Xi Jinping afianza su poder en un Congreso en el que el expresidente Hu Jintao es obligado a abandonar la sala antes de las votaciones

Las autoridades chinas no dan explicaciones sobre el incidente, que podría deberse a una purga. Las búsquedas sobre la inusual escena no arrojan ningún resultado en un país en el que internet es habitualmente censurado

El presidente de China, Xi Jinping, a la izquierda, miraba al antiguo presidente Hu Jintao, cuando era escoltado para abandonar la ceremonia de clausura del XX Congreso del Partido Comunista, este sábado en Pekín.Foto: K. Frayer (getty) | Vídeo: Reuters

Pocas veces las pugnas políticas suceden en China a cara descubierta. Pero este sábado, el XX Congreso del Partido Comunista —el que estaba destinado a elevar al actual líder, Xi Jinping, a unas cotas de poder solo alcanzadas en la República Popular por Mao Zedong— ha arrancado con una imagen insólita cargada de simbolismo sobre el final de una época y el principio de otra. El expresidente Hu Jintao, de 79 años, que comandó el país en la década previa a Xi, cercano al saliente primer ministro, Li Keqiang, ha sido visiblemente...

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Pocas veces las pugnas políticas suceden en China a cara descubierta. Pero este sábado, el XX Congreso del Partido Comunista —el que estaba destinado a elevar al actual líder, Xi Jinping, a unas cotas de poder solo alcanzadas en la República Popular por Mao Zedong— ha arrancado con una imagen insólita cargada de simbolismo sobre el final de una época y el principio de otra. El expresidente Hu Jintao, de 79 años, que comandó el país en la década previa a Xi, cercano al saliente primer ministro, Li Keqiang, ha sido visiblemente forzado a abandonar el escenario, a pesar de oponer resistencia.

El forcejeo ha ocurrido justo antes de las votaciones del partido, ante la atónita mirada de la prensa. Hu, sentado a la izquierda del actual líder, ha sido invitado a dejar la escena. Al resistirse, dos funcionarios lo han forzado a levantarse. Ha amagado con volver a sentarse, ha cruzado una tensa mirada con Xi, y ha sido finalmente guiado fuera de la sala. En un principio, no se ha dado ninguna explicación sobre su mutis, y una de las hipótesis podría ser su estado de salud, dada su avanzada edad. Pero inmediatamente después del incidente, cualquier consulta digital relacionada con el incidente no arrojaba ningún resultado en los motores de búsqueda de China, donde internet es habitualmente censurada.

Casi 12 horas después, la agencia oficial Xinhua ha asegurado en Twitter que, según ha podido saber uno de sus reporteros, la ausencia se ha debido a una indisposición. “Cuando no se ha sentido bien durante la sesión, su personal, por su salud, le ha acompañado a una habitación próxima al lugar de la reunión para que descansara. Ahora se encuentra mucho mejor”.

Su silla vacía junto al actual mandatario, un hueco a lo largo de toda la ceremonia, es un resumen de las últimas dos décadas del país: un crecimiento explosivo unido a la apertura al mundo de la primera época, el giro hacia la concentración de poder en una sola persona y la creciente presencia del partido en todos los ámbitos de la vida en la segunda. En su discurso inaugural, la semana pasada, Xi cargó contra la laxitud de la década de Hu, en la que “con demasiada frecuencia [...] se ignoraban las leyes” y había “patrones de pensamiento erróneos, como el culto al dinero, el hedonismo, el egocentrismo y el nihilismo”. Él, vino a decir, ha puesto solución a estos problemas.

Una de las reformas de este Congreso se centra en la relectura de la época de Hu, cuyos críticos suelen denominar la “década perdida”. El partido ha acordado incluir preceptos que garanticen “que los funcionarios no tengan la audacia, la oportunidad o el deseo de volverse corruptos”. Desde 2012, cuando Xi desembarcó al frente del poder, las autoridades han desplegado una campaña anticorrupción sin precedentes; según diversos analistas, estas purgas también han supuesto la práctica eliminación de facciones rivales, lo que ha ayudado a Xi a embridar su liderazgo y pavimentar el camino hacia un tercer mandato. En la última década, se han investigado más de 4,6 millones de casos de corrupción de funcionarios, según desveló esta semana Xiao Pei, vicesecretario de la temida Comisión Central de Disciplina. Entre ellos, hay 553 cargos de rango viceministerial o superior.

Un buen número de dirigentes de la época Hu han sido sentenciados. Entre ellos destaca el todopoderoso exministro de Seguridad Pública Zhou Yongkang, condenado en 2015 a cadena perpetua por aceptar sobornos, abusar de su poder y filtrar intencionadamente secretos de Estado, convirtiéndose en el cargo de mayor nivel juzgado en el gigante asiático en décadas. Había servido hasta 2012 a las órdenes del expresidente Hu, pero abandonó el puesto en el Comité Permanente con la llegada de Xi; también había estrechado lazos con otra de las estrellas en ascenso del partido que podrían haber hecho sombra, en su momento, al actual líder: Bo Xilai, también sentenciado a cadena perpetua en 2013.

