“Chile tiene una cultura en la que persiste el clasismo y genera resentimiento y violencia”
El historiador chileno Iván Jaksic analiza en esta entrevista con EL PAÍS los desafíos de su país, a horas de la elección de los 155 constituyentes
El historiador chileno Iván Jaksic (Punta Arenas, 1954), Premio Nacional de Historia 2020, reflexiona sobre las causas de las revueltas sociales que estallaron en su país en octubre de 2019 y la salida política con la que se intentó encauzar la crisis: el cambio de la Constitución. A horas de la elección de este fin de semana, donde 14,7 millones de ciudadanos están convocados a las urnas para elegir a los 155 redactores del nuevo t...
El historiador chileno Iván Jaksic (Punta Arenas, 1954), Premio Nacional de Historia 2020, reflexiona sobre las causas de las revueltas sociales que estallaron en su país en octubre de 2019 y la salida política con la que se intentó encauzar la crisis: el cambio de la Constitución. A horas de la elección de este fin de semana, donde 14,7 millones de ciudadanos están convocados a las urnas para elegir a los 155 redactores del nuevo texto, el académico se muestra prudente: “Se han generado expectativas muy altas respecto del cambio que pueda significar la Constitución”, asegura en esta conversación por videoconferencia, en una ciudad como Santiago de Chile que funciona a medias por la pandemia de la covid-19.
Pregunta. ¿Qué le ocurrió a Chile desde el retorno a la democracia, en 1990?
Respuesta. La transición fue un gran triunfo de los valores democráticos, pero la situación era muy delicada, con Augusto Pinochet todavía al mando del Ejército, con una derecha suspicaz y agresiva apoyada por un sistema electoral sesgado que le daba mayoría en el Congreso y una Constitución autoritaria con enclaves democráticos.
P. ¿Se avanzó “en la medida de lo posible”, como explicaba el presidente Patricio Aylwin (1990-1994)?
R. Era difícil avanzar hacia una democratización más profunda, sobre todo cuando las prioridades eran la recuperación económica y una política de derechos humanos que requería un enorme cuidado para no precipitar otra intervención militar. Esto, a largo plazo, fue crecientemente visto por las nuevas generaciones como una claudicación, una cautela excesiva, una democratización trunca.
P. ¿Cómo se explica el malestar que explotó en las revueltas de octubre de 2019?
R. En parte por las condiciones de la transición, pero también en parte por transformaciones globales en donde los valores y las instituciones de representación democrática han ido perdiendo terreno. También hay situaciones concretas, como el creciente costo de la educación, la salud y la vivienda que llevaron a demasiadas familias al endeudamiento y a las nuevas generaciones a un escepticismo respecto de una efectiva meritocracia y sus oportunidades en el futuro. Los partidos políticos no renovaron su gente y sus valores; las instituciones, como la Iglesia Católica (que estaba muy prestigiada a comienzos de la transición), las colusiones empresariales, la oscura relación entre negocios y política, los escándalos de probidad en las Fuerzas Armadas, crearon un clima de abuso y corrupción. La lista es larga, pero la sensación principal es que las instituciones ya no son enteramente confiables.
P. ¿Cuáles son las demandas hoy de esta sociedad compleja?
R. Además de la igualdad ante la ley, lo que impera es la demanda por el reconocimiento de las identidades, ya sean individuales o grupales. Y muchas son justas, pero la institucionalidad y la cultura no han marchado al mismo ritmo o velocidad. Se han logrado cosas muy importantes en cuanto al reconocimiento de la diversidad, tanto así que la convención constituyente será paritaria, pero en otros ámbitos las reformas no han logrado convencer.
P. ¿Qué ocurre con los jóvenes? Desde las revueltas ha quedado en evidencia un quiebre generacional…
R. Ha predominado la impaciencia, sobre todo en las generaciones más jóvenes, las que además viven en un mundo tecnológico casi impensable 30 años atrás. Hay situaciones nuevas, como el narcotráfico, que ha hecho estragos en las poblaciones con escasa infraestructura y protección policial. También, y muy importante, es la percepción de desigualdad incluso para aquellos sectores que salieron de la pobreza gracias a la democratización y al crecimiento económico.
