Pankaj Mishra, ensayista: “Trump y Putin son dos ‘gangsters’ poniéndose de acuerdo entre ellos”
El ensayista indio, uno de los pensadores que de manera más brillante da voz al sur global, sostiene que la “limpieza étnica” que Israel está ejecutando es el presagio de una nueva cultura de la crueldad y la impunidad. Su nuevo libro disecciona el mundo que viene después de la invasión de Gaza
Pankaj Mishra (Jhansi, India, 56 años) pertenece a esa categoría de intelectuales como Edward Said o Arundhati Roy que utilizan con virtuosismo las herramientas de la cultura occidental para desmontar prejuicios y convencionalismos históricos. Para demostrar que otras partes del mundo, mucho más vastas y pobladas que Europa o Estados Unidos, tienen u...
Pankaj Mishra (Jhansi, India, 56 años) pertenece a esa categoría de intelectuales como Edward Said o Arundhati Roy que utilizan con virtuosismo las herramientas de la cultura occidental para desmontar prejuicios y convencionalismos históricos. Para demostrar que otras partes del mundo, mucho más vastas y pobladas que Europa o Estados Unidos, tienen una perspectiva y una visión de los acontecimientos completamente diferente y propia.
Con un estilo preciso y profundamente creativo, Mishra ha sido capaz, durante una trayectoria de tres décadas, de crear novelas muy premiadas, como Los románticos (2000) o Corre a esconderte (2022), y volcarse además en el estudio de los grandes acontecimientos de la época actual con ensayos que han marcado el debate público, como La edad de la ira (2017), en el que ahonda en los orígenes de la gran oleada de odios que pueblan el mundo, o Fanáticos insulsos (2020), donde analizó por qué se impusieron el liberalismo y el capitalismo anglosajones como única alternativa posible.
Decide charlar con EL PAÍS en una mañana londinense gris y húmeda. El encuentro se produce en los alrededores de Oxford Circus. Mishra tiene hambre, y sugiere ir a comer algo a un restaurante indio muy popular. Apenas tocará su masala dosa, una crepe con relleno de patata y curry muy popular en el sur de la India.
Durante hora y media, hablará con pasión de su nuevo ensayo, El mundo después de Gaza. Una breve historia (de Galaxia Gutenberg, editorial que ha publicado gran parte de su obra), de su relación sentimental y crítica con el sionismo israelí y de su visión de la destrucción de Gaza como el presagio de una nueva cultura de la impunidad. Será el arranque de una conversación que incidirá en otros asuntos, como la crisis de Ucrania, la irrupción de Donald Trump o el ataque de la derecha contra lo que despectivamente llaman lo lo woke para referirse al feminismo, la lucha contra el cambio climático o a la defensa de un discurso razonable frente a la inmigración irregular.
Pregunta. Donald Trump pide ahora que se limpie la franja de Gaza de gazatíes, para que Estados Unidos construya allí una nueva Riviera.
Respuesta. Ni siquiera yo pude imaginar que el presagio de la destrucción de Gaza iba a resultar todo lo oscuro que parece hoy. Las primeras traumáticas semanas del mandato de Trump han puesto el mundo patas arriba. Han instituido una especie de imperialismo global depredador. Ya sea Trump codiciando Groenlandia o Gaza, o Putin codiciando Ucrania. Son dos gangsters poniéndose de acuerdo entre ellos.
“Los países no occidentales no se sienten implicados en la batalla contra Rusia. No ven argumentos para situarse en contra de Putin”
P. ¿Le asombra la falta de reacción de Occidente ante la tragedia de Gaza?
R. La sensibilidad moral de nuestra clase política, en Occidente, y por supuesto en Estados Unidos, se ha visto adormecida. Hasta el punto de que han dejado de detectar el grado de ruptura de las normas internacionales o de la moralidad básica que ha supuesto la destrucción de Gaza. La verdadera sacudida de terror inaugurada por Trump no ha sido todavía detectada.
P. Gaza, como el comienzo de una era más oscura…
R. No paro de pensar que, cuando echemos la vista atrás, dentro de 20 o 30 años, Gaza será el mismo presagio de la llegada del fascismo por todo el mundo occidental que supuso la guerra civil española en la pasada década de los años treinta. Ya entonces, aquellos que vivieron aquel conflicto, como George Orwell, se dieron cuenta de inmediato de la presencia de otros países como Alemania. Fueron las bombas alemanas las que destrozaron Gernika. No era una guerra confinada al territorio español. Fue el comienzo de un periodo de destrucción de las normas, los valores, los principios de todo un continente. Y de nuevo creo que nos dirigimos hacia tiempos mucho más oscuros.
