Muere Silvio Berlusconi, el hombre que definió la Italia del siglo XXI 

Tres veces primer ministro, dueño de Mediaset y expresidente del club AC Milan, logró extender la fórmula de su atractivo éxito empresarial a la gestión del bien común y sembrar la semilla del populismo de hoy

Silvio Berlusconi, durante la grabación del programa 'Porta a Porta', en noviembre de 2017 en Roma.Foto: Alessandra Benedetti (Corbis /GETTY) | Vídeo: REUTERS
Roma -

Silvio Berlusconi, tres veces primer ministro de Italia y dueño del imperio mediático Mediaset, el hombre que revolucionó las telecomunicaciones y atravesó cientos de escándalos legales y personales, ha muerto este lunes en el hospital San Raffaele de Milán a causa de las distintas complicaciones cardíacas que arrastraba. El empresario, de 86 años y nacido en Milán, ...

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Silvio Berlusconi, tres veces primer ministro de Italia y dueño del imperio mediático Mediaset, el hombre que revolucionó las telecomunicaciones y atravesó cientos de escándalos legales y personales, ha muerto este lunes en el hospital San Raffaele de Milán a causa de las distintas complicaciones cardíacas que arrastraba. El empresario, de 86 años y nacido en Milán, había sido ingresado en varias ocasiones en los últimos tiempos, la última, el viernes. Esta vez, sin embargo, no ha logrado sobreponerse a la leucemia crónica que padecía y mantener más tiempo aquel mito que difundió su médico de cabecera sobre su inmortalidad. Una más de las leyendas que construyeron a uno de los arquitectos de la Italia popular de finales de los noventa y comienzos de este siglo.

Silvio Berlusconi, que tenía cinco hijos y estaba casado en la actualidad con Marta Fascina, de 33 años, ha sido, sin duda, la figura más influyente del último cuarto de siglo en Italia. Y para conseguirlo, siempre supo que debía extender su control a los canales de comunicación y ocio donde encontraría a una gran clase media creciente que dominaría el consumo del país. Fue el empresario que revolucionó la comunicación y la modernización ―para bien o para mal― de la televisión, fundó el primer partido/empresa más basado en las leyes del mercado que en las viejas ideologías ―él sí inventó el eslogan Comunismo o libertad―, e instauró una cultura del ascenso y el éxito, del compadreo y el nepotismo, en suma, que caló tan hondo en Italia que hasta Paolo Sorrentino la retrató en un díptico que señalaba a todos los que fueron incapaces de resistir la tentación de ponerse a su servicio a cambio de algo. A un país entero.

