Occidente advierte contra el expansionismo de China

El G-7 exhibe unidad sobre Taiwán mientras Von der Leyen alerta del riesgo de división interna en la UE frente a Pekín, que responde acusando a los siete países industrializados de “arrogancia y malicia”

El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y el primer ministro japonés, Fumio Kishida, este martes en Karuizawa (Japón).Associated Press/LaPresse (APN)

Los ministros de Exteriores del G-7, reunidos en la ciudad japonesa de Karuizawa, han concluido su cita este martes exhibiendo unidad sobre Taiwán. La cita llega después de las controvertidas declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, tras su visita a China hace un par de semanas en las que deslizó que la Unión Europea debería evitar verse arrastrada a lo que tildó de tensiones entre Washington y Pekín. El comunicado final de los ...

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Los ministros de Exteriores del G-7, reunidos en la ciudad japonesa de Karuizawa, han concluido su cita este martes exhibiendo unidad sobre Taiwán. La cita llega después de las controvertidas declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, tras su visita a China hace un par de semanas en las que deslizó que la Unión Europea debería evitar verse arrastrada a lo que tildó de tensiones entre Washington y Pekín. El comunicado final de los siete países industrializados, elaborado después de tres días de encuentros, asegura que “no hay cambios” en las posiciones de los miembros del club sobre la isla autogobernada que China reclama como parte inalienable de su territorio. Y hace un llamamiento a la “resolución pacífica” de los problemas entre Pekín y Taipéi. Mientras, en la UE, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha alertado de los riesgos de división interna en el club de los Veintisiete frente a China, un peligro visibilizado por los comentarios de Macron.

“Una política europea fuerte sobre China se basa en una fuerte coordinación entre los Estados miembros y las instituciones de la UE, y en la voluntad de evitar las tácticas de divide y vencerás a las que sabemos que nos podemos enfrentar”, ha incidido este martes Von der Leyen, solo unas semanas después de su viaje a Pekín junto al líder francés. “Ya hemos visto en los últimos días y semanas esas tácticas en acción”, ha remachado ante el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo.

China marca cada vez más la agenda en Occidente. Este martes, los siete países industrializados han reclamado a Pekín que se abstenga de “amenazas, coacción, intimidación o uso de fuerza” contra Taiwán y se oponen “a cualquier intento unilateral de cambiar el statu quo por la fuerza o la coacción” en el mar del Este y del Sur de China. “Reafirmamos la importancia de la paz y la estabilidad a través del estrecho de Taiwán como elemento indispensable para la seguridad y la prosperidad de la comunidad internacional”, dicen en una resolución.

En una entrevista concedida en el avión de regreso de China, después de tres días de visita de Estado por el país y largas horas departiendo con el presidente chino, Xi Jinping, Macron marcó distancia con la política estadounidense y rechazó el “seguidismo” europeo de Washington ante las tensiones crecientes por Taiwán. Sus palabras desataron una polvareda entre quienes, a ambos lados del Atlántico, defienden posturas más duras frente a Pekín, y han mostrado algo parecido a una brecha entre las distintas sensibilidades del club comunitario en el modo en que deben regirse las relaciones con China.

La declaración del G-7, que firman los ministros de Exteriores de Estados Unidos, Japón, Canadá, el Reino Unido, Francia, Italia y Alemania, además del alto representante de la UE para la Política Exterior, Josep Borrell, subraya la solidaridad entre los miembros del club y trata de sellar cualquier vía de agua endureciendo el tono frente a la superpotencia asiática: “No hay base legal para las expansivas reclamaciones marítimas de China en el mar de China Meridional, y nos oponemos a las actividades de militarización de China en la región”.

Queja de China ante Japón

La cita en Japón ha desatado una contundente respuesta por parte de Pekín, que ha acusado al G-7 de elaborar unas conclusiones “llenas de arrogancia, sesgo y malicia contra China”, según Wang Wenbin, portavoz de Exteriores chino, en una comparecencia rutinaria. En ella ha subrayado la oposición “firme” de Pekín frente a la reunión y ha asegurado que ha presentado una queja al país anfitrión de la cita, Japón, según ha recogido Efe.

