Lukashenko ordena sofocar las protestas en Bielorrusia y detener a sus líderes
La UE redobla la presión para la salida del líder bielorruso, que planea reforzar su presencia militar en la frontera con Polonia y Lituania
Aleksandr Lukashenko, que afronta su mayor desafío en sus más de 26 años de mandato, ha dado un puñetazo sobre la mesa. El líder bielorruso ha ordenado este miércoles a sus servicios secretos detener a los organizadores de las protestas contra su régimen y la manipulación electoral y reprimir cualquier movilización. “No debería haber más disturbios en Minsk. La gente está cansada, exige paz y tranquilidad”, ha recalcado tras una reunión de su consejo...
Aleksandr Lukashenko, que afronta su mayor desafío en sus más de 26 años de mandato, ha dado un puñetazo sobre la mesa. El líder bielorruso ha ordenado este miércoles a sus servicios secretos detener a los organizadores de las protestas contra su régimen y la manipulación electoral y reprimir cualquier movilización. “No debería haber más disturbios en Minsk. La gente está cansada, exige paz y tranquilidad”, ha recalcado tras una reunión de su consejo de seguridad. Mientras los líderes europeos, reunidos en una cumbre extraordinaria, elevaban por la mañana la presión para la salida del mandatario y prometían ayuda financiera para la oposición, el Ministerio de Defensa preparaba un aumento de la presencia militar en la frontera con Polonia y Lituania.
Cientos de personas desafiaron por la noche la nueva orden de Lukashenko y se concentraron en el centro de la capital. El líder bielorruso está tratando de maniobrar para mantenerse en el poder. Este miércoles, ha reclamado también al KGB (Bielorrusia es el único país de la antigua URSS que no ha cambiado el nombre a sus servicios secretos) que identifique los “canales de financiación de los disturbios”. El líder bielorruso ha vuelto a subir el tono, ahondando en su discurso de que las movilizaciones ciudadanas se impulsan desde el exterior. El Ejército, que ya se desplegó la semana pasada en la frontera occidental del país, está desde este miércoles en “plena preparación para el combate”. Según la agencia TASS, Defensa planea enviar una división de misiles guiados, sistemas antiaéreos y drones.
Minsk ha ordenado también un control a fondo de todo su perímetro fronterizo (también con Rusia) para “controlar cualquier entrada de tropas o armas” y para “prevenir cualquier provocación”. “Si alguien piensa que el Gobierno se inclinó y se tambaleó, está equivocado”, ha recalcado. “No vacilaremos”.
La UE, mientras tanto, ha redoblado su presión a favor de una transición democrática. Tras la cumbre de emergencia, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ha confirmado que se impondrán sanciones “a un número importante” de miembros del régimen bielorruso como responsables de la represión, la violencia y el fraude en las elecciones del 9 de agosto. Los 27 socios de la UE se niegan a reconocer el resultado de las elecciones, que supuestamente dieron la victoria a Lukashenko, y dan su apoyo a la propuesta de mediación internacional ofrecida por la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa).
La Comisión Europea, además, reprogramará sus ayudas a Bielorrusia (que se habían doblado hasta alcanzar los 30 millones de euros al año) para canalizarlas a la sociedad civil. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha anunciado que se destinarán dos millones de euros a las víctimas de la represión de Lukashenko, un millón de euros para organizaciones sociales y medios de comunicación independientes y 50 millones de euros para paliar el impacto de la pandemia de la covid-19.
La cumbre europea extraordinaria supone de facto la ruptura con el actual Gobierno de Minsk, un desenlace provocado por las elecciones presidenciales del pasado 9 de agosto en las que la comisión electoral bielorrusa dio una aplastante victoria a Lukashenko. La líder opositora Svetlana Tijanóvskaya, su principal rival en esas elecciones, ha hecho un llamamiento a la Unión Europea este miércoles para que “apoyen el despertar” de Bielorrusia, que vive su undécimo día de protestas. La UE ha reiterado tras la cumbre que considera que esos comicios “no fueron ni libres ni justos”.
El dirigente se niega a ceder a la presión y ha pedido ayuda a Rusia, su aliado tradicional. Lukashenko ha advertido a la UE de que no interfiera en su política interna. “No es necesario señalar a Bielorrusia hoy para desviar la atención de los problemas que existen en Francia, Estados Unidos, Alemania.”, ha apuntado. “Los líderes de los Estados occidentales nos ofrecen negociaciones, conversaciones. Y al mismo tiempo, continúan impulsando su agenda”, ha insistido, según declaraciones recogidas por la agencia estatal Belta. Poco antes, la opositora Tijanóvskaya, exiliada en Lituania al sentir amenazada a su familia, pedía en un mensaje de vídeo a los líderes europeos que rechacen los resultados fraudulentos y respalden sus planes para la transición de poder. Mientras tanto, Moscú, que no ha hecho una demostración pública explícita todavía para apuntalar a Lukashenko pero sí ha reconocido su victoria, ha incrementado su retórica en la línea del líder bielorruso y ha advertido contra lo que considera una injerencia para influir en el espacio de la antigua URSS.
“Lukashenko ha perdido toda la legitimidad a los ojos de nuestra nación y del mundo”, ha dicho Tijanóvskaya en un mensaje de vídeo en el que señala que los comicios, que como resultado oficial dieron un 80% de los votos a Lukashenko, no fueron “ni justos ni transparentes” . “Estimados jefes de Estado de Europa, les insto a apoyar el despertar de Bielorrusia. Hago un llamamiento a todos los países para que respeten los principios del derecho internacional”, ha recalcado también la opositora en una referencia a Rusia.
