Una cumbre coreana medida, literalmente, al milímetro

Kim Jong-un y Moon Jae-in, que se sentarán en una mesa de 2.018 milimetros de ancho, plantarán un pino brotado en 1953, el año del armisticio

La cumbre de este viernes entre los líderes de las dos Coreas, Kim Jong-un y Moon Jae-in, estará tan calculada que hasta el espacio entre ambos estará cargado de simbolismo: la mesa que les separará tiene un ancho de 2.018 milímetros, para marcar el año en que se celebra la tercera cumbre entre los dos países.

En el Área de Seguridad Conjunta de Panmunjom, a las 9.30 de la mañana (2.30 en la España peninsular) Kim Jong-un saldrá del pabellón Panmungak, aún en territorio de su país, y ...

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La cumbre de este viernes entre los líderes de las dos Coreas, Kim Jong-un y Moon Jae-in, estará tan calculada que hasta el espacio entre ambos estará cargado de simbolismo: la mesa que les separará tiene un ancho de 2.018 milímetros, para marcar el año en que se celebra la tercera cumbre entre los dos países.

En el Área de Seguridad Conjunta de Panmunjom, a las 9.30 de la mañana (2.30 en la España peninsular) Kim Jong-un saldrá del pabellón Panmungak, aún en territorio de su país, y caminará unos pasos hacia la Línea de Demarcación Militar, que marca la frontera entre las dos Coreas. Allí, entre las casetas azules instaladas para el diálogo militar, le esperará Moon. Escoltados por una guardia de honor, ambos caminarán juntos hacia el Pabellón de la Paz, una edificación construida originalmente para albergar las reuniones de familias separadas.

Tras la ceremonia de recepción, Kim firmará el libro de invitados de honor y los dos líderes posarán para las fotos conmemorativas. A las 10.30 comenzará la cumbre propiamente dicha.

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Al líder supremo norcoreano le acompaña una delegación en la que está incluida su hermana y asesora de confianza, Kim Yo-jong, cuya visita a Corea del Sur durante los Juegos Olímpicos de febrero lanzó definitivamente el proceso de deshielo entre los dos países; el jefe de Estado, el nonagenario Kim Yong-nam, y el jefe de los servicios secretos, Kim Yong-chol.

La cumbre se dividirá en dos sesiones, la matutina y la de la tarde, partidas por un almuerzo que cada delegación tomará por separado. Tras ese descanso y antes de retomar sus conversaciones, Moon y Kim plantarán juntos un pino. Lo pondrán cerca del camino que, el que fuera presidente del conglomerado industrial surcoreano Hyundai, Chung Ju-yong, norcoreano de nacimiento, recorrió en 1998 para caminar a su pueblo natal y donar un millar de reses al Norte, que entonces trataba de superar la hambruna que lo devastó en los años noventa.

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Como el resto de los actos de esta jornada, también este estará lleno de alusiones. El pino brotó en 1953, el año del armisticio que puso fin a los combates entre las dos Coreas y que aún hoy sigue en vigor. La tierra para plantar el árbol proviene de las dos montañas más altas y veneradas en las dos mitades de la península: los volcanes Paektu, en el norte, y Halla, en la isla de Jeju en el Sur. Lo regarán con agua del Taedong, el río que atraviesa Pyongyang, y del Han, el que recorre Seúl.

Una vez terminada la cumbre, los dos líderes firmarán los acuerdos a los que hayan llegado y los anunciarán al resto del mundo. Cómo ocurrirá eso, según la oficina presidencial surcoreana, dependerá “del contenido del acuerdo”.

Tras las reuniones oficiales, llegará el banquete de bienvenida, en el que los platos también se han escogido con intención: o bien para marcar los lugares de origen de los dos líderes, o bien para celebrar manjares especialmente apreciados. Tras la cena, la delegación norcoreana cruzará de regreso a su país.

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