Una caravana de miles de migrantes avanza firme por Guatemala y se dirige hacia México
El Gobierno de López Obrador refuerza los controles en la frontera sur ante la llegada masiva de hondureños que buscan viajar a EE UU
Salieron el viernes de San Pedro Sula, en el suroeste de Honduras, lograron cruzar la frontera con Guatemala pese a las advertencias iniciales de las autoridades y este sábado se dirigían hacia el sur de México con el propósito de llegar a Estados Unidos. Una nueva caravana de miles de migrantes repartidos en al ...
Salieron el viernes de San Pedro Sula, en el suroeste de Honduras, lograron cruzar la frontera con Guatemala pese a las advertencias iniciales de las autoridades y este sábado se dirigían hacia el sur de México con el propósito de llegar a Estados Unidos. Una nueva caravana de miles de migrantes repartidos en al menos dos grupos -más de 6.000 personas según las estimaciones oficiales- abandonó el país centroamericano con la esperanza generada por el cambio de Administración en Washington y un posible giro en las políticas migratorias con el Gobierno de Joe Biden, que toma posesión el miércoles. Huyen de la violencia, de la miseria agravada por la devastación que dejaron los huracanes Eta y Iota y el descontrol en la gestión de la pandemia de coronavirus. Se enfrentan a la incertidumbre, pero a tenor de las imágenes y de los relatos del personal humanitario desplegado en la zona están determinados a seguir.
La caravana, que tenía dos opciones para ingresar en Guatemala, logró pasar finalmente a través de la frontera de El Florido, al este de Ciudad de Guatemala. A lo largo del camino se han vivido escenas de tensión con las fuerzas armadas y de seguridad, que han tratado de dispersar a las columnas de migrantes. Por ejemplo, ocurrió en el Departamento de Chiquimula, donde militares cargaron contra un grupo, aunque el Instituto Guatemalteco de Migración asegura que intentó “liberar la ruta por la alta carga vehicular que se registra en el lugar”.
Pero el principal obstáculo que encara en las próximas horas la primera gran ola migratoria de 2021 es México. Las autoridades han reforzado los controles en la frontera sur, en el Estado de Chiapas y especialmente en el Puente Internacional Rodolfo Robles entre Ciudad Hidalgo y Tecún Umán. El despliegue, con cientos de efectivos del Ejército y de la Guardia Nacional, es, según aseguró el general Vicente Antonio Hernández a Efe, el habitual en estos casos. En esta ocasión, sin embargo, se añaden las complicaciones sanitarias derivadas de la covid-19 y cada migrante será sometido a los protocolos y a los controles de la Secretaria de Salud.
Las autoridades de todos los países afectados insisten en el respeto a los derechos humanos de los migrantes, que de por sí se encuentran en condiciones de vulnerabilidad, aunque ya se han registrados algunos episodios de tensión. Lorena Guzmán, coordinadora de Migración del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Centroamérica y México, recuerda en conversación con EL PAÍS que estas personas “desde antes de salir ya estaban es situación muy precaria”. “La situación en Honduras es bastante preocupante por la covid y la tormenta Eta”, recalca. Y la caravana, compuesta principalmente por jóvenes, pero también por muchas familias y menores, no solo enfrenta los rigores climáticos de cambios bruscos de temperatura. La pandemia multiplica ahora los riesgos y, aunque Guzmán señala que “se identifica de manera positiva que la gente está llevando cubrebocas”, también es verdad en su camino tienen un acceso limitado al lavado de manos y a condiciones higiénicas oportunas.
La directora regional para las Américas de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC), Martha Keays, calificó en un comunicado de “preocupante” la potencial exclusión de los migrantes de los planes de prevención del covid-19. Y eso se añade a los peligros habituales, la desprotección y los abusos. “Muchas personas sufren accidentes y amputaciones, enfrentan extorsiones y violencia sexual, o desaparecen y son separadas de sus familias. Algunas son asesinadas o mueren a causa de enfermedades o inclemencias del tiempo”, afirma Guzmán.
Esta oleada migratoria se da, además, en una coyuntura política crucial, cuando el demócrata Joe Biden está a punto de tomar las riendas de la Casa Blanca y tiene en sus manos dar un giro a las decisiones adoptadas por Donald Trump en los últimos cuatro años. El mandatario saliente y Andrés Manuel López Obrador llegaron a cooperar para contener las caravanas y ante las amenazas del magnate, que agitó el fantasma de una guerra arancelaria a las exportaciones, México se avino a militarizar la frontera sur y endurecer los controles de los migrantes que ingresan desde Guatemala.
En una conversación telefónica entre López Obrador y el presidente electo Biden días antes de Navidad ambos acordaron iniciar un nuevo camino en materia de política migratoria y, al menos sobre el papel, se comprometieron a promover la “cooperación entre EE UU y México para garantizar una migración segura y ordenada, contener el coronavirus, impulsar las economías de América del Norte y asegurar la frontera común”. Eso supondrá también, según informaron ambos Gobiernos, “lidiar con las causas fundamentales de la migración en El Salvador, Guatemala, Honduras y el sur de México, para construir un futuro de mayor oportunidad y seguridad en la región”. Biden admitió en la recta final de la campaña electoral que durante los mandatos de Barack Obama, cuando él ocupó la vicepresidencia, no se atendió esta emergencia con la urgencia que merecía. Ahora planea regularizar a 11 millones de personas que se encuentran en Estados Unidos sin papeles en los primeros días de su Administración.