El largo y complejo viaje de los 250 millones de “vacunas latinoamericanas” de AstraZeneca

El ambicioso acuerdo entre el sector privado y los Gobiernos de México y Argentina apenas rebasa los 70 millones de dosis terminadas, menos de la mitad de lo que se prometió, aunque los socios defienden que hay razones para el optimismo

Trabajadores de Liomont en la planta de México que produce la vacuna de Astra Zeneca, en febrero pasado.GOBIERNO DE MÉXICO

El anuncio llegó en un momento crítico. Era un mundo confinado y sin vacunas aprobadas, menos aún aplicadas. La pandemia había desatado una nueva carrera geopolítica entre las potencias y el resto parecía condenado a esperar en el reparto de las primeras dosis para combatir a la covid-19. Todo eso cambió en la segunda semana de agosto de 2020. Los Gobiernos de México y Argentina presentaron un acuerdo para producir en conjunto entre 150 y 250 millones de dosis del fármaco de ...

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El anuncio llegó en un momento crítico. Era un mundo confinado y sin vacunas aprobadas, menos aún aplicadas. La pandemia había desatado una nueva carrera geopolítica entre las potencias y el resto parecía condenado a esperar en el reparto de las primeras dosis para combatir a la covid-19. Todo eso cambió en la segunda semana de agosto de 2020. Los Gobiernos de México y Argentina presentaron un acuerdo para producir en conjunto entre 150 y 250 millones de dosis del fármaco de AstraZeneca, uno de los prototipos más avanzados que había entonces. El pacto, una colaboración sin precedentes que incluía también a la fundación del magnate Carlos Slim y a los laboratorios Liomont y mAbxience, no solo beneficiaría a ambos países, además potenciaría su distribución en toda Latinoamérica. Después de 15 meses, sin embargo, se han terminado apenas alrededor de 70 millones de dosis, menos de la mitad del mínimo prometido.

“Es una gran noticia que México y Argentina sean los puntos referenciales en la producción de esta vacuna y que sea una solución para el continente”, dijo Alberto Fernández, el presidente argentino, el 12 de agosto del año pasado. “Es un gran alivio para el futuro, pero no es una solución para el presente”, matizó el mandatario, en un mensaje cargado de entusiasmo por la posibilidad de abrir una vía equitativa de acceso a la vacuna en una de las regiones más desiguales del mundo, gracias a un pacto sin ánimo de lucro.

El anuncio oficial llegó un día después con Andrés Manuel López Obrador, representantes de la farmacéutica y los secretarios de Salud y Relaciones Exteriores. “Es realmente algo excepcional que nos va a ayudar mucho a que se mantenga la esperanza”, declaró el presidente mexicano. “En el 2021 esperamos hacer 250 millones de dosis”, dijo Sergio Valentinotti, director de Ciencias de la Vida de Liomont, en una conferencia de prensa dos semanas después de la presentación del acuerdo.

Las expectativas fueron altas desde el principio. “Este acuerdo lo que le permite a Latinoamérica y a Argentina, particularmente, es acceder entre 6 y 12 meses antes a la vacuna”, dijo Fernández. AstraZeneca se pensó como el puntal de la estrategia mexicana contra la covid, al cerrar un contrato por 77,4 millones de dosis, más que con cualquier otra farmacéutica. Argentina, por su parte, fue el segundo país del mundo en autorizar la aplicación del fármaco. El prototipo de Astra, sin embargo, no fue el primero que llegó a ambos países. México recibió el primer embarque latinoamericano de Pfizer el 23 de diciembre y la rusa Sputnik V fue la primera en llegar a Argentina, en la pasada Nochebuena.

Entonces se preveía “disponer de la vacuna a partir del primer trimestre del año próximo [2021]”, según dijo López Obrador. Pero ese pronóstico no se cumplió. El laboratorio argentino hizo su parte desde el inicio y envió desde enero el equivalente en granel a seis millones de dosis. La contraparte mexicana, sin embargo, se enfrentó a una serie de retrasos por una crisis mundial de suministros y por procesos de certificación de las autoridades sanitarias que hicieron que millones de vacunas se quedaran guardadas en almacenes en pleno pico de contagios en el país.

