Informes desclasificados revelan que la CIA intentó matar a Raúl Castro en 1960

El portal National Security Archive publica la información sobre el fallido atentado mediante un accidente de avión provocado

Raúl Castro en su casa de La Habana, en 1963.Duke University Rubenstein Libra (Getty)

Mientras Raúl Castro se prepara para decir adiós a seis décadas de actividad política este fin de semana en La Habana, en el 60º aniversario de la invasión de Bahía de Cochinos, informes desclasificados de la CIA publicados este viernes por ...

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Mientras Raúl Castro se prepara para decir adiós a seis décadas de actividad política este fin de semana en La Habana, en el 60º aniversario de la invasión de Bahía de Cochinos, informes desclasificados de la CIA publicados este viernes por el portal informativo National Security Archive arrojan nueva luz sobre el primer intento de asesinar al hermano del comandante Fidel y otros dos líderes de la revolución cubana.

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Los informes, de 1960 –solo un año después del triunfo de la revolución de Sierra Maestra–, relatan cómo un agente estadounidense ofreció 10.000 dólares de la época a José Raúl Martínez, el piloto del avión que debía llevar a Raúl Castro de Praga a La Habana, para que provocara “un fatal accidente”. La suma sería percibida tras “la exitosa comisión” del atentado.

El piloto, que había sido captado por la CIA, solicitó garantías para la manutención y educación de sus dos hijos en caso de que muriera en el intento. “Esas garantías le fueron dadas”, informó William J. Murray, antena de la CIA en La Habana, así como la oferta de “medios de rescate” para socorrerle una vez provocado el siniestro. La relativa improvisación de la misión secreta –Martínez fue avisado con poca antelación de que debía volar a la capital checoslovaca para repatriar a Raúl Castro y otros dos líderes cubanos– no permitió concretarla.

Murray discutió la propuesta con Martínez en un coche de camino al aeropuerto de La Habana, donde el piloto debía embarcar de inmediato hacia Praga. El espía estadounidense sugirió a Martínez dos posibilidades de perpetrar la acción –forzar el incendio de uno de los motores al despegar, o una caída en el mar a tres horas de La Habana–, pero finalmente se impusieron las dudas “sobre la posibilidad de provocar un accidente real sin poner en peligro la vida de todos a bordo”, pues se trataba de un avión de línea comercial. Mientras Martínez volaba hacia Europa, Murray recibió un segundo cable desde Langley, sede de la CIA, ordenándole que abortara el plan. Pero el estadounidense no logró contactar con el piloto cubano, que solo a su regreso a La Habana admitió ante Murray que no había tenido oportunidad de llevarlo a cabo.

Del fiasco de la CIA informó tangencialmente en 1976 un informe de un comité especial del Senado –el Comité Church, por el apellido del senador que lo dirigió– sobre supuestos intentos de asesinar a líderes extranjeros, tras una investigación sobre operaciones encubiertas de la agencia. La investigación reveló únicamente que el intento fue “la primera acción contra la vida de un líder cubano patrocinada por la CIA de la que el Comité tiene constancia”. No se hicieron públicos la condición de piloto del supuesto perpetrador ni tampoco el hecho de que se pretendiera implicar en la trama a una aeronave de la aviación civil.

El intento frustrado de matar a Raúl Castro fue el primero de un complot más amplio con ocasión de la invasión de Bahía de Cochinos, el primer sobresalto de la joven revolución cubana (un año después, en plena Guerra Fría, la crisis de los misiles puso al mundo al borde de una guerra nuclear). En agosto de 1960, poco después del fallido intento de asesinar a su hermano Raúl, la CIA se planteó acabar con la vida de Fidel Castro tras autorizar el director de operaciones encubiertas de la agencia, Richard Bissell, “una misión muy delicada que requiere una acción de tipo gansteril”. La misión era asesinar a Fidel pues Bissell, máxima autoridad de la CIA in situ, aspiraba a matar dos pájaros de un tiro: dar el golpe de gracia al régimen para facilitar el triunfo de la misión contrarrevolucionaria.

Del presupuesto para la operación militar, en la que tropas de cubanos exiliados fueron la avanzadilla, debían detraerse 150.000 dólares –una fortuna para la época– para “fines sin especificar”. Era la suma para pagar a los mafiosos que supuestamente perpetrarían el atentado, mediante píldoras de veneno creadas ex profeso por la división tecnológica de la agencia. Tras conocer la finalidad real de la partida solicitada, el responsable de la caja para financiar la operación de Bahía de Cochinos, Jacob Esterline, se negó (”consideré que era algo absolutamente inmoral que nos involucráramos en algo de ese tipo”) y el desembarco en Playa Girón no pasó a mayores.

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