Silvio Berlusconi, con sus padres Luigi (1908-1989) y Rosa (1911-2008) y su hermana María Antonieta (1943-2009). El mayor de tres hermanos, nace en Milán el 29 de septiembre de 1936. Su padre (que durante la ocupación nazi se refugió en Suiza) trabajaba en la Banca Rasini, y su madre, ama de casa, había sido secretaria en Pirelli. En la campaña electoral de mayo de 2001, más de un millón de votantes recibieron 'Una historia italiana', un libro autobiográfico con fotos familiares, como esta, con el que pretendía contrarrestar la información que sobre él publicaban los medios, y que la oposición calificaba de "fotonovela".Eric VANDEVILLE (Gamma-Rapho / Getty Images)
Silvio Berlusconi canta en un crucero en los años cincuenta. Tras sus estudios en el instituto salesiano San Ambrosio de Milán, se matricula en Derecho en la Facultad de la ciudad. En 1961, su tesis es premiada por la agencia de publicidad Manzoni de publicidad. En verano trabaja como cantante y animador de cruceros y vendedor de aspiradoras. Tras doctorarse inicia su actividad como agente inmobiliario. En su primera compra tendrá el aval de Carlo Rasini, copropietario y fundador de la Banca Rasini. En los años sesenta, funda distintas sociedades, con capital suizo, y participa con sus primos en distintos negocios inmobiliarios.Marka (Universal Images Group / Getty)
Silvio Berlusconi posa para 'El País Semanal' en marzo de 1986 en su palacio de Fiore, un edificio del siglo XVII, cerca de Milán, donde atesoraba pinturas de Tiziano, Brueghel, Durero o Tintoretto. El magnate inmobiliario y presidente de Fininvest (el conglomerado de sus empresas) había puesto fin al monopolio televisivo de la RAI, superándola en audiencia con una televisión basada en concursos y entretenimiento. En 1984, el primer ministro italiano había legalizado por medio de un decreto ley especial la situación de la cadena de Berlusconi, que no podía emitir a nivel nacional, sino local. "En una televisión comercial, los únicos criterios que rigen son los de la rentabilidad". "Si una televisión comercial intenta hacer política estará condenada al fracaso". "Soy un empresario y no uso la televisión con fines ideológicos, porque mi único objetivo es lograr un mayor número de audiencia". "La esencia de la televisión comercial es la publicidad, su único recurso financiero", declaraba al periodista Juan Cueto.Chema Conesa
El presidente del Milan, Silvio Berlusconi, celebra con los jugadores la victoria la final de la Copa de la Liga de Campeones al Steaua de Bucarest (0-4) el 24 de mayo de 1989 en Barcelona. Antes del partido, Berlusconi pisó el césped del Camp Nou y 97.000 espectadores le jalearon. En semifinales, el Milan había destrozado con un 5-0 al Real Madrid de la Quinta del Buitre. Berlusconi estuvo al frente del club 31 años, desde 1986 hasta 2017. Con el apoyo económico de Berlusconi, entrenadores como Arrigo Sacchi, Fabio Capello y Carlo Ancelotti crearon el mejor Milan de su historia, con 29 títulos (cinco Copas de Europa y ocho ligas italianas)y siete Balones de Oro. En 2017, vendió el club a un empresario chino por 740 millones de euros.Peter Robinson (PA Images / Getty Images)
Silvio Berlusconi, en las pantallas de control de la RAI, en el discurso televisado el 26 de enero de 1994 en el que anuncia su salto a la política. Tras la caída del primer ministro Bettino Craxi (íntimo amigo suyo, padrino de su hija Bárbara y testigo de su boda con Verónica Lario), Berlusconi baja a la arena política. Las elecciones de marzo de 1994 le dan la victoria a su Forza Italia, con el apoyo de la Liga Norte. Berlusconi se convierte en primer ministro en mayo de 1994 hasta que en diciembre pierde el apoyo de sus socios, debido a las filtraciones sobre la investigación de la Fiscalía de Milán sobre sus negocios.Franco Origlia (Getty Images)
Berlusconi se defendía a sí mismo ante el tribunal que le juzgaba en Milán por un presunto soborno a dos jueces en junio de 2003. Los líos de Berlusconi con la justicia han sido una constante a lo largo de su vida. En España, tuvo que comparecer ante el juez Baltasar Garzón en la Audiencia Nacional en Madrid el 24 de julio de 1998, en una investigación por supuestos delitos societarios, de falsedad y fraude fiscal como accionista de Telecinco, un proceso al que el Tribunal Constitucional pondría fin. En 2013 fue condenado (y posteriormente indultado) a cuatro años de prisión por el 'caso Mediaset'. Hasta entonces, ninguno de los más de 20 procesos judiciales en los que se había visto envuelto había terminado con una sentencia definitiva, ya fuera por absolución, prescripción o despenalización de estos delitos.GIUSEPPE CACACE (AFP)
Silvio Berlusconi es llevado a hombros por sus simpatizantes en un mitin en Tarento (sur del país), el 5 de mayo de 2001. El hombre más rico de Italia, con la coalición Casa della Libertà, otra vez de la Liga Norte, se convierte por segunda vez en primer ministro (2001-2005 y 2005-2006) con promesas de recortes de impuestos, reducción del desempleo, obras públicas, el aumento de las pensiones y la disminución de la criminalidad.epa
