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Los ataques entre Anaya y Meade auguran un tenso tercer debate presidencial en México

El último encuentro , en Mérida, antes del 1 de julio quiere luchar contra la idea de que la elección está definida

Esta noche los cuatro candidatos a la presidencia se verán a la cara por última vez. En el tercer debate presidencial los candidatos hablarán de pobreza y desigualdad, educación y ciencia además de salud. El domingo, sin embargo, bastaron solo cuatro palabras para que el candidato del PRI, José Antonio Meade, sentara el ánimo del encuentro. “Es un vulgar ladrón”, dijo a los periodistas el aspirante presidencial sobre Ricardo Anaya, su adversario de Por México al Frente. Meade enseñó los dientes a su llegada Mérida, la capital de Yucatán que albergará lo que todo el mundo presume será una guerra de lodo entre los hombres que quieren gobernar México.

“¿Seguirán permitiendo que haya golpes bajos?”, preguntaba preocupado un periodista local en una rueda de prensa previa al debate. En la mente de los mexicanos aún están frescas las dos postales que dejó el segundo debate, celebrado en Tijuana (Baja California) hace 20 días. Entre ellas abrazo de los candidatos y Andrés Manuel López Obrador guardando su cartera mientras era confrontado por Anaya. Es poco probable que momentos así se repitan. La autoridad electoral ha apostado por un formato más conservador que evita cualquier contacto físico. Los candidatos estarán sentados y no podrán sacar letreros ni imágenes. La participación de los moderadores será más acotada.

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Este también será el primer debate organizado al sur de México. La sede será el Gran museo del mundo maya. Las puyas entre los candidatos serán lanzadas entre 1.160 piezas de la civilización más importante de Centroamérica.

No solo han cambiado las formas. También el fondo. Ricardo Anaya llega tocado a esta tercera cita después de haber ganado cierto momento en una campaña plana con una exitosa visita a la Universidad Iberoamericana. El encuentro con los estudiantes fue un verdadero bálsamo en la institución que hace seis años significó un martirio para el candidato Peña Nieto. Pero un video anónimo publicado en YouTube se convirtió en un balde de agua fría para la campaña del Frente. Una filtración ha vuelto a cubrir de sospechas al candidato. En él, el empresario Juan Barreiro detalla una supuesta trama de lavado de dinero que habría financiado la campaña del expresidente del PAN.

Esta acusación ha acaparado la previa del debate. A ella se suma ahora la denuncia por lavado de dinero que hizo este lunes ante la Fiscalía Ernesto Cordero, el presidente del Senado, y uno de los panistas agraviados por la forma como Anaya se apropió de la candidatura del PAN.

Anaya y Meade están enzarzados en una guerra sucia por el segundo lugar que ha marcado la recta final de la campaña. López Obrador parece inalcanzable a 18 días de los comicios. Las encuestas lo colocan, en promedio, en un 49% de las preferencias. Anaya tiene 27% y Meade un 20%. Jaime Rodríguez Calderón, mejor conocido como El Bronco, tiene 3% en la intención de voto de Oraculus.

Es quizá esa imagen de inamovilidad de la competencia lo que ha restado apetito al tercer debate. “Es equis, no esperamos mucho más de lo que ya hemos visto en los anteriores: muchos ataques y pocas propuestas”, dice Víctor Manuel González, un taxista de 42 años. Otros yucatecos cuentan que la política no les interesa o que votarán casi por obligación. El tercer cara a cara no emociona particularmente en este estado de dos millones de personas, aunque la curiosidad ha crecido por ser el primero en la historia que incluirá preguntas de los ciudadanos hechas desde redes sociales.

Yucatán es uno de los nueve estados que elegirán gobernador el 1 de julio. La batalla local domina por mucho el paisaje electoral. Los yucatecos se asumen frente a dos plebiscitos. El nacional es López Obrador sí, o López Obrador no. El estatal se debate entre interrumpir o no la hegemonía del PRI, quien lleva gobernando la entidad desde 2007. Esto produce resultados políticos poco imaginables en otras partes de México. “Aquí voy con el PAN, pero el que más me convence para un cambio es López Obrador”, confiesa Javier Gómez, un técnico agrícola de 36 años. Su reflexión parece discorde, pero en realidad quiere decir una misa cosa: un no al PRI.

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