Dos trabajadoras del laboratorio de mAbxience en Argentina, el año pasado.AGUSTIN MARCARIAN (Reuters)

“Liomont tiene unos laboratorios excelentes y ha hecho todo lo que debía hacerse, pero se ha topado con un problema planetario que sufren también en Europa: hay mucha demanda de insumos y poca oferta”, comentó en febrero pasado el argentino Hugo Sigman, la cabeza de mAbXience. Las tensiones cruzaron las fronteras. “Tenemos un gran problema que se llama AstraZeneca”, lamentó el entonces canciller argentino Felipe Solá a finales de abril. En Argentina, el tema se volvía de a poco una olla de presión contra el Gobierno de Fernández, por privilegiar el pacto de la “vacuna latinoamericana” en vez de buscar soluciones con las farmacéuticas estadounidenses. Las autoridades del país sudamericano se reunieron entonces con representantes de la farmacéutica para exigir explicaciones, quienes a la postre admitieron los retrasos.

“Garantizar los suministros fue el primer gran obstáculo que vencimos”, cuenta Valentinotti. El directivo de Liomont comenta que, al margen de lo que se podía interpretar en la prensa, las relaciones con los socios argentinos siempre han sido buenas. El principal problema fueron los insumos que venían de Estados Unidos, blindados por leyes proteccionistas y de seguridad nacional, un contratiempo que tuvo que ser superado con gestiones del Gobierno. “Productores en Estados Unidos como Pfizer, Janssen o Moderna eran los que acaparaban todo esto”, recuerda Valentinotti, aunque dice que los problemas en la cadena de producción “están completamente superados”.

“Hubo mucha presión en algún momento porque con la pandemia todos queríamos una vacuna”, admite Valentinotti. El laboratorio Liomont explica que hubo “un desfase” de un par de meses en los tiempos previstos debido a la transferencia tecnológica, la reconversión de la planta y la curva de aprendizaje. “El plan original era poder llegar a los 150 [millones] en un año o durante el primer trimestre del año siguiente”, dice sobre el ajuste de las previsiones de entrega. El ritmo de producción es de 18 millones de dosis al mes. “Si eso lo hubiéramos logrado desde el principio, el proyecto ya habría concluido”, concede, aunque el pronóstico es que para febrero o marzo se llegue a la meta.

El canciller mexicano, Marcelo Ebrard (derecha), y el presidente de Argentina, Alberto Fernández, se saludan durante la visita al laboratorio de Liomont, el 22 de febrero.Esteban Collazo (EFE)

“Ha sido un proceso muy complejo para todos, pero el balance final es positivo porque vamos a recibir las dosis que nos comprometieron”, asegura Martha Delgado, la subsecretaria mexicana encargada de buscar el acceso a las vacunas con las farmacéuticas. Delgado sostiene que el Gobierno no tuvo nada que ver con los retrasos, que ningún funcionario fijó un plazo para llegar a la meta de producción y que la responsabilidad final recae en los socios privados del acuerdo.

“En realidad, hasta donde yo recuerdo, los 150 millones no estaban acotados a un año en particular y todavía no acaba ese año desde que inició la producción de vacunas”, comenta la subsecretaria y argumenta que no se puede ser tan tajante sobre los plazos porque depende a partir de cuándo se empiece a contar. “Lo que nos interesa en México en primer lugar es fortalecer la manufactura de vacunas en el país y eso lo logramos, y en segundo, tener la capacidad de aliarse y complementarse con las manufacturas de otros países”, dice Delgado; “el de AstraZeneca fue el primer ejercicio de este tipo”.

A pesar de que en el anuncio los gobiernos fueron protagonistas, su papel se centró en aportar el “capital de riesgo” con acuerdos de precompra, el pago parcial por 77,4 millones de dosis de México y 22,4 millones de dosis de Argentina. También hubo una colaboración entre las agencias regulatorias de ambos países para agilizar la producción y un acompañamiento del proceso.

