Pasa la désa que está en el dése

El mexicano realiza un ejercicio cotidiano de traducciones instantáneas para entender

Tenemos en México un lenguaje instintivo, heredado de siglos que quizá no se entienda en otros países con los que compartimos como base del entendimiento el idioma español, pero con todos los acentos y giros geográficos o biográficos parece inexplicable esa suerte de ósmosis donde la cuchara que está sobre el mostrador se convierte en la désa que está en el dése y el chunche que se desconchinfló en la madre que va’al lado del coso es en realidad un pivote averiado o descompuesto que está pegado al termómetro. Habiendo digerido lo que dicen que dijo el que di...

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Tenemos en México un lenguaje instintivo, heredado de siglos que quizá no se entienda en otros países con los que compartimos como base del entendimiento el idioma español, pero con todos los acentos y giros geográficos o biográficos parece inexplicable esa suerte de ósmosis donde la cuchara que está sobre el mostrador se convierte en la désa que está en el dése y el chunche que se desconchinfló en la madre que va’al lado del coso es en realidad un pivote averiado o descompuesto que está pegado al termómetro. Habiendo digerido lo que dicen que dijo el que dice que dijeron lo que ya se decía por allí, el mexicano realiza un ejercicio cotidiano de traducciones instantáneas para entender y darse a entender ya para explicar que se perdió cualquier cachivache o se rompió un mueble que pasa a convertirse en estramancia o bien para buscar triques en la covacha o chucherías en la bolsa de las abuelas.

El ejercicio verbal de estas floridas metáforas se vuelve costumbre y plataforma para metáforas secretas que se comparten sensorialmente, de manera que en ciertas familias se sabe perfectamente a quién nos referimos cuando hablamos de Aquél o en el chisme de las azoteas donde la Fulana puede ser la amiguita del patrón, no necesariamente secreta mientras la Doña se hace guaje. De no familiarizarse con el argot uno puede sentirse perdido en un marasmo de sobreentendidos de sobremesa como si los interlocutores cantaran las figuras de la lotería sin decir sus nombres (allí donde la cobija de los pobres es el Sol y el que le cantó a San Pedro es un gallo de corral) o bien, la muy incómoda ronda de fichas de altísima matemática que se eleva en el vacío cuando se van cantando sus respectivas sumas los adictos al dominó.

Todo lo anterior, sin añadir el bello arte del albur, permea el flujo de las filias y finca las fobias de siempre; particularmente, los diez y diretes que saltan en México cuando nos azota el calendario electoral y se pronostica el abismo enarbolado por Ya sabes quién o se extienden las burlas Al de siempre y se rastrean las huellas que confirmen que Zutano anduvo en Eso y que Esa ni pinta o no picha, ni cacha ni deja batear… y nos pocos nos quedamos milando como el chinito que bien podría ser una alusión a los sueños de opio, si no insinuara también que nos quedamos levitando en la inopia y la desidia, perdidos en la inopia o habitantes de babia a la ya no tan paciente espera de que se aclare el menjurje y alguien se anime a ponerle sabor al caldo.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
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