Fallece el expresidente de Argelia Abdelaziz Buteflika a los 84 años

El hombre fuerte dejó el poder en abril de 2019 bajo presión de los militares

El expresidente de Algeria, Abdelaziz Buteflika, en una imagen de 2014. En vídeo, perfil del exmandatario.Vídeo: FAROUK BATICHE / AFP / EPV

Abdelaziz Buteflika, presidente de Argelia entre 1999 y 2019 falleció este viernes a los 84 años de edad, cuando ya llevaba varios años sin dar señales de vida. La televisión pública emitió en la madrugada del sábado un comunicado de la presidencia en el que se anunció la muerte sin concretar su causa. Desde que sufrió un derrame cerebral en abril de 2013, con 76 años, nunca pronunció un discurso en público. En Argelia mucha gente le llamaba La Momia. Casi siempre aparecía en sillas de rueda y cada cierto tiempo se filtraba que Arg...

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Abdelaziz Buteflika, presidente de Argelia entre 1999 y 2019 falleció este viernes a los 84 años de edad, cuando ya llevaba varios años sin dar señales de vida. La televisión pública emitió en la madrugada del sábado un comunicado de la presidencia en el que se anunció la muerte sin concretar su causa. Desde que sufrió un derrame cerebral en abril de 2013, con 76 años, nunca pronunció un discurso en público. En Argelia mucha gente le llamaba La Momia. Casi siempre aparecía en sillas de rueda y cada cierto tiempo se filtraba que Argelia buscaba un sucesor o que la muerte de Buteflika era inminente.

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La última vez que Buteflika habló en público fue el 8 de mayo de 2012. Desde que sufrió el derrame cerebral no acudía a las cumbres internacionales y se cancelaban a última hora visitas de jefes de Estado. Sus mensajes se difundían por escrito. En las raras ocasiones en las que aparecía en un vídeo grabado no se le oía su voz. Todo lo relacionado con la salud del presidente se convirtió desde entonces en un misterio.

Todo el mundo sabía que desde 2013 quien actuaba en su nombre era Said Buteflika, el menor de sus nueve hermanos. Y que, en realidad, los Buteflikas y sus aliados estaban subordinados al poder de los generales del Estado Mayor. Todo el mundo conocía la farsa. Pero el clan y los generales quisieron mantenerla. Y en 2019 presentaron a Buteflika para postularse a un quinto mandato en las presidenciales. Aquello colmó la paciencia de los argelinos.

Millones de personas se echaron a la calle de forma inédita el 22 de febrero de aquel año. Había nacido el hirak argelino, un movimiento que aunque debilitado, dividido y brutalmente reprimido, sigue luchando hoy en día por una verdadera democracia en Argelia. Los activistas del hirak protestaron viernes tras viernes hasta que los militares se vieron obligados a forzar la dimisión de Buteflika el 2 de abril de 2019. Fue una salida humillante para un hombre muy orgulloso.

Dos días después de su dimisión, Buteflika –o quien actuara en su nombre– pidió perdón a los argelinos a través de una carta escrita en árabe. Se excusó por “todo incumplimiento” cometido contra su pueblo, aunque alegó haber sido “sincero”. Y añadió: “A partir de hoy soy un simple ciudadano, pero eso no impide que yo esté orgulloso de que Argelia haya iniciado el siglo XXI en una situación mejor y que yo me felicite por los progresos notables realizados en todos los dominios a favor del pueblo argelino”.

El régimen de los militares emprendió entonces una caza contra el clan Buteflika. Su hermano Said fue condenado a 15 años de cárcel por “socavar la autoridad del Ejército” y “conspirar contra la autoridad del Estado”. Lo mismo ocurrió con los los hermanos Kuninef, los empresarios que financiaban las campañas de Buteflika y con antiguos jefes de la inteligencia militar. Todos fueron juzgados y siguen en la cárcel. Sin embargo, el régimen mantuvo a Abdelaziz Buteflika a salvo de la justicia. Ha pasado los dos últimos años en su residencia de Zeralda, al oeste de Argel. Estuvo al cuidado de hermana Zhor, que le sirve de intendente desde hace 20 años, y rodeado de un equipo de médicos.