Silvio Berlusconi, junto a otros invitados como Luis Bárcenas, entonces gerente del PP, acude a la boda de Ana Aznar Botella, hija del entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, en el monasterio de El Escorial el 5 de septiembre de 2002, con Alejandro Agag, del que Berlusconi se declara íntimo amigo. Agag había ayudado al italiano a que su Forza Italia ingresara en el Partido Popular Europeo, y Berlusconi, facilitado que Agag hiciera negocios en Italia, como el intento de control del grupo italiano RCS, por el que tuvo que declarar ante la Fiscalía de Roma.ricardo Gutiérrez
Un hombre vestido de romano lee, junto al Coliseo, el periódico 'Il Giornale di Vicenza', en cuya portada aparecen dos caricaturas de Romano Prodi y Silvio Berlusconi, líderes de las coaliciones que se enfrentaban en las elecciones generales de Italia el 9 de abril de 2006.Cristóbal manuel
El 5 de junio de 2009, EL PAÍS publicaba en exclusiva las imágenes del escándalo de Villa Certosa. Unos días antes, a petición de Berlusconi, la Fiscalía de Roma había ordenado requisar centenares de fotografías tomadas en la mansión del primer ministro en Cerdeña por el fotógrafo Antonello Zappadu. Unas imágenes en las que aparecen 'velinas' (azafatas de televisión, aspirantes a actriz) en fiestas en su villa y que Berlusconi consideraba que violaban su intimidad. Las imágenes revelaron que Berlusconi invitaba a volar en aviones del Estado italiano a sus invitados.
El entonces presidente libio, Muamar el Gadafi, y Silvio Berlusconi, en el aeropuerto de Ciampino de Roma el 10 de junio de 2009. Alessandro Bianchi (REUTERS)
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y el presidente ruso, Vladimir Putin, durante una visita a la residencia de Zavidovo, el 3 de febrero de 2003. Berlusconi mantuvo siempre una relación muy estrecha con el líder ruso. VIKTOR KOROTAYEV (AFP)
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, bromea con el presidente del Gobierno, José María Aznar, durante el Consejo Europeo celebrado en Bruselas el 16 de octubre de 2003. REMY DE LA MAUVINIERE (AP)
El rey Juan Carlos y el primer ministro Italiano, Silvio Berlusconi, charlan en el palco de la final de la Champions que enfrenta en Roma al Barça con el Manchester United el 27 de mayo de 2009. Christian Liewig - Corbis (Corbis via Getty Images)
El entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y Berlusconi visitaban la ciudad de L'Aquila, destruida por un terremoto en abril de 2009. Obama se encontraba en Italia con motivo de la cumbre del G-8.SAUL LOEB (AFP)
El 13 de diciembre de 2009, Berlusconi, de 73 años, es atacado por un hombre con problemas mentales con una estatuilla del Duomo de Milán, tras un mitin del Pueblo de la Libertad en la plaza de la catedral de Milán. Massimo Tartaglia, de 42 años, llevaba 10 años recibiendo tratamiento psiquiátrico. Rotura parcial del hueso nasal, laceración interna y externa de los labios, pérdida de sangre, dos dientes (uno roto y otro afectado). No era la primera vez, en diciembre de 2004, Roberto dal Bosco, un albañil, le golpeó con un trípode de una cámara. Berlusconi, entonces primer ministro, no quiso presentar cargos.LIVIO ANTICOLI (AP / Oficina del primer ministro)
Silvio Berlusconi, en una protesta en el centro de Roma, el 27 de noviembre de 2013, el día en que el Senado votó su expulsión tras 20 años de presencia en el Parlamento italiano y, con ello, la pérdida del aforamiento en un momento en el que se enfrentaba a varios procesos.ALESSANDRO BIANCHI (REUTERS)
El ex primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, llegaba con su novia, Francesca Pascale, a la manifestación para protestar contra su condena por fraude fiscal, a las puertas de su palacio en Roma.ALESSANDRO BIANCHI (Reuters)
Silvio Berlusconi bromea, en junio de 2020, con los jugadores del Monza en los vestuarios. Berlusconi compró el club en septiembre de 2018 por tres millones de euros, a través de Fininvest, el conglomerado de empresas de su propiedad. El lema del equipo: "Quien cree, combate; quien cree, supera los obstáculos; quien cree, gana", es la frase que Berlusconi dijo a su plantilla antes del primer partido. Los jugadores (jóvenes e italianos, requisito de Berlusconi) tendrían que observar ejemplaridad en la vestimenta, imagen y conducta y dirigirse a los árbitros como "caballeros".
Combinación de 18 imágenes de archivo que muestra al exlíder italiano Silvio Berlusconi gesticulando en Roma. STAFF (AFP/Getty Images)
Silvio Berlusconi, líder de Forza Italia, esperaba detrás de unas cortinas su turno en el teatro Manzoni de Milán, en el mitin de cierre de campaña de las elecciones legislativas en Italia, el 23 de septiembre de 2022. FILIPPO MONTEFORTE (AFP)
Desde la izquierda, Matteo Salvini (La Liga), Silvio Berlusconi (Forza Italia) y Giorgia Meloni (Hermanos de Italia), en el mitin central de la coalición de centroderecha en la plaza del Popolo de Roma, en la campaña de las elecciones legislativas en Italia, bajo el lema "Juntos por Italia", en septiembre de 2022.Alessandra Benedetti (Corbis via Getty Images)
Silvio Berlusconi, líder de Forza Italia, junto a su mujer, la diputada Marta Fascina, hablaba con los periodistas tras una reunión de los grupos parlamentarios en Roma, en octubre de 2022.MAURIZIO BRAMBATTI (EFE)

