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Rowan Atkinson (Mr. Bean) logra el nº 1 en Netflix a sus 70 años: “Sigue siendo tan divertido como siempre”

La comedia navideña ‘El hombre contra el bebé’ ha superado a ‘Stranger Things’ en su primera semana, prueba de la vigencia del humor físico que coronó al actor inglés

Si en La vida de Brian (1979) los Monty Python imaginaron la existencia de un vecino de pesebre de Jesús nacido el mismo día, una nueva comedia británica, la serie El hombre contra el bebé, se hace otra pregunta de calado: qué destino habría corrido el hijo de Dios si, en vez de elegir a la Virgen María como madre, este hubiese confiado la sagrada tarea a Mr. Bean. Más o menos. En la sitcom de cuatro capítulos de Netflix, un recién nacido aparece mágicamente en el belén viviente de un colegio para representar al niño Jesús. Cuando todo el mundo recoge y marcha de vacaciones, el bedel, interpretado por Rowan Atkinson (Consett, Durham, Reino Unido, 70 años), se da cuenta de que el niño sigue allí, sin nadie que lo reclame ni sepa de dónde ha salido. Al solitario protagonista no le queda otra que pasar la Navidad con el bebé, al que empieza a referirse como Jesús, para dar paso a la cascada de accidentes característicos en las comedias del actor.

Continuación de El hombre contra la abeja (2022), donde el protagonista sembraba el caos al intentar matar a una abeja que se colaba en una mansión bajo su vigilancia, la serie se ha colocado como la más vista en Netflix en todo el mundo en la semana del estreno, pese a coincidir con la nueva remesa de episodios de Stranger Things, buque insignia de la plataforma. Un triunfo para Atkinson, que en la tercera edad sigue sumando éxitos a su dilatada carrera y que demuestra que, por mucho que pasen los años, el humor de resbalones y tortazos nunca dejará de ser gracioso. La telecomedia, además, incluye guiños a su papel más célebre: el dormitorio en el que se nos presenta a Trevor Bingley, el personaje principal, es muy parecido al de Mr. Bean (1990) y un policía, a causa de las interferencias telefónicas, no escucha su apellido completo y le llama “Mr. Bin”.

El actor lleva años sugiriendo su retirada de estas producciones, al creer que, traspasado cierto umbral, sus habilidades físicas habían “empezado a decaer”. Pero ni él ha cumplido con dichos planes ni el público se lo pone fácil. En El hombre contra el bebé, el septuagenario cómico ofrece una interpretación más contenida en lo que a porrazos o movimientos espasmódicos se refiere, si bien su inconfundible mímica y gestos de pavor ante el desastre, los que le convirtieron en estrella, siguen ahí. “Es un humor que no hace falta traducir, comedia visual que no necesita de palabras. Se entiende en todas las latitudes”, dice a ICON el escritor Jorge San Román, que acaba de publicar Con permiso de la reina: el humor inglés de los bufones a la sitcom (Diábolo Ediciones), repaso a la historia de las comedias británicas que, precisamente, lleva a Mr. Bean en su portada. “Las sitcoms inglesas destacaban por sus afilados diálogos, por el genio de las réplicas, pero Mr. Bean arrasó por lo contrario. Él no hablaba, lo único que hacía era emitir unos gruñidos guturales y ser el tío más mezquino del mundo”.

Ingeniero eléctrico de formación, Rowan Atkinson acabó en comedia animado por sus experiencias con el grupo de teatro universitario y el surgimiento de los Monty Python. En esa etapa trabó una gran amistad con otra figura imprescindible para entender el cine británico contemporáneo, el guionista Richard Curtis, con quien, antes de Mr. Bean, forjaría otro hito del humor televisivo: la sensacional La víbora negra (1983), ambientada en diferentes épocas de la historia del Reino Unido, con Atkinson como desdichado duque y como sus descendientes en las siguientes temporadas. Perfeccionista obsesivo, el actor confesó haber tardado décadas en ver un capítulo por diversión. Otro tesoro nacional, el guionista Ben Elton, escribió en sus memorias que la serie le obligó a desatender casi todo en su vida por los “tortuosos microrretoques” que el protagonista continuamente demandaba. En una reciente entrevista en The Times, Atkinson dejó claro que seguía en las mismas: “Podría escribir una lista tan larga como tu brazo de todo lo que no me gusta [de El hombre contra el bebé]. Tal escena es muy larga, tal frase debería haberse quedado fuera… Estoy permanentemente insatisfecho”.