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La historia de Buteflika ha corrido en paralelo con la de Argelia. Nació en 1937 en la ciudad marroquí de Uchda, a cinco kilómetros de la frontera con Argelia, aunque su biografía oficial no mencionaba el lugar de nacimiento. Fue el segundo hijo de un total de cinco hermanos, una hermana y tres hermanastras. Cuando comenzó la guerra de la independencia tenía 17 años. Y 25 cuando el país alcanzó la independencia. En 1956, con 19 años, cruzó la frontera desde Marruecos para unirse al Ejército Nacional Popular contra Francia. Al terminar el conflicto, en 1962, fue nombrado ministro de Juventud, Deportes y Turismo. Con 26 años se convirtió en el ministro de Exteriores más joven del mundo y permaneció en el cargo 15 años. Desde entonces, apenas se bajó del coche oficial.

Le gustaba cultivar una imagen de dandi y nunca tuvo hijos que reconociera oficialmente. En 1981 el Tribunal de Cuentas del Estado le acusó de malversación de fondos. Así que, rápido de reflejos en 1983 inició un exilio por Emiratos Árabes Unidos, Francia y Suiza, para regresar al país en 1990, con 53 años.

Los militares argelinos, apoyados por Occidente, perpetraron un golpe militar, tras la victoria del Frente Islámico de Salvación (FIS) en la primera vuelta de las legislativas de 1992. A raíz del golpe sobrevino una guerra civil. Con la guerra, el asesinato masivo de civiles por parte de los grupos islamistas y también del Ejército. Y tras cerca de 200.000 víctimas mortales, la jerarquía militar se vio en la necesidad de mejorar la imagen del Estado ante el mundo y depositó su confianza en un civil que entonces tenía 62 años, fama de hábil negociador y reconocimiento internacional.

Buteflika se presentó a las elecciones de 1999 como independiente, pero dependía totalmente de los militares. En aquellas presidenciales fue el único de los candidatos que disponía de un Boeing 737 para recorrer un país casi cinco veces mayor que España. No era un orador brillante, pero consiguió que su mensaje calase. Ante un público formado a veces por cientos de campesinos iletrados Buteflika hablaba de reconciliación y de unidad nacional citando a Voltaire, Rousseau y Montesquieu.

Venció en las presidenciales de 1999 y en la de 2004. La ley limitaba el poder del presidente a dos mandatos. Así que cambió la ley, derogó el artículo 74 de la Constitución que le impedía mantenerse en el poder. Poco a poco fue deshaciéndose tanto de sus mentores como de sus principales enemigos, de todos los que manejaban en la sombra los principales hilos del país. Al cabo de cuatro mandatos consecutivos Buteflika se convirtió en el presidente que más años se mantuvo al frente del país y el que más poder acaparó desde que Argelia consiguiera la independencia. Pero siempre hubo algún general por encima de él.

Es difícil encontrar hoy en día en Argelia a alguien que hable bien de Buteflika. Los miembros del clan siguen en la cárcel y el hirak lo vio como un pelele de los militares. Sin embargo, sus defensores esgrimen que Butef, como le llamaban, garantizó 20 años de paz y estabilidad.

Después de la guerra civil, Buteflika se las arregló para indultar a muchos yihadistas, incorporar a unos islamistas a las esferas políticas y económicas y diluir así su fuerza. En 2001, cuando la primavera árabe barrió a casi todos los autócratas del norte de África, Buteflika aplacó a la juventud en paro con créditos repartidos con suma facilidad y sin ningún compromiso de pago.

Para sus defensores, Buteflika no fue solo el hombre que instauró la paz, sino el que impulsó la construcción de grandes infraestructuras en el país, el que puso a Argelia en el mapa de las relaciones internacionales, el que supo mantener buenas relaciones con Francia, Rusia y Estados Unidos, y el que preservó una política social que siempre buscó favorecer a los más necesitados. Y todo ello, sin necesidad de endeudarse en el exterior, algo de lo que el régimen siempre ha presumido. Para sus detractores, Buteflika fue un autócrata sin coraje para abordar las reformas liberales que exigía la economía del país, demasiado dependiente de los combustibles, que no supo aprovechar los años de bonanza con los precios del petróleo en alza, que no instauró medidas de transparencia para combatir la corrupción endémica. Un autócrata que no supo retirarse a tiempo.

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