El comunicado del G-7 es un repaso al estado del globo: de Afganistán al reciente estallido de violencia en Sudán, y por supuesto se mete en el principal charco que enfanga las relaciones internacionales: la declaración condena una vez más “en los términos más enérgicos posibles” la invasión rusa de Ucrania, que considera “una grave violación del derecho internacional, incluida la Carta de las Naciones Unidas”, el mismo instrumento de derecho internacional (vinculante para los miembros de la ONU) cuyos “principios” también recuerda a Pekín. Los miembros del club han reiterado su compromiso de “intensificar las sanciones contra Rusia, coordinarlas y aplicarlas plenamente” y de contrarrestar cualquier intento de eludirlas. Y tachan de inaceptables la “retórica nuclear irresponsable” de Moscú y su amenaza de desplegar armas nucleares en Bielorrusia.

El G-7 también muestra su preocupación por “la expansión en curso y acelerada del arsenal nuclear de China” y reclama “mayor transparencia” a Pekín en este campo. Pero a la vez ofrece una mano tendida hacia la superpotencia asiática, al reconocer la importancia de entablar un “diálogo franco con China” y la necesidad de “colaborar” y de “trabajar juntos” ante los retos mundiales.

El paralelismo entre el conflicto en Europa y la situación en la región asiática flota en el comunicado. El ministro de Exteriores japonés, Yoshimasa Hayashi, lo ha recordado en una comparecencia tras concluir el encuentro: “La seguridad de Europa y la seguridad del Indo-Pacífico son inseparables”, ha dicho. “Ucrania hoy podría ser Asia Oriental mañana”, ha añadido.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, habla en el debate sobre China ante el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo, este martes. FREDERICK FLORIN (AFP)

La Unión Europea no tiene una postura común sobre una China que ha caminado desde la era de la reforma y apertura económica hacia una nueva era de control y seguridad, ha destacado Von der Leyen en el Parlamento Europeo, donde ha repetido las advertencias sobre Taiwán emitidas por el G-7. La jefa del Ejecutivo comunitario ha hablado a los eurodiputados de la necesidad de dotarse de instrumentos de defensa comercial frente a los movimientos de Pekín para fomentar la dependencia de otros países de su industria y sus suministros.

La polémica por los comentarios de Macron ha hecho que algunas voces aseguren que Pekín se ha apuntado un tanto. El líder del Partido Popular Europeo, Manfred Weber, ha criticado duramente al presidente francés. Pero la jefa del Ejecutivo comunitario ha defendido su viaje a Pekín con Macron. Y ha reiterado que las relaciones de China con Rusia —muy estrechas; y con Moscú cada vez más dependiente de Pekín— y la actitud de Pekín en torno a la guerra del Kremlin en Ucrania —invasión que no ha condenado— marcarán las relaciones con la UE. Uno de los puntos principales del viaje de Von der Leyen y Macron a Pekín era lograr que el todopoderoso líder chino, Xi Jinping, conversase con el ucranio Volodímir Zelenski. El presidente chino no ha llamado a su homólogo ucranio desde antes de que el ruso Vladímir Putin, con el que sí se ha visto, lanzase la invasión a gran escala hace casi 14 meses.

La Unión Europea ha aprendido por las malas la lección de Rusia, un país con el que muchos querían templar ánimos hasta poco antes de la invasión. Moscú trató de explotar esas divisiones internas maniobrando para no considerar a la UE como un interlocutor válido: en su lugar, apostaba por relaciones bilaterales con cada país. Von der Leyen ha pedido revisar la estrategia de la UE sobre China y adaptarla a los tiempos.

El mundo ha cambiado mucho desde que en 2019 la Unión definiera su vínculo con Pekín primero como un “socio estratégico”; después, competidor y, por último, rival sistémico. Ahora, cada vez hay más voces que reclaman rediseñar esa fórmula para enfatizar el papel de competidor de Pekín y avanzar hacia el objetivo de desprenderse de la dependencia económica del gigante asiático. Es muy probable que en la próxima cumbre de jefes de Estado y de Gobierno las relaciones con China ocupen un lugar en la mesa de debate.

Será un tema divisivo. Este martes, el alto representante para Política Exterior y Defensa, Josep Borrell, ha reconocido que la relación con China es “compleja” debido a los diferentes intereses de los Estados miembros. “Tenemos que alinear nuestras posiciones y expresarlas no con una sola voz, porque tenemos multiplicidad de voces”, ha dicho en Estrasburgo. “Pero sí como un coro bien afinado, con muchas voces pero procurando decir lo mismo o, al menos, en la misma longitud de onda”, ha añadido.

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