Berlusconi unió política, deporte y publicidad en su magnética coctelera y sirvió una exitosa bebida que marcó la pauta para tantos fenómenos que llegarían casi dos décadas después, como el trumpismo. La idea era aquella del hombre rico, hecho a sí mismo y capaz de extender la fórmula de su éxito a la gestión del bien común. Aunque fuera mentira. Por el camino fue imputado en numerosas ocasiones por prostitución de menores y escuchas ilegales, se investigaron durante años sus vínculos con la Mafia y el dudoso origen de su fortuna, precisamente relacionado con la Cosa Nostra. Se pavoneó sin rubor de sus amistades con dictadores, alentó el transfuguismo, que convirtió en un modus vivendi de los parlamentarios, contó chistes inaceptables a la luz de la actual corrección política y retorció la Constitución y las leyes italianas como le convino en cada momento.

Inhabilitación política

Al final, sin embargo, fue condenado solo por fraude fiscal, una pena que le costó la inhabilitación política y que marcó el inicio de su decadencia. Pero hasta el último día de su vida, incapaz de señalar a un sucesor en un partido condenado a extinguirse con él, influyó en transformaciones políticas como el reciente ascenso de Mario Draghi a la presidencia del Consejo de Ministros de Italia. E incluso en su derrocamiento.

Berlusconi, hijo de una familia de clase media de Milán, siempre exhibió la bandera del empresario hecho a sí mismo: su madre era ama de casa y su padre empleado de la Banca Rasini. Rápido, simpático y de enormes capacidades retóricas y sociales que le permitieron foguearse como cantante en cruceros en los años cincuenta con su amigo Fedele Confalonieri (actual presidente de Mediaset) y como hábil vendedor de pisos a puerta fría (de puerta en puerta). Y así, llamando a las casas de los italianos y conociendo sus fragilidades aspiracionales, edificó su imperio sobre el cemento de grandes complejos urbanísticos en Milán.

Berlusconi (centro), junto al expresidente de EE UU Barack Obama y el expresidente ruso Dmitri Medvedev, durante el G-20 de Londres celebrado en abril de 2009.Kirsty Wigglesworth (AP)

Seductor y arrebatador en las distancias cortas, Berlusconi logró el dinero para comprar su primer solar a través de un crédito del propietario de la banca donde trabajaba su padre, pero el incierto origen de aquella importante suma ha desatado durante años investigaciones de la Fiscalía Antimafia basadas en sus demostrados vínculos con miembros de la Cosa Nostra (Vittorio Mangano, plurihomicida de la Mafia, cuidó los caballos de su mansión en Arcore durante años). Importantes jueces antimafia de Italia, como Nino Di Matteo, nunca dudaron de ese vínculo real. “Berlusconi subvencionó a la Mafia durante años”, declaró el magistrado a este periódico en una reciente entrevista.

Milano Due, aquel sueño residencial hecho realidad en el municipio de Segrate (en las afueras de Milán), dio pie a las empresas Edilnord y Edilnord 2 y a la construcción de una urbanización que expresaba a través del ladrillo la base ideológica de su proyecto político años después: el ascenso de una clase media liberal que huía del longevo esquema binario político entre la Democracia Cristiana (DC) y el Partido Comunista Italiano (PCI). Una Italia que quería vivir bien, nadar libre y al mismo tiempo guardar la ropa de la moral cristiana y codearse con las grandes potencias internacionales. Menos ideología y más comodidad. Especialmente para su imperio empresarial, que creció durante esos años en paralelo a su poder, formando un inquietante entramado. La fundación de Fininvest en 1978 permitió a Berlusconi dar rienda suelta a todos sus proyectos.

