Un festival de cine como desafío al conflicto en Congo

Rodeados por una guerra atroz, los jóvenes artistas, activistas y pensadores convocados en Goma experimentan con imágenes la construcción del país

Jóvenes participantes en los talleres del festival de Goma se preparan para el rodaje el pasado día 13. G. P.

“He visto a una deidad moderna rodeada de fantasía, en un mundo mágico muy nuestro, muy africano. ¡Es espectacular!”. Bajo el techo de paja del bar Sankara, convertido en salón de realidad virtual durante los días del Congo International Film Festival (CIFF), Grace Kenye acaba de experimentar el cine en 360 grados. Tiene 21 años, es fotógrafo y, aún con los visores en la mano, habla con fascinación del afrofuturismo, este concepto que, a través de la creatividad, “nos permite reapropiarnos de nuestra historia. Y proyectar nuestro propi...

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“He visto a una deidad moderna rodeada de fantasía, en un mundo mágico muy nuestro, muy africano. ¡Es espectacular!”. Bajo el techo de paja del bar Sankara, convertido en salón de realidad virtual durante los días del Congo International Film Festival (CIFF), Grace Kenye acaba de experimentar el cine en 360 grados. Tiene 21 años, es fotógrafo y, aún con los visores en la mano, habla con fascinación del afrofuturismo, este concepto que, a través de la creatividad, “nos permite reapropiarnos de nuestra historia. Y proyectar nuestro propio futuro”, dice.

El festival de cine más veterano de la República Democrática del Congo —van por la decimocuarta edición— se celebra lejos de los ministerios y de la capital, Kinshasa. La cita es en la ciudad volcánica de Goma, en el este del país, esa región donde late uno de los peores conflictos del planeta.

Ya hace 25 años que la guerra plantó aquí sus raíces y desde entonces, además de cinco millones de muertos, la violencia ha condenado a la población al desplazamiento constante, al miedo y a una vida donde el mañana es casi imposible de predecir. Las decenas de grupos armados cambian de nombre, de líder y de intensidad marcando por días, o temporadas, los grados de violencia, mientras de las minas siguen saliendo oro, diamantes y coltán.

Por eso el CIFF no va de estrenos ni de estrellas; resplandece, con el diálogo y la reflexión como bandera, esta burbuja de salud intelectual en el corazón de África. Jóvenes, artistas, autoridades, sociedad civil y activistas se codean una vez al año en encuentros improbables. Aquí, la idea es construir la paz, la dignidad, el pensamiento crítico. Y para eso “hacemos falta todos”, afirma Kenye.

“Este festival y Yole! Africa —la entidad que lo organiza— constituyen un espacio de esperanza para Goma y para todo el país”, cuenta Bernadette Vivuya, periodista y moderadora de las sesiones de debate del CIFF. “Es cierto que las meras condiciones de seguridad hacen que convocar a un pase de películas cuando ya ha caído la noche, sea un reto”, continúa. “Pero hay que atreverse: a ver cine, a hacerlo y a preguntarnos qué queremos para nuestro futuro”. Para ella, es una cuestión de “responsabilidad” y solo hay dos opciones: “o nos comprometemos con la reconstrucción y el desarrollo de nuestro país y lo convertimos en una tierra pacífica o nos dejamos retroceder”.

El alma del proyecto es el realizador congoleño Petna Ndaliko, quien comparte tiempo, lecciones y conversaciones con los jóvenes aprendices. “Un buen maestro es el que hace que sus discípulos sean mejor que él”, sostiene.

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Las proyecciones tienen lugar en la carpa del patio bautizada como Sala Lumumba. Pero la actividad no cesa durante el día. Esta cita no es solo para mirar, sino para catalizar, provocar, pensar y, por supuesto, crear. Por eso, en la sede de Yole! Africa circulan cámaras y trípodes, se apilan papeles con lluvias de ideas, pasean personajes disfrazados con materiales improvisados y, todo, mientras en la sala de edición los ordenadores echan humo. Los talleres son el pilar que fortifica este espacio. Y, aunque se trabaja la técnica —este año los 360 grados—, todo va en pro del “mensaje”, repiten los realizadores.

“Hemos creado una historia donde la protagonista trata de avanzar hacia el futuro pero tiene atadas en los pies dos grandes rocas. No puede caminar. Es la historia, le pesa”, dice Kananake Cadet, un diseñador de Goma que ya casi tiene su cortometraje finalizado. “Pero para mí el afrofuturismo es lo que nos hace asumir la historia, sin negarla, sin someternos a ella para proyectarnos en el futuro de la forma que nosotros decidamos”.

El CIFF no solo se atreve con el futuro. En un país donde hacer activismo u oposición puede costar la cárcel o la vida, el festival también aborda la realidad. Estos días se ha inaugurado

Mercy of the Jungle, un filme sobre el conflicto congoleño realizado por un ruandés; se ha pasado un documental sobre LUCHA — Lucha para el Cambio—, el movimiento de activistas creado en Goma y duramente perseguido por el Gobierno por considerarlo insurreccional. Y se atreve a cerrar la cita con nombres prohibidos por los estamentos oficiales.

En la gala de entrega de premios, se anuncia en directo la creación de un nuevo premio: el galardón al compromiso Luc Nkulula. Es un homenaje al activista de LUCHA muerto en un incendio el año pasado, en un caso no cerrado por las autoridades que todos los compañeros asumen como un accidente provocado. Y lo entrega la llamada “prisionera de conciencia más joven del mundo”, Rebecca Kabugho. Con grandes gafas de pasta, la joven activista, que conoció la cárcel de Goma a los 21 años, entrega el premio. A la lluvia de aplausos le siguen los brazos alzados y un grito homogéneo del auditorio: “¡a la lucha!”.

El festival se diluye entre flashes hasta el año siguiente, pero en Yole! Africa, la burbuja custodiada por los retratos de líderes como Patrice Lumumba, Thomas Sankara o la guerrera Kimpa Vita, sigue hirviendo. El laboratorio de las ideas no cierra nunca.

Una cita que ha sobrevivido a las hostilidades

G. P.

El festival de cine de Goma es una apuesta cultural y social que ha logrado sobrevivir hasta en los momentos más candentes de la guerra. En su propia esencia está el intento de reapropiarse de la imagen del país y de que los ciudadanos recuperen la identidad propia, con un objetivo: contribuir a la construcción de un país golpeado sin descanso en los últimos siglos por la colonización, la dictadura y la guerra.

Después de 18 años bajo el Gobierno de Joseph Kabila, hace seis meses que Congo ha cambiado de presidente. Pero aún no está claro si el sucesor, Felix Tshisekedi, podrá desmarcarse del régimen que controla las esencias del país. De momento Tshisekedi no ha podido formar gobierno y los férreos mecanismos de control usados por Kabila parecen seguir vigentes.

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