P. Pero usted no quiere hacer una enmienda a la totalidad al sionismo. Defiende sus causas originales…
R. Hubo un tiempo en el que Israel fue capaz de inspirar otro tipo de esperanza: la idea de que un grupo de europeos sería capaz de crear en medio de Oriente Próximo un Estado socialista. Por eso tanto personajes ilustres, como Primo Levi o Jean Améry, sentían tal atracción hacia la causa israelí. Eran gente de izquierdas convencida de que se estaba creando un Estado socialista igualitario y humanista. Hoy los grandes defensores de Israel son personajes como el maniaco presidente de Argentina, Javier Milei, el expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, o Donald Trump. Son algunos de los antisemitas más notorios de Occidente, como Viktor Orbán, Marine Le Pen, Matteo Salvini o Santiago Abascal.
P. Son los herederos de aquellos que veían por todas partes conspiraciones judeo-masónicas, y hoy demuestran un respaldo incondicional al Gobierno de Israel.
R. Se sienten atraídos hacia Israel porque este país representa hoy un desprecio total hacia la legalidad, hacia las normas de las democracias liberales. Cada uno de ellos, en su contexto nacional, lucha por derribar esas normas, que suponen una restricción a su capacidad de desplegar aquello que han prometido. Para todos ellos, Israel representa una posibilidad estimulante. Les demuestra que es posible en 2025 llevar a cabo la limpieza étnica de toda una población. Que son posibles las deportaciones masivas. Por eso creo que la cultura de la crueldad y la impunidad que hoy representa Israel es muy peligrosa, porque está capacitando el surgimiento de culturas similares de crueldad e impunidad por todas partes.
P. Denuncia usted que gran parte de estos extraños aliados de Israel siguen siendo profundamente antisemitas…
R. Nunca se han alejado de la convicción de que los judíos son una fuerza profundamente disruptiva, de que simbolizan el tipo de liberalismo moderno que odian. De que representan un liberalismo, un capitalismo o un marxismo cultural que detestan. Básicamente, que son de izquierdas. Que son un pueblo que en su día nos dio el socialismo o los movimientos marxistas revolucionarios. Toda esa sospecha no ha desaparecido del todo en los últimos 50 o 60 años. No les interesa el componente judío de Israel. Lo que les atrae es un país que se muestra dispuesto a romper todas las normas y todos los protocolos. En casa seguirán lanzando sus mensajes antisemitas.
P. En cualquier caso, la grotesca entrega de los cadáveres de los rehenes israelíes escenificada por Hamás predispone a la opinión pública internacional contra la causa palestina.
R. Por supuesto que fue un acto de barbarie la entrega de los cadáveres de los niños secuestrados [Kfir y Ariel Bibas], pero también lo es el bombardeo de universidades palestinas o el asesinato de niños por francotiradores israelíes. Los palestinos siempre han sufrido la falta de un liderazgo capaz de defender de modo persuasivo su causa, no solo ante los israelíes, sino ante una audiencia internacional. Esto era algo que preocupó mucho a alguien como Edward Said, y por eso acabó rompiendo con Yasir Arafat. Aunque también hoy vemos claramente que Israel ha hecho todo lo posible por aplastar el surgimiento de un liderazgo palestino decente y viable. No tuvieron ningún problema en promocionar a Hamás, financiando a esta organización durante mucho tiempo. Era el modo de seguir sosteniendo esa idea de que la existencia del Estado de Israel estaba en peligro, presentando a Hamás como la amenaza real de un nuevo Holocausto.
P. Defiende usted que Israel ha impulsado su nacionalismo desde la memoria del Holocausto.
R. La memoria personal de la Shoah [el Holocausto] existió, obviamente, en las mentes y almas de todos los supervivientes y de aquellos que perdieron a sus seres queridos. Pero la memoria colectiva es algo muy diferente. Se trata de algo creado y construido literalmente por las instituciones, por las entidades educativas, por el Estado, por los medios de comunicación y hasta por la cultura popular. Israel no comenzó como una comunidad nacional homogénea o natural. Gran parte de sus habitantes procedían de Oriente Próximo, de países árabes. No tenían experiencia ni memoria alguna de lo que había supuesto la Shoah. Su propia identidad era muy fluida. El idioma de muchos de ellos era el árabe. La narrativa de la Shoah fue una construcción de los judíos europeos, sobre todo de sus políticos, que decidieron que este era el pegamento que podría unir a los diferentes componentes de la población judía, cada uno de ellos con una experiencia histórica diferente.