A través de la matriz de sus experimentos comenzó a unir sus aventuras mediáticas, que habían comenzado un año antes con la compra de Il Giornale, el diario fundado por el legendario periodista Indro Montanelli, que se encontraba entonces en apuros económicos. A aquella incursión en un mundo que le era entonces completamente ajeno, justo cuando Italia liberalizaba el mercado televisivo, siguió la adquisición de Telemilano, una cadena local que le sirvió para comenzar a componer un laborioso puzle a partir de la adquisición de pequeñas emisoras que, gracias a los permisos estatales de radiotelevisión, terminaría resultando en Canale 5: la punta de lanza de la expansión de un relato político y cultural que llegó a salpicar a España a través de Tele5.

Conquista del poder

Berlusconi recibió burlas al principio. Como la mayoría de fenómenos populistas que, sin quererlo, inspiraría años más tarde, su mundo parecía una caricatura. Y ese fue el error de una cierta izquierda que le dejó una autopista política para avanzar. Poco a poco creó una asombrosa red de medios de comunicación (también editoriales, como Mondadori, o de grandes cabeceras, como durante un tiempo lo fue también Il Corriere della Sera) que nadie fue capaz de relacionar entonces con lo que se traía entre manos. La revolución de Berlusconi, que había comenzado con las risas de fondo del resto de partidos, contrariamente a lo que cantaba el poeta Gil Scott-Heron en 1974, sí iba a ser televisada. Un medio que le sirvió para conquistar el poder y mantener una hegemonía cultural durante 25 años. Aunque fuera a base de relatos intoxicados y favores (hasta el último día se pavoneó de que el esposo de la primera ministra, Giorgia Meloni, trabajaba para él en uno de sus canales). Pero había más.

El brillo magnético de Berlusconi, el espejo en el que se miraron miles de italianos durante años para entregarle un cheque político en blanco a aquel tahúr surgido de la nada, llegó desde el otro gran vehículo capaz de seducir a las masas. Berlusconi había buscado aumentar su influencia a través de la religión laica de Italia, el fútbol, y compró en 1986 el AC Milan tras no lograr hacerse con su eterno rival, el Inter de Milán. Un club que atravesaba dificultades tras haber logrado algunos éxitos en el pasado y que durante el periodo en el que lo presidió ―desde 1986 a 2017― logró convertirse en uno de los mejores equipos de la historia del Calcio ganando cinco Copas de Europa y ocho ligas. Pero, sobre todo, construyendo un modelo de club y de juego, entregando la sala de máquinas primero a Arrigo Sacchi y luego a Fabio Capello, que maravilló al mundo. Y ese puente entre el palco del estadio y la política fue también una de las obras que conformará su legado.

Berlusconi, cuyo patrimonio ascendía a unos 6.000 millones de euros, ya era entonces un galán y el hombre en el que se miró una generación de italianos que entraba en la modernidad de golpe. Todo el conocimiento adquirido hasta entonces en el terreno publicitario, deportivo, empresarial y comunicativo era demasiado valioso para que no canalizase en su obra definitiva: la que le encumbraría y, en realidad, serviría para poner a salvo todo lo que había construido hasta entonces. Forza Italia, un partido político surgido de un eslogan futbolístico (ese sería el grito de apoyo cuando juega la Selección) y compuesto en sus filas por una legión variopinta de empleados de Fininvest, oportunistas, hombres inteligentes, viejos exponentes de la Democracia Cristiana y cabaretistas y presentadoras de Canale 5, vio la luz en 1993 y ganó las elecciones al año siguiente. Berlusconi fue luego tres veces primer ministro (cuatro, si se tiene en cuenta la remodelación de 2005) en los siguientes 17 años, el hombre que ocuparía más tiempo el palacio Chigi, con 3.291 días, muy por delante de Giulio Andreotti, la otra figura fundamental de la Italia moderna.

