Milei prosigue su cruzada a favor del Estado mínimo
El presidente de Argentina se compara con el ‘viejo topo’ marxista, pero en este caso para horadar lo público.
Cómo puede soportar un país, sin estallar, tasas de pobreza del 50% de su población (10 puntos más que el año anterior), un 18% de indigentes (frente a un 12% de antes) y una profunda recesión, y sin embargo no aguanta una hiperinflación del 200%, del 120%, e incluso una inflación tan alta como del 35% anual. Responder sociológicamente a esta cuestión ayuda a interpretar el “fenómeno Milei” en Argentina, que, pasado un año desde su llegad...
Cómo puede soportar un país, sin estallar, tasas de pobreza del 50% de su población (10 puntos más que el año anterior), un 18% de indigentes (frente a un 12% de antes) y una profunda recesión, y sin embargo no aguanta una hiperinflación del 200%, del 120%, e incluso una inflación tan alta como del 35% anual. Responder sociológicamente a esta cuestión ayuda a interpretar el “fenómeno Milei” en Argentina, que, pasado un año desde su llegada a la Casa Rosada, ha mantenido, o incluso aumentado, sus porcentajes de popularidad. El de Javier Milei es un experimento de ingeniería social radical con el que se va a enfrentar en el cuarto trimestre del año que ahora entra a las elecciones de medio mandato, a las que su partido, La Libertad Avanza, llega con una magra representación: tan solo el 15% de los diputados, el 10% de los senadores, y ningún poder territorial institucional en las 24 provincias.
En el balance de lo cumplido en este año de gobernación, respecto a lo prometido en la campaña electoral, destacan tres puntos: la cruzada contra unas élites (no solo políticas) desprestigiadas; se podría decir que ha logrado cambiar el eslogan de “que se vayan todos” por el de “que venga uno solo” (él, Milei). En aspectos concretos (la magnitud del ajuste) ha pactado con algunas de estas élites, pero por la sordi, en la oscuridad. En segundo lugar, ha puesto dinamita a los cimientos del Estado, cerrando ministerios, despidiendo empleados públicos, eliminando ayudas sociales (pensiones, ciencia, cultura, sanidad, educación…), etcétera. Milei se ha comparado con el “viejo topo” marxista, en este caso para horadar lo público. Y finalmente, y quizá lo más importante para sus intereses, ha reducido la inflación cada mes (del 12,8% al 2,4%).
En su comparecencia para anunciar esos resultados, Milei subrayó otras prioridades de su segundo año, que arranca con una situación distinta: en los últimos meses la economía ha comenzado a crecer, ha vuelto el crédito y a base de reducir gastos ha conseguido el equilibrio fiscal. Primero, una reforma fiscal que determinará el nivel estructural de ingresos, que pretende reducir en ¡un 90%! los impuestos nacionales y devolver a las provincias su autonomía tributaria para que establezcan una competencia fiscal entre ellas. Se trata de seguir reduciendo el Estado a su más pobre expresión (el Estado mínimo), siguiendo la estela del filósofo americano Robert Nozick, autor de la obra de referencia Anarquía, Estado y utopía. Quien creyese que el mandatario argentino se había olvidado de su programa máximo, se equivocaba: volvió a mencionar la dolarización de la economía y la supresión del banco central. De un país como Argentina, con los sindicatos más potentes de América Latina después de los uruguayos, y con un gran historial de combatividad peronista, se hubiera esperado un mayor grado de resistencia ante este proyecto de ingeniería social ultraliberal que los destroza, pero no ha sido así. Quizá porque ha encontrado sus mayores apoyos en un sujeto social nuevo, que había permanecido fuera del radar del peronismo: los informales, la economía sumergida. Milei se ha hecho cargo de su estado de ánimo, mientras que enfrente se encuentra una oposición fragmentada que en estos momentos carece de aceptación social y de ideas.
En este año pasado se ha producido una intensa complicidad intelectual entre el presidente argentino y el presidente electo de EE UU, Donald Trump. La gran paradoja es que la política económica libertaria aplicada por Milei y la proteccionista trompeteada por Trump son, en muchos aspectos, antitéticas y pueden entrar en colisión. El factor externo es uno de los que pueden debilitar los planes de Milei.
Este experimento social es de naturaleza contraria a lo que se podría calificar de compromiso histórico, o al que en España representaron en su momento los Pactos de la Moncloa, como vía para estabilizar política y económicamente el país. Es en este sentido en el que hay analistas que sostienen que Argentina, el más europeo de los Estados de la zona, se ha “latinoamericanizado”.