Elizabeth Kolbert: “La gente no ha salido de la pandemia abrazando la naturaleza; al revés”
La periodista estadounidense es premio Pulitzer por su anterior libro sobre la extinción masiva en marcha. Ahora publica ‘Bajo un cielo blanco’, sobre quienes intentan revertir el apocalipsis climático
Gracias a La sexta extinción (Crítica), que le valió un Premio Pulitzer en 2015, la periodista y escritora Elizabeth Kolbert se consagró como una de las voces fundamentales de la divulgación medioambiental. Colaboradora durante décadas de la revista The New Yorker, Kolbert atiende a EL PAÍS por videollamada desde Williamstown (Massachusetts) con motivo de la publicación en España de su últim...
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Gracias a La sexta extinción (Crítica), que le valió un Premio Pulitzer en 2015, la periodista y escritora Elizabeth Kolbert se consagró como una de las voces fundamentales de la divulgación medioambiental. Colaboradora durante décadas de la revista The New Yorker, Kolbert atiende a EL PAÍS por videollamada desde Williamstown (Massachusetts) con motivo de la publicación en España de su último libro, Bajo un cielo blanco, editado por el mismo sello. La conversación versa sobre los desafíos que la humanidad y la naturaleza afrontan como un todo imbricado, porque la delicada salud del planeta, la incierta evolución de su pronóstico reservado, está en manos de los seres humanos. Si en La sexta extinción exploró las formas en que nuestra capacidad de destrucción ha remodelado el mundo natural, en su nuevo libro —subtitulado Cómo los humanos estamos creando la naturaleza del futuro— Kolbert relata el intento de revertir el apocalipsis de activistas, emprendedores ecológicos e investigadores consagrados a evitar lo que muchos consideran inevitable.
Pregunta. ¿Nos acercamos al apocalipsis? ¿Hay esperanza?
Respuesta. Siempre hay esperanza de evitar un desastre en el caso del cambio climático. Lo que es importante que tengamos en cuenta es que hemos puesto en marcha procesos que son muy difíciles, si no imposibles, de detener. Una de las cosas más inquietantes es que realmente no sabemos cuán avanzado está este proceso, cuán cerca estamos del borde del desastre.
P. El enfoque de Bajo un cielo blanco parece más optimista que el de La sexta extinción. Son historias de gente que hace cosas para impedir el desastre. ¿Es una buena señal?
R. Bueno, no, no creo que sea necesariamente más optimista. Conduce a esa posibilidad. Pero también te plantea la de que todas esas iniciativas sean intentos desesperados y locos de lidiar con una situación muy difícil que podría terminar bastante mal.
P. ¿Cómo describiría a los protagonistas de su último libro? ¿Son románticos, héroes o idealistas que se sacrifican por el bien común?
R. Algunos ciertamente lo son. Muchos son personas que trabajan muy duro para encontrar respuesta a desafíos muy difíciles. Otros son empresarios que buscan oportunidades en un mundo donde evitar el desastre [ecológico] será una gran oportunidad económica para algunas personas.
P. En cualquier caso, todos parecen el reverso esperanzador de esa sexta extinción de la que hablaba en su anterior libro.
R. El título de ese libro se refiere al fenómeno de extinción que está en marcha ahora mismo, que muchos científicos temen que podría alcanzar la escala de algunas de las grandes extinciones masivas del pasado. No es que estemos ahí ya, pero las líneas y las tendencias que se aprecian no son buenas.
P. ¿Y qué hacer para, si no evitar, sí retardar el deterioro?
R. No tengo una respuesta simple sobre la crisis de extinción, porque está siendo impulsada por muchas fuerzas, por especies que experimentan cambios en el uso de la tierra, por la contaminación. Por eso no hay una sola respuesta. El denominador común es la actividad humana y el consumo humano. En última instancia, hablamos de recursos. La pregunta básica es cómo abastecer a casi 8.000 millones de personas. Hay millones de personas en el planeta que necesitan comer y un techo, mientras en el mundo desarrollado consumimos mucho más de lo que nos corresponde de los recursos de la Tierra. ¿Cómo avanzar de una manera que sea equitativa y sostenible?
P. Es decir, ¿las primeras medidas no serían políticas, sino individuales? Por ejemplo, evitar el despilfarro, el hiperconsumo…
R. No, también necesitamos fundamentos [políticos] esenciales. Pero el primer paso sería obviamente detener, reducir lo más rápido posible nuestro consumo de combustibles fósiles. Es bastante simple y obvio, pero parece que no somos capaces de hacerlo.
P. ¿La propuesta de un green new deal en EE UU va en la dirección correcta?
R. No quiero profundizar demasiado en la política estadounidense. Ahora mismo, mientras hablamos, se está dando este debate. Sobre la mesa hay un gran paquete de medidas. Y el temor real es que se aprueben partes del proyecto de ley, pero no las que son importantes para el clima, es una preocupación muy real [una semana tras la entrevista, se anunció un acuerdo bipartidista para un ambicioso plan de infraestructuras que aparca precisamente muchas medidas ambientales].
P. Pero el presidente Biden parece determinado a aplicar un enfoque ecológico a sus políticas, sobre todo en asuntos económicos.
R. Creo que ha propuesto muchas cosas buenas. Son medidas muy positivas, pero hay un límite en su capacidad para llevar esa agenda al Congreso. Y ese es un gran obstáculo para restaurar lo más básico. Medidas verdes de su agenda que van mucho más allá del medio ambiente.
P. La amenaza ambiental lo permea todo, no solo la economía. Muchos de los centroamericanos que aspiran a cruzar la frontera de EE UU son víctimas de catástrofes naturales. ¿Deben ser sujetos de derecho los refugiados climáticos?
R. Esta es una cuestión realmente importante. Rebasa mi experiencia, pero mucha gente está reflexionando acerca de cómo debemos lidiar con los problemas de derechos humanos que se derivan del hecho de que alguien se convierta en un refugiado climático, algo que afectará potencialmente a cientos de millones de personas. No sé la respuesta, pero sí creo que será un debate a corto y medio plazo.
P. Cada vez son más, en todo el mundo.
R. Sí, y si ya es muy difícil lograr el estatus de refugiado, sobremanera en estos casos en que se cuestiona su propia existencia, por qué exactamente aspiran a obtener el estatus de refugiado…, son casos muy difíciles. Otorgar ese estatus a víctimas del cambio climático, un tipo de desastre a cámara lenta, va a ser un encendido debate. Es obvio que muchísimas personas lo son, aun ignorándolo. Es preocupante que la política internacional se esté viendo perturbada: refugiados en Europa procedentes del norte de África y Oriente Próximo; refugiados en EE UU llegados de Centroamérica y Sudamérica. La política está tomando un rumbo desafortunado debido a una especie de nacionalismo resurgente, el sistema político se ve sometido a estrés, tanto interna como externamente. Es difícil ser muy optimista al respecto.
P. ¿Podemos sacar alguna lección de la pandemia en el sentido de reconectar con la naturaleza?
R. No veo muchas señales de que la gente haya salido de la pandemia abrazando la simplicidad o la naturaleza. Veo a todos muy ansiosos por volver a la vida como era antes, que es el problema. Tal vez haya consecuencias de la pandemia que sean duraderas y útiles. Pero es difícil saberlo aún.
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