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La ley del ojo por ojo vuelve a golpear en México

Los vecinos de un pequeño pueblo de Teotihuacán cuentan como una marabunta asesinó a golpes a dos presuntos secuestradores ante la pasividad de la policía municipal

Vídeo: Christian Palma
David Marcial Pérez

Gustavo decidió cerrar la carnicería a las seis. El gas lacrimógeno lo tenía ya tan dentro que casi se empezaban a ahumar los chicharrones. Antes de eso, por la mañana, los había visto llegar a la plaza, agarrando del pelo a una mujer y pateando por la espalda a un hombre. Otros tantos brincaron los muros de la iglesia para colarse en el campanario y el sacristán se encerró con llave en su habitación porque ya sabía lo que iba a pasar.

Como un río de gasolina, el rumor del secuestro de un vecino había atravesado el pueblo incendiando el boca a boca hasta llegar a la torre más alta de la iglesia. A las 12 sonaron las campanas en Atlatongo, Estado de México, y una marabunta se congregó en la plaza para ejecutar un acto de justicia sumarísima y bestial.

En el quiosco donde toca la banda de música, rodeado de columpios infantiles, Octavio Ramirez y Nayeli Pérez, dos forasteros de unos treinta años que no eran conocidos en Atlatongo, fueron linchados el martes durante horas hasta que murieron. A un tercer presunto secuestrador, Jesús Rivera, de 28 años, lo rescató la policía estatal y el ejército, que entró por la tarde al pueblo cargando con gases y porras.

17 vecinos fueron detenidos y liberados a las pocas horas por falta de pruebas

Todo empezó muy pronto esa mañana, cuando la familia de Ezequiel Flores, un chico del barrio, le perdió la pista al salir para el trabajo. Un hermano reconoció la camioneta negra de Ezequiel donde viajaban los dos forasteros. Antes que pedir ayuda a la policía, acudió a sus casi 4.000 vecinos. Y el pueblo, ante la mirada de unos 10 agentes municipales que les sugerían que se lo pensaran dos veces, dictó la sentencia del talión. Del boca a boca al ojo por ojo.

A la mañana siguiente, el mercadillo de ropa y verdura se ha colocado como cada miércoles sobre una orilla de la plaza. Mientras Marc Anthony suena a todo volumen diciéndole a ella estampa tus dudas en mis adentros que de ternura estoy hecho por dentro, ningún vecino reconoce haber participado de la jauría pero todos tienen su opinión:

Un tendero explica que “de algún modo, el pueblo se protegió a sí mismo. Como las autoridades no lo hacen, todos juntos se protegen. Hoy por ti, mañana por mí”. Comiendo un helado de fresa, una chica se acuerda de las dos veces que la han asaltado este año y remata: “No está bien tomarse la justicia por nuestra mano pero es que ya es mucha la desesperación”.

Otro vecino con una gorra lila del cerdito Pepper le da la razón a la chica del helado de fresa: “viene gente de lejos y nos tira los muertos a las orillas”. Mientras sus dos nietas corretean por la plaza, el señor de la gorra reconoce que él no ha visto a los muertos. Pero se lo han contado.

“En la bolsa de la mujer encontraron la credencial y las tarjetas de crédito del chico. Eso se rumorea”, dice haber escuchado una vendedora de baratijas de plata. También se rumorea que el chico supuestamente secuestrado trapicheaba con droga. Gustavo, el carnicero, lo resume así: “El chavo es de una familia de peleoneros y medio borrachones, pero no andan metidos en nada pesado”.

La tesis del secuestro ha sido confirmada por la Fiscalía estatal. Ezequiel Flores apareció a mediodía andando aturdido por una carretera del pueblo. Según la versión oficial, estuvo varias horas retenido en una casa de las afueras. El chico habría identificado ya los dos cadáveres como los de los secuestradores fijándose en sus tatuajes.

Cuando la policía y los militares ya habían descongestionado el ambiente y se habían llevado detenidos a 17 vecinos, el alcalde se acercó el martes por la tarde a la plaza. El priista Arturo Cantú, que lleva menos de un año en el cargo, cuenta por teléfono que fue a “platicar y a dialogar sosegadamente con el pueblo”. La plática duró hasta las siete de la mañana del día siguiente, cuando la Fiscalía anunció que los 17 vecinos detenidos quedaban libres por falta de pruebas. Otro rumor de Atlatongo: “el pueblo” no dejó salir al alcalde hasta que consiguiera que los convecinos detenidos fueran liberados.

“Yo escuché que él mismo dijo que no iba a marcharse hasta que aparecieran los muchachos que se había llevado la policía”, cuenta un joven de bigotillo felino que acaba de pedir una torta en uno de los puestos de la plaza y prefiere no dar su nombre. Está en paro. Dice que en el pueblo no hay mucho trabajo y que cuando llegó por la tarde del martes “ya estaba todo el desastre”. Y sobre lo que pasó en realidad: “eso sólo lo sabe el secuestrado y los secuestradores. El resto es puro rumor”.

62 linchamientos el año pasado

- El linchamiento es un fenómeno frecuente en México. Sólo el año pasado se registraron 62 casos según un estudio de la UNAM. El Estado de México, Oaxaca y Puebla son las entidades donde se concentra el mayor número de episodios, que los estudios vinculan con la desconfianza en las instituciones y los agujeros del Estado de Derecho
- El Estado de México, una inmensa mancha urbana que rodea a la capital, es la entidad más poblada, una de las más pobres y más violentas del país.
- Hace 40 años una célebre película  mexicana ya retrató el fenómeno del linchamiento. En Canoa, basada en una historia real, la mecha la prendió el cura del pueblo y el fantasma era el comunismo.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

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