P. En las protestas desaparecieron las banderas chilenas y predominaban otras, como la mapuche. ¿Cómo se lo explica?
R. Es un símbolo y una realidad. Los pueblos originarios, sobre todo en la Araucanía, han sufrido el abandono del Estado y el abuso de algunas grandes empresas nacionales y transnacionales. El pueblo mapuche tiene una historia de resistencia y, por lo mismo, se ha transformado en un símbolo nacional para gente que se siente discriminada. Aquí hay una tarea pendiente, que ningún Gobierno ha podido resolver. Está por verse si la representación que han obtenido los pueblos originarios en la convención constituyente será suficiente para redefinir y fortalecer los lazos con el Estado. Las banderas chilenas no han desaparecido, pero las cargas simbólicas han cambiado, como se ve en la destrucción de muchos monumentos a lo largo del país, tema por lo demás bastante global.
P. ¿Arranca un nuevo ciclo histórico en Chile con el camino constituyente?
R. Tengo mis dudas, porque la cultura democrática y participativa también se construye desde abajo, no solo desde un documento escrito. Una sociedad civil más fuerte es lo que se necesita, y para ello hay un camino constitucional, es cierto, pero también es necesario un fortalecimiento de las organizaciones ciudadanas y una mayor transparencia y responsabilidad por parte de las instituciones representativas. Lo que me parece muy importante es el acuerdo consensuado respecto de la paridad. Eso es muy probable que genere nuevas miradas a viejos problemas.
P. ¿Qué asuntos que le importan a la gente persistirán, a su juicio, incluso con la redacción de una nueva Constitución?
R. La percepción y sensación de desigualdad persistirán en Chile, incluso con una nueva Constitución. Aunque se mejoraran los salarios y aumentara el poder adquisitivo, siempre quedará el hecho de que a otros, sin merecerlo, les va mejor. El acceso a mayores y mejores oportunidades no cambiará sin una fuerte intervención del Estado y para eso se requieren consensos políticos.
P. ¿No era la Constitución el problema, entonces?
R. Es parte del problema, por su escasa legitimidad. Pero hay otros problemas, como el sistema electoral que conduce a la fragmentación de los partidos, la desigualdad, y los millones de personas que viven en condiciones precarias. También una cultura en la que persiste el clasismo y genera resentimiento y violencia.
P. ¿Cómo describiría la crisis múltiple que enfrenta Chile?
R. Como un ovillo enmarañado, lleno de espinas, que hay que desenredar con cuidado para hilar un nuevo tejido, más abrigador y resistente.
P. ¿Cuál sería hoy la salida, si la Constitución sola no apagará el conflicto?
R. Seguir buscando soluciones mediante acuerdos políticos. Con partidos tan pequeños que se disparan para cualquier lado es importantísimo generar consensos en torno a la convivencia democrática. Todavía hay sectores que no rechazan la violencia y, otros, que siguen protegiendo sus mal ganados privilegios.
P. ¿Observa un país hoy trizado?
R. Más que trizado, lo encuentro tratando de salir torpemente de una camisa de fuerza. Lo mejor sería respirar profundo, conocer cada vericueto de la tela y buscar la salida sin forzarla. Se puede hacer. Se encontraron soluciones en momentos igualmente difíciles en el pasado.
P. ¿Cuáles son las tareas pendientes de Chile?
R. Fortalecer la democracia, mejorar la convivencia, respetar las diferencias, retomar ciertos valores e instituciones republicanas, castigar más duramente la corrupción y la colusión, buscar puntos de encuentro humano y ciudadano. En suma, integrar. Y esto incluye integrar nuestras regiones mediante un mayor poder de decisión local.
P. ¿Existe el peligro de la desaparición de algunas instituciones, cuestionadas?
R. No lo veo, aunque algunas como el Tribunal Constitucional o el sistema presidencial se encuentran altamente cuestionadas. Este es un país que conquistó tempranamente un espacio institucional y prosperó con ellas. Más bien requieren de reformas.
P. ¿Qué espera para este fin de semana? ¿Existe el riesgo de que no haya una participación pacífica?
R. Creo que será electoralmente pacífica, pero pueden darse excepciones. Recientemente se suspendió una floreciente actividad comunitaria: familias enteras disfrutaban cada fin de semana del cierre de las avenidas al tránsito vehicular para caminar o hacer deporte. Un grupo de ciclistas, una especie de jauría, comenzó a atacar a la gente y a robarse la señalética. ¿Los motivos? Un verdadero misterio. Algo así puede pasar este fin de semana. Espero que no…
P. ¿Qué Chile recibirán las nuevas generaciones?
R. En un contexto de fuerzas tanto centrípetas como centrífugas solo cabe la esperanza de un Chile más integrado, más tolerante, con algunos valores de convivencia y solidaridad fuertemente compartidos e instituciones que los expresen.
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