El nuevo ministro de Defensa de Brasil, un equilibrista entre Bolsonaro y el descontento del Ejército

El general Braga Netto, leal al presidente, deberá lidiar con las reservas del alto mando militar a la deriva autoritaria del Gobierno y la profundidad de la crisis sanitaria

El ministro de Defensa, Walter Braga Netto, presenta el miércoles 31 de marzo a los tres nuevos comandantes de las Fuerzas ArmadasEraldo Peres (AP)

Los planes del presidente brasileño Jair Bolsonaro incluyen al general Walter Braga Netto (Belo Horizonte, 64 años). Nombrado el pasado martes para dirigir el Ministerio de Defensa, el general del Ejército pasa a coordinar las Fuerzas Armadas en un momento en el que el presidente, acorralado por la crisis sanitaria y el Congreso, amenaza con decretar el estado de sitio, mientras su entorno a...

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Los planes del presidente brasileño Jair Bolsonaro incluyen al general Walter Braga Netto (Belo Horizonte, 64 años). Nombrado el pasado martes para dirigir el Ministerio de Defensa, el general del Ejército pasa a coordinar las Fuerzas Armadas en un momento en el que el presidente, acorralado por la crisis sanitaria y el Congreso, amenaza con decretar el estado de sitio, mientras su entorno aviva las tensiones en las fuerzas policiales y militares.

Frente a una Presidencia constantemente en simbiosis con las Fuerzas Armadas, el exministro de Defensa Fernando Azevedo e Silva intentó evitar que los militares participaran todavía más en el Gobierno y, por ello, lo despidieron. Pero esta jugada de Bolsonaro se volvió en su contra con la renuncia de los comandantes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea como acto de protesta. Esta triple sustitución ha puesto en evidencia que los altos rangos, especialmente el alto mando del Ejército, no están satisfechos con el rumbo del Gobierno y les preocupa el daño que el vínculo con el Ejecutivo pueda causar a su imagen.

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Mientras disfrutan del mayor poder y presencia en una Administración desde el fin de la dictadura, en 1985, los uniformados intentan distanciarse políticamente en un momento en que Brasil, aislado del resto del mundo, tiene una media diaria de 3.000 muertos por covid-19. Braga Netto intentará dirigir el Ministerio de Defensa por este atolladero, entre el descontento del Ejército y la lealtad a Bolsonaro, tras la mayor crisis militar desde el regreso de la democracia.

Perfil técnico y falta de transparencia

Braga Netto se elevó a figura pública en febrero de 2018, cuando el entonces presidente Michel Temer lo nombró interventor del Estado de Río de Janeiro. En aquella ocasión, el general vendió la imagen de un servidor discreto, con formación técnica y capacidad operativa. Sin embargo, adolecía de falta de transparencia. Evitaba las exposiciones públicas, impidió que la prensa grabara la mayoría de sus discursos y no admitía que se cuestionara su labor al frente de la seguridad pública de Río de Janeiro.

Ese general que era considerado “moderno”, de una generación posterior a la que sirvió durante la dictadura militar, es el mismo que esta semana ha emitido un comunicado que celebra el golpe de Estado de 1964, como ya había hecho su predecesor, Azevedo. “La nota de Braga Netto ha sido una compensación para disminuir la presión. Pero esta tradición de celebrar el golpe siempre ha existido dentro del Ejército”, subraya Carlos Fico, historiador de la Universidad Federal de Río de Janeiro y estudioso de la dictadura.

Braga Netto abrazó públicamente el bolsonarismo cuando entró en el Gobierno en febrero de 2020, al asumir el cargo de ministro jefe de la Casa Civil (Ministerio de la Presidencia). Todavía estaba en servicio activo, evidencia de la relación estrecha entre las Fuerzas Armadas y el Gobierno de Bolsonaro. Junto con el general Luiz Eduardo Ramos, que también permaneció en servicio activo durante un tiempo después de incorporarse al Gobierno, Braga Netto integra el núcleo duro más cercano al presidente. Se mantuvo discreto, pero entre bastidores ayudó a eclipsar y desautorizar al entonces ministro de Sanidad, Luiz Henrique Mandetta, que cayó en plena primera ola de la pandemia, en abril de 2020. En los meses siguientes, Braga Netto se mantuvo al lado de Bolsonaro, ratificando todo el negacionismo presidencial con relación a la pandemia. También sancionó la aproximación de la Presidencia con el Centrão, el grupo de partidos de centroderecha que ahora apoyan a Bolsonaro a cambio de cargos y fondos públicos.

