PP y Vox: grandes éxitos del pensamiento anacrónico

Es revelador cómo se han gripado esta semana las alianzas del partido conservador con la ultraderecha en Gijón y Extremadura. En ambos casos la razón de esos finales han sido precisamente los principios

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, se reunió con el presidente de Vox, Santiago Abascal, en el Congreso a principios de septiembre.Claudio Álvarez

Albert Camus escribía en 1948: “El pensamiento anacrónico está a punto de matarnos”. Se refería al desfase entre el ritmo de los acontecimientos de la historia y la lentitud de la política, que se aferra a moldes del pasado que ya no sirven. Muy actual. Lo ha explicado mejor que nadie ese concejal de Móstoles de Más Madrid al replicar a la propuesta de Vox de erigir “un punto de homenaje ...

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Albert Camus escribía en 1948: “El pensamiento anacrónico está a punto de matarnos”. Se refería al desfase entre el ritmo de los acontecimientos de la historia y la lentitud de la política, que se aferra a moldes del pasado que ya no sirven. Muy actual. Lo ha explicado mejor que nadie ese concejal de Móstoles de Más Madrid al replicar a la propuesta de Vox de erigir “un punto de homenaje permanente a la bandera de España”. Lo hizo con el mejor antídoto a los desvaríos de extrema derecha, la ironía: pidió un punto de esos en cada esquina, por ser la principal preocupación de los vecinos de Móstoles. Es en los ayuntamientos, en las regiones, donde se ve que Vox no viene a arreglar problemas, sino que es la expresión de un malestar que simula tener soluciones, pero solo maneja abstracciones. Es revelador cómo se han gripado esta semana sus alianzas con el PP en Gijón y Extremadura. En ambos casos la razón de esos finales han sido precisamente los principios. En el PP y Vox se llenan la boca con ellos, y ya se les atragantan.

Hablando de principios, Feijóo admitía esta semana dónde empezó esto, ya se siente un poco anacrónico: “¿Yo quiero pactar con Vox? Evidentemente que no”. Con Alsina es que todos se acaban confesando. Qué pensará ahora María Guardiola, la presidenta de Extremadura, que delimitó tan bien la línea que podría separar la derecha civilizada de la bárbara. Fue el 20 de junio de 2023: “Yo no puedo dejar entrar en gobierno a aquellos que niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes y a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI”. Desde Madrid, el portavoz del PP, Borja Semper, la respaldó: “No vamos a reproducir el sanchismo, renunciar a nuestros principios y posiciones políticas más elementales por acceder al poder”. Fue exactamente lo que hicieron luego. Guardiola tuvo que tragar un Gobierno con Vox. Hace un mes ya decía que su relación era “escasa o ninguna porque estoy centrada en gestionar”. Son matrimonios que hacen aguas, pero es difícil afrontarlo. Como los Pringle, la pareja que sobrevive en la guerra en las estupendas novelas de Olivia Manning:

-Nunca me habías dicho que estuvieras descontenta.

-¿No? -dijo ella riéndose-. La verdad es un lujo. Solo nos la podemos permitir de vez en cuando.

PP y Vox no son lo mismo. Es como esa frase tan graciosa que deja caer Heródoto: “Los lidios tienen costumbres parecidas a las de los griegos, salvo que prostituyen a todas sus hijas”. Esas pequeñas salvedades lo acaban estropeando todo, hay un momento en que uno deja de engañarse. Esta semana ha dimitido la única consejera extremeña de Vox. ¿Explicación? Un lírico tuit sobre halcones: “La cetrería es un arte de caza… y como en la vida, las decisiones siempre han de tomarse con altanería y paciencia, y con dignidad, como el vuelo de estas maravillosas aves, justas, precisas y fieles a sus principios”. La mujer, feliz en su anacronía, creerá vivir en el romance del infante Arnaldos, que paseaba por la playa con su halcón en aquel hermoso poema del siglo XVI. Se encuentra una nave con un marinero que, como esta consejera, se despide con desdén: “Yo no digo esta canción sino a quien conmigo va”. Azorín interpretaba así ese misterioso destino, a dónde podría ir el barco de ese señor: “¿Dónde? ¿Hacia el mar infinito y proceloso? ¿Hacia los países de ensueño y de alucinación?”. Más o menos ahí, sí, y el PP sigue subido a él.

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