Tres bloques mundiales
Trump parece no entender que el intercambio inteligente es emplear lo que otros no tienen en beneficio común
Cada vez resulta más obvia la emergencia de tres enormes bloques comerciales-financieros-industriales en el mundo, a saber: el asiático (incluidos los tigres del Pacífico), el europeo (una comunidad integrada por 28 países, Inglaterra incluida, salvo lo que resuelva el Tribunal Supremo y el parlamento inglés, autoridad definitiva para decidir la estancia o separación del Reino Unido de la UE) y el americano, encabezado, sin duda alguna, por Estados Unidos.
Al igual que en los últimos años se han dado alianzas estratégicas empresariales que aparecen ante los ojos del público consumidor como monstruos económicos armados con presupuestos anuales, en ocasiones, muy superiores a los de muchos países europeos para ya ni hablar de los latinoamericanos, de la misma manera, dichas alianzas florecen entre los mismos estados consolidando una auténtica suma de esfuerzos políticos que implican sacrificios y renuncias en torno al concepto de soberanía, con tal de crear empleos, fuentes de riqueza, expandir sus respectivas economías, generar dividendos, captar números crecientes de divisas, lograr intercambios culturales, aceptar flujos migratorios e incrementar el comercio mediante la derogación de aranceles, entre otros objetivos más.
¿Cómo detener a China, una amenaza hoy convertida en realidad, desde que ya quebró a muchas empresas mexicanas dedicadas al ramo del juguete, del calzado y ahora atenta en contra de otros sectores productivos más con sueldos, créditos y materias subsidiadas de manera encubierta? ¿Cómo defendernos del bloque europeo y sus 28 países, una auténtica potencia hoy emproblemada por diferentes razones, pero muy competitiva si no se pierde de vista la calidad y precio de la mano de obra de algunos de sus integrantes, especialmente útil para ayudar al abatimiento de costos conjuntos?
Nuestros competidores asiáticos y europeos se organizan, luchan por su consolidación para hacerse de cuántos mercados les sea posible, mientras que, en América, Trump amenaza con derogar el Tratado de Libre Comercio suscrito por su país, México y Canadá hace 22 años, insistir en el proteccionismo en contra de los exitosos procesos de globalización, sin preocuparse por la suerte de sus "socios" ni mucho menos por sus posibles aliados del hemisferio sur ni considerar seriamente las bondades que implicaría la suscripción de un Tratado de Libre Comercio continental. ¿Otra Alianza para el Progreso? Estados Unidos y Canadá requieren de nuestras materias primas y de nuestra mano de obra calificada, al menos diez veces más barata que la de ellos, mientras que nosotros necesitamos los dólares de ambos colosos. Ese es el intercambio inteligente, aprovechar lo que otros no tienen en beneficio común. Trump parece no entenderlo.
Mientras tanto México alcanzó los 13.000 millones de dólares de déficit comercial, el petróleo se va agotando, importamos crecientes cantidades de gasolina y gas, la industria petroquímica se encuentra quebrada después de frustrantes administraciones burocráticas, perdemos carísimas posiciones con China, la industria maquiladora se encuentra muy lastimada, en tanto que las reformas estructurales, la energética y la fiscal del Estado no parecen ser las soluciones efectivas, mientras continuamos serruchando la rama sobre la que cantamos alegremente...
En lugar de derogar el TLC debemos intensificar los vínculos con EE UU y Canadá construyendo cada vez más estructuras hemisféricas de beneficio recíproco, sin aplicar conceptos caducos sacados del bote la basura de las teorías económicas. Si en Estados Unidos el costo de la mano de obra es de 20 dólares la hora, a modo de un ejemplo conservador, y en México la media se encuentra en 2 dólares, ¿la lógica de una alianza no invita a aprovechar los mejores activos en poder de cada socio para obtener un beneficio común? El precio de un automóvil construido totalmente en Estados Unidos no será competitivo con los alemanes y japoneses producidos en nuestros países o en África. ¿Acaso Trump estará pensando en amurallar la economía estadounidense al igual que hicieron los chinos siglos atrás con el consecuente atraso que padecieron? En concreto: amurallarse cuando se ha demostrado el éxito económico de la globalización, no es una idea inteligente ni subsidiar fiscalmente a la industria norteamericana parece ser a un principio de realismo económico, más bien responde a un impulso demagógico, cuyos catastróficos resultados se encuentran en los anales de la historia que bien convendría revisar hoy mismo...
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