Juanita León: “El conflicto armado tiene que ver todo con la política colombiana”

La periodista habla sobre el oficio y las transformaciones de la última década en el país

Juanita León, en la nueva sede de 'La Silla Vacía' en Bogotá.Camilo Rozo

Tan pronto terminó la intensa y polarizada campaña presidencial de 2018 que llevó al poder a Iván Duque, Juanita León, directora de La Silla Vacía, el medio digital de referencia en Colombia cuando se trata de asuntos políticos, se tomó un año y medio sabático en Oxford, Inglaterra. Se fue con la idea de escribir una novela, pero con tiempo para leer y reflexionar acabó por publicar 10.000 horas en La Silla Vacía (Aguilar), un relato del medio que fund...

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Tan pronto terminó la intensa y polarizada campaña presidencial de 2018 que llevó al poder a Iván Duque, Juanita León, directora de La Silla Vacía, el medio digital de referencia en Colombia cuando se trata de asuntos políticos, se tomó un año y medio sabático en Oxford, Inglaterra. Se fue con la idea de escribir una novela, pero con tiempo para leer y reflexionar acabó por publicar 10.000 horas en La Silla Vacía (Aguilar), un relato del medio que fundó hace más de una década, una reflexión sobre el periodismo en la era digital y una historia de las transformaciones políticas recientes en el país.

Abogada con maestría en periodismo de la universidad de Columbia, León (Bogotá, 1970) cubrió el conflicto armado colombiano para el periódico El Tiempo y la revista Semana. Antes de ser emprendedora, fue reportera de guerra, como atestiguan sus dos primeros libros: No somos machos pero somos muchos, cinco crónicas de resistencia civil en Colombia (2004) y País de plomo, crónicas de guerra (2005). “Desde un inicio yo quería que La Silla fuera transparente. Que se pareciera a las cocinas de los restaurantes modernos, construidas a los ojos de todos, sin temor a que los comensales vean cómo se preparan sus platos”, escribe en 10.000 horas en La Silla Vacía. “En estos 11 años La Silla nunca ha dejado de contar algo que sabe”, afirma en esta entrevista con El PAÍS al defender la independencia que tanto ha cultivado.

Pregunta. Cuenta en el libro que los ataques de militantes de izquierda y derecha en la última campaña presidencial le provocaron una intensa reflexión sobre lo que debía ser un medio en pleno siglo XXI en Colombia.

Respuesta. Mi reflexión giraba alrededor de dos puntos. Uno, cómo ser un medio que le apuesta a darle a la gente insumos para tener un mejor criterio sobre cómo participar en su país en medio de un ecosistema informativo emocional. La Silla Vacía siempre ha tratado de dar argumentos racionales, de basar toda su reportería en datos, y moverse en un ambiente polarizado donde la gente busca reafirmar sus opiniones y sus emociones plantea un reto muy difícil. El segundo reto era más de formato narrativo. En un medio donde el meme es el formato narrativo por excelencia, que condensa unas emociones muy fuertes a partir de simplificar mucho los conceptos, ¿cómo compites con un texto narrativo? A lo que le estamos apostando es a no abandonar las redes, como están haciendo muchos medios, sino llevar el periodismo de profundidad a las redes. No abandonar a la audiencia que comienza y termina su experiencia informativa en redes. Yo creo que es grave que el periodismo se vuelva cómo alimentar las emociones, debe tratar de racionalizar las emociones.

P. Usted se perfilaba como una reportera de guerra. ¿Cómo termina volcada a un medio que es sinónimo de política?

R. Mi carrera durante muchos años fue cubriendo el conflicto. Después de que me volví Nieman fellow en Harvard tomé una clase sobre historia de Colombia, y me di cuenta de que no había cubierto ni entendido realmente cómo funcionaba el poder en Colombia. Me pareció que era muy importante entender ese mapa de poder económico y político que de alguna manera coexistía, muchas veces se beneficiaba, otras veces interactuaba, con el conflicto armado. Entonces me comencé a interesar más en la política. Sentí que podía cubrirla de una manera más sincera, desde adentro y partiendo de la base de cómo era en realidad y no como oficialmente se presentaba.