Lukashenko, de 65 años, que lleva más de un cuarto de siglo gobernando, ha logrado concitar la unanimidad de la Unión Europea. En su contra. Los 27 socios tienen previsto cerrar filas este miércoles a favor de una transición democrática en Bielorrusia durante una cumbre extraordinaria, por videoconferencia, convocada por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. La cita, llega después de que los ministros de Exteriores de la UE acordaran el pasado viernes, también por unanimidad, imponer sanciones contra los dirigentes bielorrusos a los que se considera responsables de la manipulación de las elecciones del 9 de agosto y de la violencia contra las manifestaciones en protesta por el presunto pucherazo electoral.
La política exterior de la UE siempre está llena de salvedades, fruto de los intereses de cada uno de sus socios, pero en el caso de Bielorrusia nadie parece dispuesto a romper una lanza por Lukashenko. Bruselas, después de un lustro de tolerancia con su régimen, quiere visualizar este miércoles, al más alto nivel, la ruptura con el calificado como “último dictador de Europa”.
La cumbre europea se celebra 10 días después de las controvertidas elecciones, que han desencadenado protestas en numerosas ciudades bielorrusas. En la carta de invitación a los líderes europeos para asistir a la videoconferencia, Michel recogía el sentir de las capitales europeas al abogar por resolver el conflicto en Bielorrusia mediante “un diálogo pacífico e inclusivo”. Lukashenko rechaza de pleno esa opción e insiste en que las movilizaciones se impulsan desde el exterior. Hasta hace unas semanas señalaba a Moscú por la supuesta injerencia, ahora ha reconducido su discurso y asegura que hay en marcha un plan para derrocarle y alejar Bielorrusia de la órbita de Rusia. Una narrativa que casa con los intereses del Kremlin y que en Moscú están empezando a replicar.
Fuentes comunitarias apuntan a una mediación internacional, una vía que podría pasar por la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa). La presidencia de la OSCE, ocupada este año por Albania, ya se ha ofrecido para facilitar un diálogo que evite una escalada de tensión en Bielorrusia.
Este martes en vísperas de la reunión, hasta tres líderes europeos —Michel, Angela Merkel y Emmanuel Macron— se entrevistaron telefónicamente con el presidente ruso, Vladímir Putin para abordar la situación de Bielorrusia. La UE y Rusia se miran de reojo y temen que la otra parte intente sacar provecho de la inestabilidad de Lukashenko. Los comunicados del Kremlin sobre las conversaciones con los líderes europeos reflejan la desconfianza reinante y una clara gradación en la posibilidad de entendimiento o en el riesgo de choque.
El diálogo más duro fue con Michel, al que Putin “expresó su preocupación por los intentos de presionar al liderazgo bielorruso y desestabilizar la situación”. Con el presidente del Consejo Europeo, según la versión rusa, se habló claramente de “evitar un escenario de confrontación”. Con la canciller alemana se alertó sobre “una escalada de la crisis que sería inaceptable”. Y la conversación fue mucho más fluida con el presidente francés, a juzgar por la interpretación de Moscú. Con Macron solo se mencionó que sería “inaceptable” ejercer presión sobre Minsk y se apostó “por una pronta resolución del problema”.
Fuentes francesas también indicaron que su prioridad es buscar una solución dialogada. París parece aceptar que, en todo caso, deberá tomar en cuenta la posición de Rusia. El equipo de Michel enfatizó que durante la conversación con Putin se subrayó la irregularidad de las elecciones en Bielorrusia, la violenta represión posterior y la necesidad de que los bielorrusos elijan libremente su futuro.
El futuro de los bielorrusos, sin embargo, pasa en cierto modo por Moscú o por Bruselas. Algunos analistas señalan que, a diferencia de la crisis de Ucrania en 2014, provocada en parte por el acercamiento de Kiev a la UE, lo sucedido en Bielorrusia responde mayormente al hartazgo de la población con el régimen de Lukashenko. La pandemia de la covid-19 y la crisis económica habrían espoleado aún más el deseo de cambio.
Pero esa interpretación no es incompatible con la evidente pugna geoestratégica en una de las fallas del escenario entre la UE y Rusia. Bielorrusia tiene grandes lazos económicos y políticos con Moscú, pero también históricos con algunos socios de la UE, como Polonia y Lituania.
Para Putin, Bielorrusia es la pieza más occidental de la Unión Económica Euroasiática, el remedo del mercado común europeo que Moscú promueve sin demasiado éxito. Durante el último lustro, el dirigente bielorruso se había distanciado abiertamente de algunas de las políticas de Putin, con la invasión rusa de Crimea como uno de ellos puntos más bajos de su relación.
Bruselas aprovechó el hueco y potenció la relación con Minsk dentro del llamado Partenariado Oriental de la UE, un marco de relaciones del que también forman parte otras áreas de fricción con Putin como Ucrania, Moldavia, Georgia o Armenia. “El pueblo de Bielorrusia tiene derecho a decidir su propio futuro”, resume Michel en su convocatoria de la cumbre. “No debe haber interferencias externas”, añade el presidente del Consejo Europeo, palabras casi idénticas a las expresadas por el Kremlin. Con Bielorrusia en medio.