El primer lote, compartido por ambos países, se liberó finalmente en la última semana de mayo. “Ya se tiene la producción, después de un largo, complejo y azaroso proceso”, dijo el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, durante ese anuncio. Hasta la segunda semana de noviembre, México había recibido de Liomont 35,6 millones de dosis producidas en su territorio, refiere la Cancillería. Actualmente, el país tiene un número similar de dosis de AstraZeneca terminadas en la planta local que las que importó de otros países.

Fuentes del ministerio de Salud de Argentina, en tanto, informan de que recibieron 20,5 millones de los 22,4 millones de dosis comprometidas por AstraZeneca, pero no pueden precisar si todas salieron de Liomont. “Estamos hablando de todo AstraZeneca, que incluye las dosis del laboratorio Liomont envasadas en México y las de Amlyn Ohio, envasadas en Estados Unidos. Nosotros no tenemos contrato con México, el contrato es con AstraZeneca, que puede entregarnos de cualquier laboratorio que este presentado y aprobado ante ANMAT” , la oficina estatal que aprueba el uso público de los medicamentos, precisa la misma fuente del ministerio argentino.

La distribución de los más de 70 millones de dosis que se han fabricado hasta ahora está oculta por las cláusulas de confidencialidad de los contratos entre Astra y los Gobiernos de cada país. Son datos que las propias autoridades mexicanas y Liomont aseguran que desconocen. “Son contratos entre privados, no son dosis envasadas por el Gobierno de México”, agrega Delgado. AstraZeneca, el único socio que tiene esa información, declinó una solicitud de entrevista para este reportaje, al igual que la Fundación Carlos Slim.

A grandes rasgos, la mitad se ha quedado en México y el resto ha salido hacia Latinoamérica. “Sabemos que ha habido [embarques] a Argentina, Colombia, Perú, a varios países de Centroamérica y además ha habido donaciones de parte del Gobierno mexicano”, comenta Valentinotti. Esas donaciones suman casi 1,3 millones de dosis a siete países de la región: Paraguay, Belice, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras y Jamaica. Esas donaciones salieron de la planta de Liomont, de acuerdo con la Cancillería mexicana.

A estas alturas, los países que impulsaron el acuerdo, al menos, ya no tienen problemas en la disponibilidad de vacunas, en parte por aumentar sus capacidades de producción local y por diversificar su portafolio de opciones. En el incierto terreno de los boosters, las terceras dosis y los refuerzos que se requerirán en los próximos meses, Delgado adelanta que el Gobierno mexicano está en negociaciones para producir el fármaco de Pfizer, aunque son incipientes. Además de Astra, México tiene un acuerdo similar con China para envasar en su territorio la vacuna de CanSino y un laboratorio mexicano anunció que iba a hacer lo mismo con la Sputnik V, aunque ese proceso no ha avanzado.

Argentina, en tanto, ha podido avanzar en la manufactura de la Sputnik V a través de Laboratorios Richmond. Ya cuenta con cinco millones de dosis entregadas para consumo interno, gracias a un acuerdo de transferencia de tecnología con los creadores de la vacuna rusa. Richmond, de capitales locales, logró además financiación por 85 millones de dólares, una cifra inimaginable dentro del oscuro panorama económico argentino, para la construcción de una nueva planta con capacidad para fabricar hasta 500 millones de dosis al año.

“La gran noticia para nosotros es que podemos fabricar la vacuna para el país y América Latina aquí, en México”, dice Valentinotti. Los participantes del acuerdo coinciden en que el viaje ha sido complejo, pero que los atolladeros se han destrabado y abren la puerta a que continúe la colaboración. “No pensamos en cuándo se va a terminar el acuerdo”, dice el ejecutivo de Liomont, “nuestro objetivo es seguir fabricando hasta que sea necesario”.

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