Por qué el viejo sur dio la espalda a los republicanos

La derrota de un candidato ultra, acusado de abusos sexuales, en la conservadora Alabama ha encendido las alarmas de Trump. El resultado fue, con todo, estrecho

Seguidores del demócrata Doug Jones celebrando la victoria del senador electo el pasado martes en Birmingham, la ciudad más poblada de Alabama.Bill Clark (CQ-Roll Call,Inc.)

Al juez Roy Moore empezaron a llamarle La Roca allá por 2003. Dos años antes, al tomar posesión como presidente del Tribunal Supremo en Alabama, había instalado en el vestíbulo del edificio un monumento de granito con los Diez Mandamientos que pesaba dos toneladas y media. Cuando la justicia federal le conminó a retirarlo -por aquello de que difuminaba las barreras entre la Iglesia en el Estado-, prefirió marcharse. Luego volvió. Le habían escogido de nuevo para el puesto en 2013, pero la legalización del matrimonio gay en todo el país e...

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Al juez Roy Moore empezaron a llamarle La Roca allá por 2003. Dos años antes, al tomar posesión como presidente del Tribunal Supremo en Alabama, había instalado en el vestíbulo del edificio un monumento de granito con los Diez Mandamientos que pesaba dos toneladas y media. Cuando la justicia federal le conminó a retirarlo -por aquello de que difuminaba las barreras entre la Iglesia en el Estado-, prefirió marcharse. Luego volvió. Le habían escogido de nuevo para el puesto en 2013, pero la legalización del matrimonio gay en todo el país era demasiado para Roy La Roca, así que ordenó a los jueces que no emitieran las licencias a las parejas del mismo sexo. El comité de ética acabó por expulsarlo.

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El pasado martes acudió a votar en la elección especial al Senado montado a caballo y con un sombrero de cowboy. Se preparaba a lo grande para un nuevo regreso como senador por Alabama. Cuando por la noche vio que había perdido la elección frente a un demócrata, rechazó el resultado y animó a los suyos a dejar el desenlace “a Dios”. Al día siguiente, optó por acompañar la acción divina de algo más tangible y empezó a recaudar fondos para investigar el recuento de votos. En el mensaje a sus seguidores fue claro: “Hoy en día ya no reconocemos la verdad universal de que Dios es el autor de nuestra vida y nuestra libertad. El aborto, la sodomía y el materialismo han arrebatado el lugar de la vida, la libertad y la búsqueda de felicidad”.

Moore se siente un jinete de la fe y si algo hay que reconocerle desde esta semana es la capacidad de obrar algo parecido a un milagro: que Alabama, bastión del conservadurismo religioso, haya escogido a un senador demócrata por primera vez en 25 años. El último, el de 1992, Richard Shelby, era tan descafeinado que a los dos años pasó a filas republicanas. Se movieron las placas tectónicas del viejo sur este martes: Jeff Plain, de 57, votó al primer político demócrata de su vida; la republicana Madison Harvey, de 20, se quedó en su casa; Patricia Mokolo, de 45, vio una de las mayores movilizaciones de votantes afroamericanos que recuerda, y hasta un senador republicano hizo campaña por el voto nulo. Este senador, por cierto, era el famoso Shelby del 92.

Alabama es un estado de cuatro millones de habitantes lleno de viejos conocidos. Doug Jones, el demócrata que se acaba de convertir en senador, es un tipo moderado conocido en su tierra porque procesó a dos miembros del Ku Klux Klan que perpetraron en 1963 un atentado en una iglesia baptista de Birmingham en el que murieron cuatro niñas negras. “Es que Jones era mejor, pero sobre todo, no quería votar a Roy Moore”, explica Plain, director de proyectos de una empresa manufacturera en Huntsville. “Soy cristiano y agradezco su fe, pero no estoy de acuerdo con la postura de adopta en muchas cosas, es un tipo que no cumple la Constitución. Por ejemplo es muy radical con los homosexuales, yo no tengo problemas con su modo de vida”.

Roy Moore acude a votar a caballo en Gallant, Alabama, el pasado martes.CARLO ALLEGRI (REUTERS)
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Moore, de 70 años, reclama algo parecido a una teocracia: defiende que Estados Unidos se fundó sobre el cristianismo y, por tanto, la Biblia prevalece sobre la legalidad. Partiendo de esa base, dice que la homosexualidad en sí debería estar penada, como el bestialismo, cree que un musulmán no debería poder ocupar un cargo público en Estados Unidos y que los atentados del 11-S tuvieron algo que ver con que los americanos se han alejado de Dios.

