_
_
_
_
EN ANÁLISIS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Psiquiatría soviética en Venezuela

La medicina convertida en instrumento del abuso

"¿Existen enfermedades y desórdenes nerviosos en una sociedad comunista? Evidentemente que sí. Entonces, habrá delitos que son propios de personas con mentes anormales...En relación a aquellos que se oponen al comunismo, podemos decirles claramente que el estado mental de dichas personas no es normal".

Las palabras precedentes, de Nikita Khrushchev, fueron pronunciadas en 1959. Son por demás elocuentes. Quien se opone al comunismo no puede ser una persona normal. Su filosofía fundante, el marxismo-leninismo, es el gran recipiente de sabiduría y verdad. Ergo, el disidente solo puede ser alguien con una alteración mental.

Así fue el comienzo de la psiquiatría soviética: el diagnóstico como mecanismo de control social, el confinamiento hospitalario como estrategia represiva.

Los disidentes eran internados bajo custodia psiquiátrica y sus puntos de vista políticos, tomados como evidencia de su enfermedad. Habitualmente, dichas opiniones eran catalogadas como síntomas de esquizofrenia o paranoia. Y con frecuencia se los sometía a régimen de aislamiento, privados de aire y luz natural y, muy especialmente, privados de material de lectura y escritura.

La literatura sobre el tema es amplia. Buena parte de ella ha sido producida por las propias víctimas, Vladimir Bukovsky entre los más renombrados. A partir de dichos testimonios se abrió un verdadero campo de estudio—la utilización política de la psiquiatría—que se extendió más allá de la Unión Soviética—por ejemplo, a China y a Cuba—y más allá del período comunista. Existe evidencia de que el mismo método de coerción continúa vigente en Rusia, Bielorrusia y Kazakstán.

No existe evidencia que sea usado en Venezuela, aunque tal vez solo hasta ahora. Hay una historia que contar al respecto. En marzo de 2014, el entonces presidente de la Asamblea Nacional y hoy diputado Diosdado Cabello demandó a la directiva del medio periodístico Tal Cual por difamación. El director del medio es Teodoro Petkoff.

Los acusados recibieron medidas preventivas que incluyen la prohibición de salida del país desde entonces, en un proceso plagado de arbitrariedades y por un delito que prescribe al año de haber sido supuestamente cometido. Pero, lejos de emitir sentencia, el tribunal ha procedido de manera soviética.

Ocurre que el juez de la causa ha dictaminado que Petkoff padece de "demencia vascular" y que no es apto para afrontar un juicio. Sus derechos jurídicos quedan así en manos de un tutor provisoriamente designado por el juzgado. Como tal, Petkoff pierde su entidad civil. Algunos usaron el término "muerte civil".

En otras palabras, el régimen ha declarado a Petkoff incapaz, demente. Como en la Unión Soviética, es un mecanismo de estigmatización. Es que la locura es más efectiva que la cárcel. Es una humillación con la cual se busca invalidar las ideas del intelectual disidente; o sea, descalificar su propia identidad y propósito vital.

La libertad se puede perder por encarcelamiento, como los cientos de presos políticos venezolanos. Se puede perder por confinamiento psiquiátrico, como en la Unión Soviética. Y se pierde por un diagnóstico con intencionalidad política hecho decisión judicial, como en el caso de Petkoff. Es inevitable pensar en alguna influencia del alcalde del municipio Libertador, el Doctor Jorge Rodríguez, médico psiquiatra.

La medicina convertida en el instrumento del abuso. A su ya larga lista, el régimen de Maduro le está agregando un nuevo tipo de crimen.

@hectorschamis

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_