La principal duda que se cierne sobre Braga Netto es si mantendrá las Fuerzas Armadas como “instituciones de Estado”, tal y como afirmó Azevedo en su carta de despedida como ministro de Defensa. “Se intenta mostrar que la politización tiene límites, que los militares se están desgastando y que es muy negativo estar atado al Gobierno. Las Fuerzas Armadas están totalmente desacreditadas”, explica Fico.

Presencia militar en el Ejecutivo

El problema es que las Fuerzas Armadas ya no son solo instituciones del Estado, a pesar de la renuncia de los comandantes para demostrar que se apartan políticamente. Actualmente, 92 militares dirigen empresas estatales y más de 6.000 ocupan puestos civiles en el Ejecutivo federal. Están en la presidencia de Petrobras, de Correos, del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra) y de la Fundación Nacional del Indígena (Funai), entre otros organismos de importancia. “Los militares continúan de manera promiscua con Bolsonaro”, explica Fico.

La discrepancia con el exministro Azevedo fue menos ideológica y más sobre el grado de participación en el Gobierno de Bolsonaro. El primero defendía que los militares solo ocuparan cargos en el Gabinete de Seguridad Institucional y en las Fuerzas Armadas. Pero los principales nombramientos militares para ocupar cargos en el Gobierno provienen de Braga Netto, y también del general Luiz Eduardo Ramos, que, tras el baile de los sillones ministeriales, es el nuevo ministro de la Casa Civil. La principal apuesta fue el nombramiento del general en activo Eduardo Pazuello para Sanidad. El resultado es conocido: cuando dejó la cartera, el país ya había superado la marca de 300.000 muertes mientras el programa de vacunación hacía aguas. Pazuello también es objeto de una investigación formal de la Policía Federal por haber sido supuestamente negligente en la crisis de oxígeno en Manaos, en el Estado de Amazonas.

Ejército bolsonarista

La destitución de Azevedo en el ministerio de Defensa fue la forma en que Bolsonaro dijo “yo soy comandante en jefe” de las Fuerzas Armadas. Que el Ejército es “suyo”, como ya ha dicho literalmente, y que él es quien manda, tanto para usar la fuerza contra las medidas de aislamiento que aplican los gobernadores o para decretar el estado de sitio. El presidente también deseaba que el anterior comandante del Ejército, Edson Pujol, se posicionara en las redes sociales contra el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva —que recuperó sus derechos políticos gracias a una sentencia del Supremo Tribunal Federal—, siguiendo el ejemplo de uno de sus antecesores, el general Eduardo Villas Bôas, en 2018. Pero no lo consiguió.

Hasta ahora, Bolsonaro no ha cosechado los laureles de la crisis político-militar que él mismo ha provocado. No ha conseguido nombrar a quien le gustaría como jefe del Ejército y ha tenido que contentarse con el general Paulo Sérgio, considerado un moderado y seguidor de la doctrina Pujol. En una entrevista para el periódico Correio Braziliense, Paulo Sérgio relató cómo aplicó con éxito las medidas de aislamiento social en el Ejército y consiguió que los soldados presentaran índices de contagio de coronavirus inferiores a la media del país.

“No sabemos cuáles son los designios del presidente. ¿Quiere dar un autogolpe, quiere intimidar o quiere hacer una demostración de fuerza?”, cuestiona Fico, que cree que Bolsonaro ha desatado la crisis para restarle protagonismo a las derrotas políticas, como la destitución del ministro de Asuntos Exteriores Ernesto Araújo, uno de los más vinculados a la base radical del presidente. “Hoy no veo espacio para ningún tipo de aventura institucional”, concluye el historiador.

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