Netanyahu se encamina con dificultades hacia la reelección tras el éxito de la vacunación masiva
El bloque de partidos de la derecha se queda a las puertas de la mayoría, con el 87% de los votos escrutados
Tras 12 años en el poder, Benjamín Netanyahu batalla por ser reelegido como primer ministro de Israel. Con el 87% de los votos escrutados, el bloque conservador que lidera suma menos de 61 de los 120 escaños de la Kneset (Parlamento), con el eventual apoyo de un antiguo aliado conservador, mientras la dividida oposición pugna por rebasar la mayoría. A falta de conocer los resultados definitivos de las cuartas legislativas celebradas en dos años, que tardarán en hacerse públicos a causa de las medidas adoptadas por la...
Tras 12 años en el poder, Benjamín Netanyahu batalla por ser reelegido como primer ministro de Israel. Con el 87% de los votos escrutados, el bloque conservador que lidera suma menos de 61 de los 120 escaños de la Kneset (Parlamento), con el eventual apoyo de un antiguo aliado conservador, mientras la dividida oposición pugna por rebasar la mayoría. A falta de conocer los resultados definitivos de las cuartas legislativas celebradas en dos años, que tardarán en hacerse públicos a causa de las medidas adoptadas por la pandemia, los israelíes parecen haberse decantado por el veterano líder del Likud, tras el éxito de las vacunaciones en el Estado judío, a pesar de encontrarse procesado por corrupción.
Las opciones de que revalide un nuevo mandato se hallan a expensas de un escrutinio oficial que se espera complejo y largo. La Comisión Electoral Central espera facilitar el recuento completo de las papeletas ordinarias a primera hora de la tarde del miércoles, pero quedarán unos 450.000 votos especiales (más del 10% del total) pendientes de examinar. Se trata de los llamados “dobles sobres”: el sufragio de militares, diplomáticos, marinos o presos, a los que en estos comicios se añade el de los enfermos o sometidos a cuarentena por la covid-19. La presidenta de la comisión, Orly Ades, ha advertido de que los resultados oficiales definitivos se harán públicos antes del inicio del sabbat, a primera hora de la tarde del viernes.
Netanyahu se apresuró a proclamar la “enorme victoria de la derecha”, con 31 escaños para su partido, el conservador Likud. Pero para consolidar la mayoría absoluta precisa de los siete u ocho escaños que los sondeos a pie de urna asignan al partido Yamina (derecha radical) del exministro Naftali Bennett. El respaldo al Likud de los dos partidos ultarreligiosos y del de la extrema derecha no supera los 52 diputados, de forma que Bennet tiene la llave de la gobernabilidad en Israel. A cambio podrá exigir ministerios clave para él y su asociada, la exministra Ayelet Shaked.
El líder de Yamina descubrió sus cartas al final de la campaña electoral, cuando anunció que no iba a pactar con el dirigente centrista Yair Lapid, que encabeza con el partido Yesh Atid el bloque de la oposición. En la noche electoral, sin embargo, Bennett no quiso confirmar su voluntad de pactar con Netanyahu y se pronunció por aguardar a los resultados definitivos.
Lapid, líder de la oposición, ha obtenido alrededor de 18 escaños, menos de los que le auguraban los sondeos en campaña. En contrapartida, todas las formaciones políticas opositoras han logrado entrar en la Cámara, aunque debilitadas por la fragmentación del voto anti Netanyahu. El partido islamista Raam (Lista Unida Árabe) ha superado por poco el listón mínimo del 3,25% de los votos nacionales tras romper con sus aliados de la Lista Conjunta árabe. La participación en las zonas árabes del norte del país cayó por debajo de la media nacional. El líder de Raam, Mansur Abbas, ha anunciado este miércoles que pactará con el bloque que más inversiones públicas aporte a la comunidad árabe, que representa a un 20% de la población israelí, empobrecida y azotada por la inseguridad.
En un vuelco sin precedentes, la alianza centrista Azul y Blanco del ministro de Defensa, Benny Gantz, quien hace un año, en los terceros comicios de la serie, era el líder de la oposición con 31 escaños que retaba cara a cara a Netanyahu, ha estado a punto de desaparecer de la escena política, y ha visto reducido su apoyo a ocho diputados.
El bloque alternativo es una nebulosa de fuerzas de oposición con el respaldo del Partido Laborista y de Meretz. Pero para sumar mayoría de Gobierno necesitará contar con antiguos escuderos del primer ministro, uno de los cuales, Bennett, parece decantarse por el bloque de la derecha.
El populista laico Avigdor Lieberman (Israel Nuestra Casa) fue el primero en romper con Netanyahu y le forzó a repetir los comicios por primera vez en 2019. Después se desmarcó en las segundas legislativas el radical de derechas Bennett, aunque ahora se aleja de la oposición, y tras las terceras elecciones salió del Likud el conservador Gideon Saar (Nueva Esperanza), quien se había atrevido a retar en unas primarias internas al líder del partido.
Las calles comerciales y las terrazas de los cafés estuvieron abarrotadas en Jerusalén, en una jornada semifestiva en Israel, mientras los colegios electorales permanecían a media entrada. Muchos votantes se desentendieron de las urnas tras cuatro comicios legislativos en menos de dos años. La participación alcanzó finalmente el 67,2% del censo, más de cuatro puntos menor que en las legislativas celebradas hace ahora un año.
La Comisión Electoral Central dobló el número de mesas en colegios. El alza de la abstención marcó una jornada electoral en la que nunca había sido más fácil votar. Se instalaron urnas atendidas por personal con equipo de protección frente a la covid-19 en los hoteles donde se someten a cuarentena muchos contagiados, así como en las plantas de los hospitales habilitadas para la pandemia y en carpas al aire libre. También en el aeropuerto de Tel Aviv para los ciudadanos que viajaron a propósito para votar en Israel, donde no se puede ejercer el sufragio por correo.
Más de 20.000 policías se desplegaron para garantizar la seguridad de los comicios. Agentes de paisano vigilaban en los colegios para prevenir fraudes como el voto de ausentes del país, ingresados en hospitales o fallecidos. Desde sectores de la derecha gubernamental se habían aireado acusaciones de fraude que hacían temer una reacción de los partidarios de Netanyahu si este retrocedía en las legislativas.
“El escrutinio de los votos va a ser muy complejo, ya que hay que examinar los sobres dobles de los infectados por coronavirus”, precisó la presidenta de la Comisión Electoral Central. “Necesitamos tener nervios de acero para lidiar con los persistentes intentos de sembrar dudas sobre la credibilidad de esta comisión”.
Los cuartos comicios en Israel se han celebrado en medio del retorno a la normalidad en Israel tras un año de pandemia. El éxito de la campaña de vacunación, con más de la mitad de los ciudadanos inmunizados, parece haber contribuido a dejar en segundo plano la crisis económica derivada de la pandemia y el juicio por corrupción contra el líder del Likud, que se reanudará el mes que viene.
Si ratifica su reelección, Netanyahu no solo está maniatado por los ultraortodoxos, sino también por su antiguo socio Bennett, derechista, pero de política laica y pragmática. La gran preocupación de la sociedad israelí es el auge de la extrema derecha judía del Partido Religioso Sionista, que entra con fuerza con seis escaños esenciales para forjar una mayoría. Surge de una alianza de nacionalistas religiosos radicados en asentamientos de colonos de Cisjordania y del movimiento extremista Poder Judío – antiárabes, homófobos y de sesgo violento– cuyos antecesores fueron ilegalizados hace tres décadas por terrorismo.