Berlusconi (derecha), junto al presidente ruso, Vladímir Putin, en Zavidovo, al noroeste de Moscú, en febrero de 2003.ALEXEY PANOV (AFP)

La revolución llevada a cabo por Forza Italia no tenía precedentes. El partido de Il Cavaliere dinamitó la vieja política y sembró la silenciosa semilla de todos los fenómenos que germinarían años después: desde Matteo Renzi al Movimiento 5 Estrellas, pasando por Matteo Salvini. Todos ellos son hijos bastardos de su manera de entender el poder, la comunicación y el parlamentarismo en Italia. El éxito de su proyecto político, sin embargo, terminó en 2011 después de un largo historial de excesos, desplantes a líderes europeos como Angela Merkel y una gestión nefasta de la economía italiana ―teóricamente ese era su fuerte― que disparó la prima de riesgo a su máximo histórico (574 puntos) y que colmó la paciencia de la troika durante la crisis de aquel periodo.

Su amigo Putin

Berlusconi, que durante ese tiempo tejió una profunda amistad con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, tuvo que dimitir y, desde entonces, Forza Italia ha ido perdiendo progresivamente relevancia, quedando reducida a un burdo instrumento político para proteger sus intereses empresariales del que han desertado muchos de sus grandes exponentes.

Il Cavaliere fue inhabilitado por fraude fiscal en 2012, no pudo presentarse a unas elecciones hasta enero de 2019. Parecía una oportunidad para nombrar a un sucesor. Pero dio igual. El partido era suyo y ni siquiera entonces, cuando era crucial sustituir su liderazgo por el de alguna cara joven (“he tenido más sardinas que delfines”, dijo de sus posibles relevos en 2018), dio un paso al lado. Su cara figuraba en las papeletas electorales aunque él no pudiese optar a ningún cargo y su tradicional cohorte de aduladores fue disolviéndose y tomando otras direcciones, como hicieron los prometedores Mara Carfagna, Giovanni Toti (gobernador de Liguria), su hombre de confianza, Renato Brunetta, o Mariastella Gelmini. Forza Italia es hoy un animal político moribundo que no ha sido todavía sustituido ideológicamente (el supuesto centroderecha liberal) por ningún partido y al que todos tratan de devorar. La última gran operación política, en esa habitual mezcla de estadismo de salón y el servicio a sus intereses personales, fue favorecer la entrada de casi toda la derecha en el Gobierno de Mario Draghi.

El Ejecutivo del expresidente del Banco Central Europeo (BCE) duró lo que le convino. Y al cabo de poco, cuando vio que el presidente del Consejo de Ministros cuyo ascenso él mismo había favorecido ya no le servía, dio luz verde para un golpe parlamentario de la derecha que liquidó la legislatura y dejó el campo abierto para una marcha triunfal de Giorgia Meloni como líder de la nueva coalición de derechas. Otra criatura suya ―fue su ministra de Juventud y la llamaba peonza― que volvía a protagonizar una vuelta de tuerca en la política italiana. Y quizá sin darse cuenta, el hombre que estuvo al frente de casi todos los inventos del prolijo laboratorio italiano, ayudó a construir el primer Ejecutivo de corte ultraderechista en un gran país de la Unión Europea y abrió la veda para que el experimento italiano ―el apoyo del Partido Popular a una formación de corte ultra, respaldada sin rubor por el propio presidente de los populares europeos, Manfred Weber― se reproduzca en Estados vecinos. Incluso en el propio Parlamento Europeo, donde estos días su partido empuja para construir una alianza con el grupo conservador ECR que preside la propia Meloni.

Berlusconi vivió los últimos años rodeado de un nutrido grupo de aduladores y colaboradores que merodearon su mansión de Arcore. Mayor y debilitado, cuentan quienes lo conocen, decepcionado por no haber logrado el reto de convertirse en presidente de la República hace un año, se encontraba entre sus alegrías verdaderas solo la de ver al AC Monza, un pequeño equipo de la Serie C que compró con su amigo Adriano Galliani, llegar a la categoría reina y ganarle a los grandes equipos del Calcio. Quería demostrarse que podía repetir la hazaña de su glorioso Milan. Que seguía en forma. Y aunque la mayoría de veces que iba al estadio se quedaba dormido, luego bajaba al vestuario, bromeaba con los futbolistas, desplegaba su catálogo de chistes soeces sobre mujeres (hace pocos meses prometió un autobús de prostitutas a los jugadores si ganaban a los grandes), y daba lecciones de táctica a su entrenador. El último desafío de un hombre ya algo aburrido que jugaba a empezar de cero para seguir sintiéndose joven.

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