoyo incondicional al presidente Volodímir Zelenski, arriesgando su propia seguridad. Los tres países han sido firmes aliados del vecino en guerra y se han volcado en la ayuda militar y humanitaria. Más de un año y medio después, la crisis por la importación de productos agrícolas ucranios en estos países ha puesto de manifiesto síntomas de fatiga en el apoyo al país agredido por la Rusia de Vladímir Putin. Partidos populistas y de extrema derecha han capitalizado el descontento de parte de la sociedad en pleno periodo electoral en Eslovaquia y Polonia, país que, en una escalada inesperada, ha anunciado el cese de sus envíos de armas a Kiev.

Se está produciendo un giro en el estado de ánimo en la ciudadanía, como explica por videoconferencia Valeriya Korablyova, directora de un centro de investigación centrado en Ucrania de la Universidad Carolina de Praga. “Las personas con un nivel educativo y de ingresos más bajo son más vulnerables a las dificultades provocadas por Rusia”, desarrolla la socióloga ucrania, que cita los altos precios de la energía y la inflación. Aunque no son mayoritarias, las voces que cuestionan la ayuda a Ucrania se están haciendo más visibles en estos países.

Los primeros signos de descontento llevan meses emergiendo. Polonia empezó a cobrar a los refugiados ucranios el alojamiento en albergues públicos en marzo, cuando cada vez más polacos sentían que los ucranios tenían más ayudas que ellos. La República Checa puso en marcha la misma medida el 1 de julio. Esta semana, el portavoz del Gobierno ultraconsevador polaco, Piotr Müller, ha dejado en el aire la renovación del programa de protección temporal de los más de 1,3 millones de refugiados ucranios cuando expire en los próximos meses. Praga ha anunciado sin embargo que lo renovará hasta 2025 y Eslovaquia tiene previsto ampliar la ayuda para alojamiento.

Polonia, por razones históricas, no duda de que Rusia es el enemigo común a batir. También tiene claro que una derrota ucrania traería las ansias imperialistas de Moscú a su puerta. Según un estudio del think tank eslovaco Globsec sobre las actitudes de los países del este de Europa hacia Moscú, el 84% de los polacos ve a Rusia como un país agresivo con sus vecinos, frente al 39% de los eslovacos o el 48% de los checos.

Entre la clase política polaca ha habido consenso en el apoyo cerrado a Ucrania. “Este discurso monótono ha permitido a un partido pequeño [el ultraderechista Confederación] jugar con el espacio vacío que quedaba y con la idea de reducir la ayuda a Ucrania”, señala Korablyova. La formación ha subido en las encuestas y puede tener la llave del Gobierno tras las elecciones legislativas del 15 de octubre. “Han conseguido cambiar el discurso de los grandes partidos, que lo han modelado de forma que sea aceptable, para no perder apoyos”, continúa Korablyova para ilustrar un fenómeno que se ha visto también en otros países y en ámbitos como la inmigración.

En el otro extremo sobre la relación con Moscú está Eslovaquia. Una parte de la población siente una cercanía con Rusia que viene de lejos y la ocupación comunista, en su caso, se relaciona con un cierto desarrollo industrial. Grigorij Meseznikov, presidente del Institute of Public Affairs de Bratislava, reconoce que aunque hay quién sí tiene malos recuerdos de esa época, el país es mucho más favorable a Rusia que sus vecinos. “Personas con un fuerte liderazgo político extienden esta narrativa tóxica y uno de ellos va a ganar las elecciones”, dice Meseznikov, que nació en Rusia, en relación al ex primer ministro populista Robert Fico, que encabeza las encuestas para los comicios del próximo 30 de septiembre.

Propaganda rusa

Eslovaquia lleva meses sumida en una profunda inestabilidad política y es un caldo de cultivo para la propaganda del Kremlin, que ha conseguido que arraiguen mensajes como que Ucrania está llena de nazis que matan a los prorrusos en la región de Donbás. Con todo, el Gobierno —que cayó en mayo después de varios escándalos de corrupción— apoyó a Ucrania militarmente desde el principio, y se enfrentó a manifestaciones de ciudadanos descontentos por el envío de helicópteros mientras ellos padecían el aumento del coste de la vida.

Korablyova, que se mudó a República Checa después de la anexión ilegal de Crimea y del inicio del conflicto en Donbás explica que el país también es vulnerable a la propaganda rusa. Vít Dostál, director de la Asociación para los Asuntos Internacionales en Praga, señala que muchas páginas en Facebook que durante la pandemia extendían mensajes antivacunas se han reconvertido en perfiles contrarios a la ayuda a Ucrania, a la que atribuyen penurias como el coste de la energía.

Detrás de muchos de estos perfiles prorrusos en redes sociales hay un movimiento populista que ha convocado varias manifestaciones en el último año y medio. La última se celebró el sábado pasado, con menos participantes que en concentraciones anteriores, pero Dostál advierte: “El sentimiento de abandono de las personas que protestan es real. Tiene que ser escuchado, porque los populistas ya lo están utilizando”. Según un informe reciente, el número de incidentes dirigidos a ucranios ha aumentado en Chequia.

