Las purgas de Buteflika para mantener 20 años el poder en Argelia

El presidente octogenario y su entorno han eliminado a personajes que podrían haber sido grandes obstáculos para aspirar a un quinto mandato

Miembros de la policía se mantienen apostados este lunes en una de las calles del centro de Argel.RAMZI BOUDINA (REUTERS)

Pero en cuanto Buteflika, ese civil de aspecto menudo y atildado, ganó sus primeras elecciones dejó claro que no quería ser “un presidente tres cuartos”. Empezó a criticar en público a los generales que se enriquecían con el control de las importaciones y exportaciones. Lamari le devolvió el golpe intentando que no se presentara a la reelección de 2004 y apoyando a su rival. Pero Buteflika, que contaba con el beneplácito de Tufik, logró presentarse y, por supuesto, vencer con el acostumbrado 85% de los votos.

“El colaborador más estrecho de Tufik era ...

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Hace cuatro años se produjo un terremoto en el poder argelino. De repente fue destituido un personaje que era la encarnación del poder oculto, un hombre que se había mantenido en la sombra durante 25 años, del que no se publicaban fotos, alguien al que llamaban el Dios de Argelia y también el Hacedor de Reyes y cuyo nombre, el general Mohamed Mediene, alias Tufik, solía mencionarse en voz baja.

La destitución de Tufik fue ilustrada el 13 de septiembre de 2015 en un diario argelino con la publicación de la primera foto del personaje. Más que una foto parecía un trofeo de caza del presidente Abdelaziz Buteflika y de su amigo y gran rival de Tufik, el jefe del ejército, el general Ahmed Gaid Salah. A partir de ahí, el camino de Buteflika hacia un posible quinto mandato en las presidenciales del 18 de abril fue despejándose conforme iban rodando las grandes cabezas del ejército y la policía.

Jaled Drareni, director del portal informativo sitio argelino Casbah Tribune, y corresponsal en Argel de varios medios francohablantes, explica por teléfono que Buteflika llegó al poder en 1999 con el apoyo de dos generales: Tufik y Mohamed Lamari, jefe del Estado Mayor entre 1993 y 2004 y artífice de la represión contra los islamistas. El ejército quería lavar la imagen dictatorial del país poniendo a un civil en la presidencia.

Pero en cuanto Buteflika, ese civil de aspecto menudo y atildado, ganó sus primeras elecciones dejó claro que no quería ser “un presidente tres cuartos”. Empezó a criticar en público a los generales que se enriquecían con el control de las importaciones y exportaciones. Lamari le devolvió el golpe intentando que no se presentara a la reelección de 2004 y apoyando a su rival. Pero Buteflika, que contaba con el beneplácito de Tufik, logró presentarse y, por supuesto, vencer con el acostumbrado 85% de los votos.

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Tras ser reelegido invitó a dimitir al general Lamari, quien no tuvo más remedio que alegar motivos de salud, y moriría ocho años más tarde, en 2012, con 73. Buteflika para entonces ya no parecía tanto un “presidente tres cuartos”. Pero el general Tufik seguía detentando mucho poder. Y su enemistad con Buteflika y con el jefe del ejército cada vez se hacía más patente. Así que Buteflika y su entorno fueron despojándolo de funciones a partir de 2014, mes a mes. Y fueron relegando a sus hombres a puestos cada vez menos relevantes.

“El colaborador más estrecho de Tufik era el general Hasán, que era a su vez el jefe de la lucha contra el terrorismo islamista”, señala Drareni. En efecto, Hasán fue quien liberó en enero de 2013 la gigantesca planta gasística de Tiganturine, en una operación en la que murieron 37 rehenes extranjeros a manos de Al Qaeda en el Magreb. Era una especie de héroe. Pero Hasán fue condenado por un tribunal de Orán en diciembre de 2015 a cinco años de cárcel, acusado de entregar con retraso unas armas requisadas a un grupo terrorista.

Aquella condena sirvió para que el antaño todopoderoso Tufik se viera obligado a defender a su protegido mediante una carta escrita donde se declaraba “consternado”. Pero la guillotina del poder ya estaba en marcha. En julio de ese año, nueve meses antes de las presidenciales de abril, fue despedido el jefe de la Policía Nacional, Abdelghani Hamel, a quien algunos veían como posible sucesor de Buteflika para un quinto mandato. No se facilitó ninguna explicación oficial. Ese mes también cayó el general Menad Nuba, al mando de la Gendarmería.

En octubre de 2018 fueron condenados a prisión cinco generales, envueltos en caso de corrupción. En noviembre los pusieron en libertad, pero ya habían perdido influencia dentro del ejército. El presidente de la Asociación Argelina Contra la Corrupción (AACC) y representante de Transparencia Internacional en Argelia, Djillali Hadjadj, declaró que todo el mundo sabía que el régimen había dejado enriquecerse a esos mandos. Y que su encarcelamiento no se debía a que hubieran robado, sino a “luchas intestinas en el seno del poder por la elección del próximo candidato a las presidenciales”. En cualquier caso, el camino se iba despejando.

“Ahora mismo”, señala Drareni, “no cabe duda de que el general Ahmed Gaid Salah es el jefe absoluto de la Armada”. “Gaid Salah ha sido un gran aliado de Buteflika desde 2004. Y hay quienes piensan que este general es el que más ha luchado por el quinto mandato de Buteflika”.

Después de todos los generales, policías y gendarmes caídos, la única oposición que pueden encontrar el entorno de Buteflika y el general Gaid Salah es la calle. Pero en la calle las purgas suelen volverse más violentas.

Los estudiantes han vuelto a salir a la calle

Las últimas promesas del régimen no han convencido a los manifestantes argelinos. El presidente Abdelaziz Buteflika, de 82 años, se dirigió por carta a los argelinos este domingo y prometió que si resultaba elegido en las presidenciales del 18 de abril convocará otras elecciones anticipadas en menos de un año en las que ya no se presentará como candidato. Cientos de jóvenes se manifestaron en varias ciudades esa misma noche para insistir en que Buteflika debe retirar su candidatura a un quinto mandato.

Este lunes, miles de estudiantes volvieron a manifestarse durante todo el día en varias ciudades del país, bajo un fuerte control de la policía. En las redes sociales, donde se están gestando las protestas desde hace diez días, muchas voces llamaban a no manifestarse durante la noche.

La ONG Amnistía Internacional advirtió al régimen en un comunicado que “todo el mundo tiene puestos los ojos sobre Argelia” y el Gobierno ha de respetar el derecho de libertad de expresión y de reunión pacífica.

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