P. ¿La política y el conflicto armado son indivisibles en Colombia?

R. No es que sean indivisibles, pero tienen muchos más vasos comunicantes de los que los periodistas de guerra somos conscientes y estamos dispuestos a cubrir. Como el conflicto fue evolucionando, llegó un momento en que sentí que al cubrir los enfrentamientos, las escaramuzas, terminaba casi que repitiéndome y tenía que entender el otro lado. Obviamente que se solucione el conflicto armado tiene que ver todo con la política, y de hecho todo el posconflicto está atravesado por intereses políticos y económicos. Hemos tratado de seguir cubriendo esa transición a través del filtro del poder y de la política.

P. Usted plantea que, aunque parezca que en Colombia pasan muchas cosas, en realidad casi todo lo que ocurre son meros episodios de tres o cinco grandes historias. ¿Cuáles son ahora mismo esas grandes historias?

R. Una gran historia que lleva más de una década es la tensión o la lucha entre el uribismo y el antiuribismo. Muchísimas de las historias políticas que cubrimos se inscriben en ese pulso de poder. Hay un proceso grande en la búsqueda de legitimidad del Estado en un país que todavía no ha sido conquistado por la ley. Otra historia muy grande es la expansión del narcotráfico y todas sus ramificaciones. Ese es un proceso en el que hay otros medios como Insight Crime que lo hacen muchísimo mejor, pero tiene toda clase de ramificaciones políticas que tratamos de cubrir. Obviamente hay otros procesos que se derivan de eso, como el de la polarización y la lucha por si el acuerdo de paz va a ser la hoja de ruta del desarrollo de Colombia o simplemente va a ser una historia marginal.

P. Parecen haber estado volcados recientemente a los abusos policiales y la protesta social.

R. Ese tema se inscribe dentro de la lucha por la legitimidad del Estado. El descontento social nosotros lo interpretamos como una respuesta a la falta de legitimidad del Estado.

P. ¿En qué se diferencian de otros medios colombianos?

R. La principal diferencia es que nosotros no organizamos nuestra sala de redacción a partir de cubrir edificios –no tenemos una persona en la Fiscalía y otra el Congreso– sino que tratamos de ver estos procesos más transversales, lo cual permite conectar cosas que en los medios a veces salen desconectadas.

P. El periodismo de datos y el fact checking también los ha distinguido

R. Comenzamos a hacer el detector de mentiras en 2014. Tampoco fue algo demasiado original, ya lo estaban comenzando a hacer en Estados Unidos medios como Politifact, y en Argentina estaba Chequeado. Nosotros decidimos montarnos en esa ola mucho antes de Trump y de que se volviera un gran tema a nivel internacional. Ahora que somos los terceros verificadores oficiales de Facebook en Colombia, con ColombiaCheck, hemos llevado esto a otro nivel. Hacer verificación de los discursos de los poderosos está en el ADN de La Silla, y se vuelve algo muy útil sobre todo en campaña.

P. ¿Se puede hacer periodismo independiente en Colombia?

R. Yo siento que La Silla Vacía lo ha podido hacer, entendiendo periodismo independiente como tener la posibilidad de contar todo lo que sabes. En estos 11 años La Silla nunca ha dejado de contar algo que sabe. Hemos podido encontrar un modelo de negocio que es compatible con esa independencia.

León fundó hace 11 años 'La Silla Vacía'.Camilo Rozo

P. Tienden a seducir a lectores que están en el centro del espectro ideológico, ¿les ha costado no tener filiaciones decididas?