P. Usted ha defendido siempre que el gran proceso que ha definido la segunda mitad del siglo XX fue la descolonización, y que sigue presente.
R. Todo lo que vivimos hoy muestra cómo las estructuras y la mentalidad de un cierto tipo de imperialismo racial del siglo XIX no han sido eliminadas del todo. Siguen ahí. Apropiémonos de Groenlandia, obliguemos a los ucranios a entregar sus minerales raros, convirtamos Gaza en una nueva Riviera. Imperialismo básico consistente en arrebatar lo que te interesa sin preguntar, y degradar a la gente de piel oscura. Mucha gente pensaba que habíamos dejado atrás todo esto, para invertir en un progreso moral y social y en un avance del liberalismo.
P. Y en estas guerras culturales de los últimos años, que incluyen el estudio crítico de ese pasado imperial, la izquierda parece en retroceso. Hoy se atacan sin cuartel las políticas identitarias que se conocen peyorativamente como lo woke.
R. Si hoy hablas en el Reino Unido sobre los restos del imperialismo, te señalan como woke; si defiendes a las personas trans, te denunciarán como woke; es el modo de excusarse por parte de muchas personas que han sido cómplices de los fracasos y desastres de los últimos años, que no se han parado a pensar demasiado en cierto tipo de capitalismo global que ha creado profundas desigualdades y un enorme resentimiento en la población de Europa Occidental. No se dan cuenta de que el voto a favor de Trump es un voto contra el sistema, no necesariamente contra lo woke. Es una maniobra bastante interesante la de desviar la conversación de los verdaderos problemas económicos y de la desigualdad.
“El voto a favor de Donald Trump es un voto contra el sistema, no necesariamente contra lo woke”
P. Desde un primer momento usted fue de los que advirtió a Occidente de que gran parte del mundo, el sur global, no estaba tan comprometido en la ayuda a Ucrania.
R. El mundo no occidental nunca se ha sentido implicado en esta batalla contra Rusia. Por muchas razones. Varios de estos países, como India, dependen de Rusia en el suministro de armas o en el suministro de petróleo. No van a romper esa relación. O mire a China, por ejemplo, que tiene su propia relación especial con Moscú y sus propios intereses. Pero además, muchos de ellos no entienden los argumentos morales para situarse en contra de Putin. Contemplan a la OTAN como una potencia agresiva y expansiva, y creen que llevar su alcance hasta la misma frontera rusa es una terrible provocación. Pueden pensar que Putin es un loco imperialista, pero no creen que haya sido él quien se haya inventado la amenaza de la OTAN. Ya lo dijo Gorbachov, y Boris Yeltsin se quejó de lo mismo.
P. Y en ese sentido, usted cree que la crisis de Ucrania ha revelado que el emperador estaba desnudo.
R. Lo que ha demostrado la crisis de Ucrania ante los ojos de muchas personas de todo el mundo, tanto con el ineficaz régimen de sanciones desplegado contra Rusia como con la propia guerra, que no ha infligido serias derrotas a Moscú, es que Occidente es hoy mucho más débil de lo que era. Que ya no puede sostener su aspiración a liderar el resto del mundo, ni económica ni militarmente. Que sin la participación de China o de la India, las sanciones contra Rusia no producen ningún efecto. Tanto el caso de Ucrania como el de Gaza han mostrado la debilidad diplomática, militar y moral de Occidente.
P. Finaliza usted su libro con un cierto atisbo de esperanza, al contemplar las movilizaciones estudiantiles contra la destrucción de Gaza.
R. En un clima actual de codicia, violencia y expansión, ver a jóvenes manifestantes que defienden valores como la compasión, la solidaridad, la empatía y sentimientos por los débiles y los pobres no deja de ser toda una declaración de intenciones radical. Nos estamos alejando de un lenguaje de izquierdas tecnócrata que hablaba de redistribución e igualdad para reivindicar a cambio ciertos principios morales básicos que siempre han estado en la filosofía y en las religiones, y que habíamos olvidado por completo.