Objetivo, empobrecer al vecino: las grandes potencias económicas imponen medidas proteccionistas
El “proteccionismo de baja intensidad” se está acelerando por la geopolítica mundial
La Unión Europea tomó en julio la decisión provisional —que habrá de ser corroborada el mes que viene— de establecer aranceles de casi el 50% a los coches chinos que invaden el mercado de la zona y complican el futuro de la industria automovilística europea. Las autoridades que han tomado esta medida consideran que el Gobierno chino está dopando a sus empresas a través de subvenciones estatales para ayudar a que sus coches sean más baratos. Si así ...
La Unión Europea tomó en julio la decisión provisional —que habrá de ser corroborada el mes que viene— de establecer aranceles de casi el 50% a los coches chinos que invaden el mercado de la zona y complican el futuro de la industria automovilística europea. Las autoridades que han tomado esta medida consideran que el Gobierno chino está dopando a sus empresas a través de subvenciones estatales para ayudar a que sus coches sean más baratos. Si así fuera se daría una competencia desleal.
Pekín reaccionó inmediatamente anunciando una investigación antidopaje respecto a diversos productos europeos que se exportan de modo masivo al país asiático. Entre ellos, las importaciones de carne de cerdo, lo que afecta mucho a la industria española, que se ha convertido en una gran potencia en este sector. Allá que se fue el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, para entrevistarse con Xi Jinping y tratar de paliar este problema de guerra comercial entre dos bloques, mediando entre ambos.
El proteccionismo, sea o no por ahora “de baja intensidad” (Pascal Lamy, expresidente de la Organización Mundial de Comercio), deviene en una línea más de la política económica de los países, y centrándose más, en EE UU, China y la UE. Entre los tres bloques han puesto en marcha más del 70% de las medidas proteccionistas (aranceles, subsidios, control de inversiones, incentivos administrativos a sus exportaciones…) de los últimos tiempos, según el Fondo Monetario Internacional.
¿Y cuándo se pueden datar esos “últimos tiempos”? Hay algunos jalones muy precisos. Por ejemplo, la Gran Recesión de 2008, la llegada de Trump a la Casa Blanca con su lema de “¡América primero!”, en 2016, y cuatro años después, el Brexit. En todos los casos se ha tratado de encerrarse en sí mismos y presentar al exterior como un peligro para la estabilidad de los países. Así es como se han abierto las consecutivas guerras comerciales entre EE UU, China (y México) y la UE. En cada crisis económica importante del capitalismo se ha privilegiado la protección económica nacional.
Hoy queda poco de aquel ambiente del libre comercio que pronosticó el viejo decano de los economistas especializados en comercio internacional, Jagdish Bhagwati, nacido en la India y que dio clases en la Universidad de Columbia. Bhagwati estudió cómo tras la II Guerra Mundial los países desarrollados registraron de manera sistemática un hecho sin precedentes, la apertura comercial ronda tras ronda del Acuerdo General de Aranceles y Comercio (precedente de la actual Organización Mundial de Comercio). Pero eso no ha sido siempre así, y la cuestión del proteccionismo no sólo no está zanjada, sino que ahora gobiernos, Parlamentos, foros de negociación, cumbres económicas, etcétera, son protagonistas de la vuelta a las ayudas nacionales como la mejor posible política económica nacional.
Sin embargo, los hechos muestran que pocas veces ha sido así. Una de las respuestas más manidas a los problemas económicos desde el año 1873 (primera crisis grave del capitalismo) ha sido el incremento a los aranceles, sin que solventara las dificultades (caídas del crecimiento, aumento del paro, baja competitividad y productividad, deslocalizaciones…). Según el Global Trade Alert, que proporciona información sobre las intervenciones estatales adoptadas desde noviembre de 2008 y que probablemente afectan al comercio exterior (bienes y servicios, inversión extranjera y la migración de la fuerza laboral), se han contabilizado alrededor de 58.000 de esas intervenciones. Casi la mitad se han registrado en el último lustro, el periodo en el que se ha desarrollado la pandemia de la covid con la parálisis del mundo durante un trimestre y la ruptura de las cadenas de suministro de muchos lugares. Ello generó una sensación de gran vulnerabilidad. Luego se ha acrecentado con la guerra de Ucrania y con la visibilidad de los problemas energéticos derivados de la misma. Las guerras comerciales no benefician a nadie. Por ejemplo, según la OMC, casi el 30% de los empleos mundiales dependen de las exportaciones.