La propaganda prorrusa es una vieja conocida en Hungría, donde los medios cercanos al Gobierno ultraconservador de Viktor Orbán, que mantiene su habitual relación con el Kremlin, se encargan de divulgarla en horario de máxima audiencia. Los mensajes calan entre la población, incluso entre quienes no votan a Fidesz, el partido de Orbán. A nadie ha sorprendido la reacción de Hungría a la crisis del grano, como sí lo ha hecho el intercambio de vetos, denuncias, amenazas y desafíos entre Polonia y Ucrania, porque Varsovia ha sido el más firme aliado de Kiev desde el inicio de la guerra y ejerce de facto el liderazgo de la región.

El 15 de septiembre, la UE anunció que no prorrogaría el acuerdo que prohibía la importación de productos agrícolas ucranios en Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria, a cambio de permitir su tránsito por estos territorios. Varsovia y Budapest, y Bratislava después, anunciaron entonces un veto unilateral, saltándose las leyes de comercio de la UE. Este jueves Ucrania y Eslovaquia han llegado a un acuerdo que la diplomacia polaca espera cerrar también con Polonia. Rumania ya había firmado un pacto para resolver sus diferencias.

Escalada de tensión

La tensión ha ido en aumento, sobre todo con Polonia, desde que Kiev presentó el lunes una denuncia ante la Organización Mundial del Comercio. El Gobierno de Ley y Justicia (PiS, en sus siglas en polaco) ha empujado el conflicto más allá de los comercial para extenderlo a lo militar, con el anuncio del fin de traspaso de armas, matizado después por el presidente, Andrzej Duda, y lo humanitario, al poner en cuestión la ayuda a los refugiados. Dostál recuerda sin embargo que el envío de armas de estos países han caído en importancia, porque ya han vaciado su arsenal de época soviética. “Ahora es el turno de otros, como Alemania y Francia”.

Andrzej Szeptycki, experto en Ucrania de la Universidad de Varsovia, subraya que las relaciones entre los dos vecinos no siempre han sido fácil y recuerda cómo “se deterioraron rápidamente” tras el apoyo polaco a la Revolución Naranja y el Euromaidán, por la matanza entre 1943 y 1945 de unos 100.000 polacos en Volinia, y pese a las acciones rusas en Crimea y Donbás. Para Szeptycki, que se presenta a las elecciones por el partido de centro Polonia2050, la clave de esta crisis está en la incertidumbre sobre las elecciones, a las que PiS llega como favorito en las encuestas, pero sin mayoría para gobernar. “La política exterior del Gobierno se basa en el conflicto”, añade; y deja caer que el presidente Zelenski tampoco destaca por su diplomacia.

Que los productos agrícolas ucranios perjudican a los agricultores de los países de la región porque tira los precios es una realidad que nadie pone en duda. Szeptycki señala sin embargo que el Gobierno polaco podía haber prevenido el problema a tiempo. Cuando las protestas de agricultores —uno de sus caladeros de voto— eran imparables, recurrió al veto unilateral a Ucrania, al que volvió el 16 de septiembre. La respuesta de Zelenski ante la Asamblea General de la ONU, cuestionando la solidaridad de algunos países europeos, sin nombrarlos, y sugiriendo que benefician a Moscú, ha enfurecido a Varsovia.

Wojciech Kononczuk, director del Centro de Estudios del Este OSW, un organismo público financiado por el Parlamento polaco, opina que “hay demasiadas emociones en ambas partes”. “En la sociedad polaca hay decepción”, dice, y asegura que las palabras de Zelenski se han visto como un “insulto”. Menciona también la palabra “traición”, y recuerda los esfuerzos que estos países han hecho para apoyar a Ucrania y acoger a los refugiados. En el otro lado, Korablyova ha observado que los medios ucranios destacan la reacción polaca sobre el resto de vecinos. “Porque de alguna forma es como una traición que nuestro aliado más cercano nos apuñale en la espalda”, comenta. “Esta situación está alimentando la ansiedad de quedarnos solos y de que los aliados no son fiables; la sociedad ucrania está muy traumatizada y muy sensible”, añade.

Nadie se atreve a aventurar el futuro desarrollo de las tensiones y cómo pueden influir en la guerra. Korablyova espera que todo quede “en una batalla retórica más que en un cambio político”, pero cree que el resultado de las elecciones será clave. “Eslovaquia es el reto más urgente, porque puede hacer mucho daño”, advierte ante la posibilidad de que Fico se una a Orbán en la UE. Szeptycki opina que en Polonia todo dependerá de si de las urnas sale un Gobierno estable: “Sea del PiS o de la oposición, podrá limpiar el desastre; pero si Confederación entra en cualquier tipo de coalición, el asunto de Ucrania seguirá sobre la mesa”. Kononczuk, más optimista, cree que el conflicto se podría resolver en unos días si se sigue el ejemplo del acuerdo entre Ucrania y Rumania. “Polonia y Ucrania entienden que nos necesitamos mutuamente, porque tenemos un interés de seguridad compartido y un enemigo común”, subraya.

Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.

Más información

Archivado En