A primeros de noviembre, la imagen del también conocido como el ayatolá de Alabama sufrió un golpe inesperado: varias mujeres aseguraron que las había acosado sexualmente hace décadas, cuando él era un treintañero y ellas menores de edad. En Gadsen, su pueblo natal, algunos vecinos empezaron a contar a la prensa que, en efecto, por aquella época le vetaron en un centro comercial porque se dedicaba a molestar a adolescentes. Fue el golpe de gracia para la universitaria Madison Harvey, que ha votado a los republicanos en las cuatro elecciones en las que ha tenido oportunidad, incluída la de Trump: “Con esas acusaciones no podía votarle, aunque tampoco estaba ya de acuerdo con lo que piensa en otros asuntos, como el aborto”.

Moore perdió la carrera especialmente con las mujeres. El 35% de las blancas apoyaron al demócrata, un buen resultado este trozo del viejo sur, y, en el caso de las afroamericanas, lo hizo 98%. Patricia Mokolo, que trabaja en la NAACP, la histórica organización de defensa de los derechos civiles, dice que la movilización de voto que han logrado en la comunidad fue asombrosa. “Seguí los resultados como un partido de fútbol, cuando ganó Jones, desperté a todos los niños, fue grande. Moore tenía muchos problemas, también raciales, como aquello que dijo de la esclavitud”.

Se refiere a un mitin de septiembre, cuando un afroamericano le preguntó qué entendía él por la “América grande” que Trump pretendía recuperar y el juez Moore respondió que para él, la América grande era aquella de los padres fundadores “en las que las familias estaban unidas, aunque hubiese esclavitud”.

Palabras así abrasan a los negros de Alabama, donde el trauma racial aflora literalmente en cada esquina de su capital. Montgomery fue uno de los principales mercados de esclavos de América, con 164 brokers registrados que compraban y vendían hombres, mujeres y niños que vivían hacinados en almacenes hasta que llegaba la hora de subastarlos. Había tantos depósitos como hoteles y bancos. Uno de los principales se encontraba en la calle Dexter (que antes se llamaba calle Comercio), la misma en la que Roy Moore celebró el martes por la noche la fiesta de electoral devenida en entierro. Y a escasos bloques de distancia, otro cartel recordaba la parada de autobús en la que Rosa Parks comenzó la lucha contra la segregación de los negros.

El contable Daren Freeman, de 45 años, republicano durante toda su vida, tenía su voto en favor de Jones decidido antes del escándalo. “Moore decía cosas con mucha carga racial, él representa un reliquia del pasado de Alabama, de un pasado feo, cuando dijo aquello del esclavismo”.

El resultado del pasado martes encendió las alarmas de los republicanos de cara a las legislativas de 2018 e inyectó algo de optimismo a unos demócratas arrollados por la mayoría conservadora en las cámaras y el Supremo. Dice Gordon E. Harvey, profesor de Historia de la Universidad Jacksonville, que “si un demócrata puede ganar en la hiperconservadora Alabama, puede hacerlo en cualquier sitio”, pero advierte de que las cosas no cambian fácilmente en el estado sureño, que “será muy difícil renovar esa victoria". "Moore era un artículo defectuoso y la próxima vez los republicanos no pondrán un candidato con tantas flaquezas”, apunta Harvey.

Tan solo 20.000 votos de diferencia evitaron la llegada al Senado de Washington de Roy Moore, que se había impuesto en las primarias a un republicano más moderado, Luther Strange. “Alabama arrastra una larga y vergonzosa historia de falta de apoyo a la educación pública que resulta en una postura reaccionaria y desinformada a las políticas de raza, de género o de bienestar social y, por supuesto, persiste un racismo blanco que cae muy fácilmente en la demagogia de políticos como George Wallace, Donald Trump o Roy Moore”, afirma Allen Tullos, historiador de la Universidad de Emory.

Tullos es autor de Alabama Getaway, un libro muy crítico sobre el imaginario político del Estado y el conservadurismo radical. A su juicio, “el fundamentalismo blanco está vinculado históricamente unos juicios de valor que se forman en la infancia”. “Los valores patriarcales, la teología punitiva, el racismo, el sexismo o la homofobia se aprenden desde temprano en la escuela, la familia y la iglesia y, una vez aprendidos, pasan de generación a generación, es muy difícil erradicarlos”, afirma.

Al juez hay quien le votó a pesar de todo ello, como Barry, un exmilitar de 55 años que discrepa de su fundamentalismo religioso, pero confiaba en que la ley limite sus excesos y prefería a un republicano en Washington. Pero hay quien le apoyó precisamente por esas ideas, porque, como decía Brenda, una jubilada, en su fiesta electoral: "Nunca se es demasiado radical cuando se está en el lado correcto”.

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