En 2016, en otro golpe anticorrupción, también fue sentenciado a cadena perpetua Ling Jihua, antigua mano derecha del expresidente Hu. Era uno de los representantes más destacados de la Liga Juvenil del Partido Comunista de China, una de las facciones con mayor poder dentro del partido.

Uniendo los puntos es posible trazar una línea hasta la silla vacía de Hu de este sábado, aunque es probable que lo realmente sucedido permanecerá tras la opaca bruma del partido. Scott Kennedy, analista del Center for Strategic and International Studies, con tres décadas de experiencia sobre el terreno en China, dice al teléfono desde Washington que es muy difícil saber si se trata de un acto “preparado”. Pero cree que un hecho así no encaja con el “procedimiento estándar” de una ceremonia en la que cada instante, cada gesto, está “altamente guionizado”. En su opinión, la gran pregunta es qué significa un episodio así cuando Xi ya ha cimentado de forma objetiva su poder. Y cuando todo apunta a que el próximo Comité Permanente, cuya composición se desvela este domingo, supondrá un “barrido completo” por parte del actual líder. “Aquí todo está calculado al milímetro. Y más lo que ocurre delante de la prensa extranjera”, añade una fuente diplomática europea establecida en Pekín.

Necesidad de alinearse con el líder

Entre los elegidos, igual que entre el resto de la militancia, una cosa estará clara: la necesidad de alinearse con el líder. En el alambicado lenguaje de las enmiendas propuestas este sábado: “Todos los miembros del Partido deben [...] defender más concienzudamente la posición central del camarada Xi Jinping en el Comité Central del Partido y en el Partido en su conjunto [...], aplicar plenamente el Pensamiento Xi Jinping sobre el Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era, y seguir de cerca al Comité Central del Partido con el camarada Xi Jinping en el centro del pensamiento, la postura política y la acción”.

Xi ya era antes de este Congreso el hombre con más poder de China. Pero este sábado ha logrado elevarse otro peldaño más hasta lo alto del panteón de los líderes de la República Popular, confirmando su control total en la cúspide. Los cerca de 2.300 delegados de la cita más importante del partido han decidido “por unanimidad” cincelar en la Constitución (o estatutos) del partido varios preceptos que entronan al actual líder como “núcleo” de la mayor agrupación marxista sobre la faz de la Tierra y encuadran su “pensamiento” como guía rectora, siguiendo la trayectoria iniciada hace cinco años.

El dirigente acaricia, además, un tercer mandato sin precedentes, a la espera de que sea oficialmente confirmado como secretario general el domingo. Será ese día cuando se desvelen los siete nombres del nuevo Comité Permanente, el máximo órgano de poder del partido. Este paso le abriría las puertas a revalidar también el cargo de presidente de la segunda potencia del planeta en marzo, después de una reforma constitucional alicatada en 2018 en la que se eliminó el límite a los dos mandatos en la jefatura del Estado.

Tras la ceremonia de clausura del XX Congreso se ha desvelado la composición del nuevo Comité Central, el tercer órgano en el escalafón jerárquico. Los 205 miembros titulares elegidos no dejan dudas sobre la continuidad de Xi en el poder y de la afinidad de quienes le acompañen en lo más alto en su tercer mandato. En la primera sesión plenaria del organismo, prevista para el domingo, el Comité Central decidirá los escalones superiores de la pirámide del partido: el nuevo Politburó —25 miembros— y el nuevo Comité Permanente —los siete de la cúspide, con Xi al frente—.

Caída de Li Keqiang y Wang Yang

Entre quienes ya no figuran entre los 205 elegidos se encuentran el actual primer ministro, Li Keqiang —considerado un contrapeso de Xi, pero a la vez uno de los premier con menor pegada de las últimas décadas—, y Wang Yang, presidente de la Conferencia Consultiva, el principal órgano asesor político de la República Popular. Su ausencia del listado abre cuatro huecos (de siete) en el Comité Permanente, algo que los analistas interpretan como una posibilidad de que Xi coloque a en el máximo órgano de poder a personas leales, dejando de lado a facciones rivales.

En el discurso con el que se ha puesto el broche al Congreso, el líder ha alabado un partido centenario, pero “en la flor de la vida”, cuyos éxitos “son inconmensurablemente brillantes”. También ha animado a sus 97 millones de militantes a “ir audaces a la lucha y al triunfo”. Los delegados también han dado su visto bueno sin fisuras a la inclusión por primera vez de una referencia explícita a la disuasión de “los separatistas que buscan la independencia de Taiwán” en la Constitución del partido. Y han adoptado la inclusión en el texto de puntos sobre “el fortalecimiento” del Ejército de Liberación Popular, el fomento de su “lealtad política”, y su conversión en unas fuerzas armadas “de primer orden mundial”.

En el momento de votar las reformas, los cerca de 2.300 delegados han alzado la mano a favor como si corriera una ola por el Gran Salón del Pueblo. Luego, Xi ha preguntado si había alguna objeción. “¡No hay!”, le han respondido hasta seis veces los principales líderes del partido. El séptimo en hablar ha sido él: “No hay”.

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