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Parece idiota, pero no se dejen engañar: es idiota

Para entender lo que ocurre en el mundo, y en especial en Estados Unidos, ayuda ver de nuevo ‘Sopa de ganso’, de los hermanos Marx

Hagamos historia comparada, entre un documento marxista de hace casi un siglo y la actual primera potencia del capitalismo. El primero es la película Sopa de ganso, de los hermanos Marx, de 1933. Tenemos a un tipo estrafalario y sin escrúpulos que solo piensa en el dinero y las mujeres, se convierte en un dictador de un país llamado Freedonia —juego de palabras sobre la tierra de la libertad— y solo ha...

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Hagamos historia comparada, entre un documento marxista de hace casi un siglo y la actual primera potencia del capitalismo. El primero es la película Sopa de ganso, de los hermanos Marx, de 1933. Tenemos a un tipo estrafalario y sin escrúpulos que solo piensa en el dinero y las mujeres, se convierte en un dictador de un país llamado Freedonia —juego de palabras sobre la tierra de la libertad— y solo hace cosas sin sentido (hay un diálogo sobre aranceles), que acaban por llevarle a la guerra. Dos frases del filme son muy actuales como reflexión política. Una: “¿A quién va a creer, a mí o a sus propios ojos?”. Dos: “Señores, puede que parezca un idiota y hable como un idiota, pero no se dejen engañar, es realmente un idiota”. En el número musical final, toda la corte de aduladores y descerebrados de Freedonia se lanza a cantar que todos los hijos de Dios tienen armas y que ir a la guerra será maravilloso.

En plena depresión tras la quiebra de 1929 y un clima prebélico ante el auge de nacionalismos totalitarios, la película era una sátira feroz de autócratas chiflados que hizo que se prohibiera en Alemania e Italia. Hitler y Mussolini consideraron, con razón, que se burlaba de ellos. La terrible paradoja de nuestro tiempo es que hoy, al ver a Trump, interrumpirían relaciones con Estados Unidos por considerarlo una intolerable parodia de sí mismos. Ellos se tomaban muy en serio, y nunca habrían imaginado que un presidente de la Casa Blanca pudiera hacer tantas tonterías creyéndoselo realmente. Este es el momento en que nos encontramos: una ficción divertidísima de hace 100 años hoy es una realidad que da miedo. Y si en 1933 nadie censuró esa película cómica, hoy Trump censura a los cómicos que le critican. Con ayuda de Disney, no me digan que no tiene gracia.

Groucho habría envidiado el discurso de Trump en la ONU por su uso de los registros surrealistas, pero la apoteosis de esta catástrofe cultural ha sido el funeral de Charlie Kirk. A todos nos parece un horror su asesinato, pero también podemos decir, creo yo, que este señor estaba como una cabra y convertirle en santo es un delirio. En mi vida he visto un espectáculo más inquietante, podría haberlo rodado David Lynch, y tanta gente que necesita ayuda, pero menos mal que luego les aleccionan sobre el uso del paracetamol y las inyecciones de lejía. Con Dios ya metido en esto, las cosas no hacen más que mejorar. La suma de cristianismo majara, ignorancia, odio y proyectos inmobiliarios, en un país donde te compras una metralleta en la ferretería, promete una cruzada muy original. Ya tienen sus profetas, algunos magníficos: el Wall Street Journal cuenta que uno de los millonarios visionarios amigos de Trump, Peter Thiel, da conferencias sobre la llegada del Anticristo. Dice que solo pueden pararlo el progreso tecnológico, la inteligencia artificial y un Gobierno único mundial autoritario que velará por todos nosotros, bendito sea.

Cualquier ciudadano decente, y esto incluye a nuestros gobiernos, sabe ya lo que tenemos delante. Que Estados Unidos sea el país más poderoso del mundo es lo único que les impide reírse de Trump a la cara y mandarle a la porra. Pragmatismo político aparte, si hay una línea clara hoy en el mundo no es derecha o izquierda, sino con o contra este individuo y lo que representa. Alejarse de él lo más posible o hacer lo posible por subirse a su ola. Y es un dilema crucial para la supervivencia de una derecha seria, que se echa tanto de menos. Deberían confiar más en el sentido común y la gente normal. Si no, hacen imposible votarles, y a los zumbados ya los han perdido.

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