R. Nos ha costado sobre todo en el sentido en que, especialmente en campaña, somos muy atacados desde blogueros o tuiteros o pequeños medios desde la derecha más radical y desde la izquierda más radical. La Silla no le funciona a los que son militantes y solamente quieren confirmar sus ideas previas, porque es un medio esencialmente de reportería y de verificación de datos que hace periodismo interpretativo a partir de esa reportería.

P. Como directora del medio digital de referencia usted está muy presente en el debate público, ¿por qué tiene un perfil tan bajo en redes sociales?

R. Es una paradoja. Durante años la redacción insistió en que tenía que estar en Twitter y yo me resistí. Por un lado, porque ya trabajo demasiadas horas y me costaba mucho estar opinando en Twitter, que me hicieran preguntas y no contestarlas. Sabía que eso lo único que iba a hacer era tomar muchísimo de mi tiempo, que realmente es el bien más escaso en este momento en mi vida. Fue una decisión muy desde el estilo personal de vida que quiero proteger. Y por otro lado, sentía que tener un medio era suficiente espacio de expresión, y todas las opiniones que yo manifestara en redes iban a terminar contaminando la percepción que la gente tenía de la información que estábamos dando.

P. La vida de La Silla Vacía ha estado marcada por tres elecciones presidenciales, pero también por un proceso de paz, y el plebiscito sobre los acuerdos. Cuenta que la noche en que triunfó el no se ganó fama de fría.

R. Estábamos preparados para cubrir el acuerdo de paz, no solamente desde lo que se negociaba en la mesa, que era muy difícil porque a diferencia de otros procesos en este los negociadores eran completamente herméticos. Estaban en La Habana, donde las comunicaciones eran muy difíciles. Pero además era gente tan comprometida que no estaba dispuesta a filtrar nada. Tomamos la decisión de que íbamos a cubrir lo que pasaba en la mesa, pero sobre todo íbamos a cubrir todos los otros factores de poder que iban a incidir en que esa negociación tuviera éxito o fracasara. Todos en La Silla creíamos y creemos mucho en ese acuerdo, y nos emocionaba mucho cubrirlo. Por eso fue tan duro, porque los periodistas le habían puesto el alma. Cuando se perdió el plebiscito, comenzaron a llorar y yo decía no nos podemos poner a llorar, nosotros tenemos que cubrir esto. Lloran mañana, vamos a cubrir esto. Porque siento que cuando uno se deja embargar en esos momentos tan claves por las emociones no puede hacer su trabajo. Y ahí el trabajo de los periodistas es casi como los de los bomberos en un incendio o los médicos en una emergencia. Toca que prime el profesionalismo.

P. Escribió un perfil a profundidad de Iván Duque en elecciones. Después de más de dos años en el Gobierno, ¿qué otras pistas tenemos para descifrar su mandato?

R. Los perfiles son quizás el formato que mejor permite anticipar como va a ser un Gobierno. El de Duque fue muy difícil de escribir porque no tenía ninguna fisura, era como un producto perfectamente diseñado y empacado que no permitía acceder a sus lados ciegos. Yo lo definía como un buen hijo, que era el rasgo que lo había puesto en la presidencia y que de alguna forma era su motivación central por la relación tan estrecha que él tenía con su papá. Pero también como una persona competitiva, excesivamente convencional y como un conservador. Creo que esos rasgos han definido su Gobierno –conservador, convencional– y que ese deseo de agradar a su papá muerto es un motor de él, pero también su temor de incomodar a su papá político, que es Uribe, ha definido varios de esos rasgos. Él quiere evadir el conflicto, con su partido, con la comunidad internacional. Una transformación en Colombia solo se logra si una persona está absolutamente obsesionada con una idea y está dispuesta a irse contra el mundo con tal de sacarla adelante, que fue lo que pasó con el acuerdo de paz. Y siento que esa falta de ambición, no de tener poder sino de ambición de ideas, de tener un proyecto en su cabeza, es bastante latente en estos dos años.

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