Con Mr. Bean daría un giro silente, entre las comedias del cine mudo y referentes europeos como Jacques Tati –a cuya Las vacaciones del Sr. Hulot (1953) homenajearía en el segundo largometraje del personaje, Las vacaciones de Mr. Bean (2007)–. “Atkinson tiene influencias europeas, pero también un marcado carácter inglés”, explica a ICON el crítico Bruce Dessau, que en 1998 publicó una biografía no autorizada del actor. “Sigue la tradición de Monty Python y The Goodies, siendo a la vez divertido y físico, pero también muy inteligente. Su trabajo satírico en la BBC con el equipo de Estas no son las noticias de las nueve [1979, programa de sketches con estructura de noticiario] fue, en gran medida, un puente entre la era Python y la comedia alternativa irreverente e influenciada por el punk de finales de los setenta y primeros ochenta”.

It’s very difficult todo esto

Jorge San Román señala como tercera pata del humor británico de entonces, con Atkinson y Elton, a Rik Mayall, representante de “esa comedia más bestia, más anárquica” del nuevo mundo que nacía, que protagonizó y creó con el segundo la serie de culto Los jóvenes (The Young Ones), además de aparecer en La víbora negra. Mientras Mayall se convertiría, para muchos, en el equivalente catódico a lo que Johnny Rotten (cantante de Sex Pistols) supuso para la música, Rowan Atkinson orientó sus esfuerzos a refinar otro arquetipo. Frente a la agresividad e impulsos destructivos del que se siente impotente, Mr. Bean era alguien involucionado, pero, a su manera, exitoso: un personaje al que la acción más sencilla se le complicaba como una escalada al Everest y, sin embargo, luchaba firme contra la adversidad, con ocurrencias infantiles y extremas, sin importarle las víctimas colaterales. Antes de que el fenómeno del síndrome del impostor se extendiese, Mr. Bean era su contrario, un inspirador ejemplo de ir hacia adelante y abrirse paso sin la más primitiva idea de nada, ni filtros adultos, ni lenguaje.

“Mr. Bean es un tío muy inglés, con cara de inglés y que además conduce un Mini. ¿Qué es lo que falla? Absolutamente todo en él. Su actitud, sus gestos, hasta su chaqueta es cutre”, explica el autor de Con permiso de la reina. San Román, que cree que el humor inglés se caracteriza antes por “lo seco y lo despiadado” que por el sentimentalismo, percibe ahí el punto de quiebre entre Atkinson y su colaborador Richard Curtis, quien después adquiriría fama mundial gracias a películas románticas como Cuatro bodas y un funeral (1994) o Love Actually (2003). El actor participó en ambas, aunque en papeles secundarios. “Ese tipo de comedias me transmiten la misma extraña sensación que tienes cuando te presentan a alguien y te da la mano blandita, que te puede parecer encantador, pero notas que hay algo fofo ahí”.

Entre tanto, la carrera cinematográfica de Rowan Atkinson se convirtió en extensión de su periplo televisivo. En Bean, lo último en cine catastrófico (1997), el personaje era enviado a Estados Unidos como supuesto experto en arte. Su emblemática restauración fallida del cuadro La madre de Whistler (1871), precursora del eccehomo de Borja –o de un reciente anuncio con Antonio Banderas–, se convirtió en uno de los gags más famosos del género en los noventa. Con la trilogía Johnny English (2003-18) llevó el molde de antihéroe patoso al terreno del cine de espías, mientras que en Secretos de familia (2005), revisión oscura de Mary Poppins (1964) con homicidios, retomaba el papel de inseguro párroco de Cuatro bodas y un funeral. También tuvo algunas pocas, pero sustanciosas, incursiones en el cine estadounidense: aparte de una pequeña aparición en Hot Shots 2 (1993), fue voz del pájaro Zazú en El rey león (1994), un desquiciado italiano narcoléptico en Ratas a la carrera (2001) y el villano de la adaptación a imagen real de Scooby-Doo (2002).

No obstante, al otro lado del Atlántico tiene una afición más reducida. Sus películas como protagonista han sido más vistas en Europa que en EE UU, a veces obteniendo allí una ínfima parte de su recaudación. De Johnny English: De nuevo en acción (2018), un crítico de Variety sugirió que el humor de Atkinson se había quedado obsoleto, al señalar que le parecía más propio de un museo que de una sala de cine. “¡Quizá ese crítico estadounidense no entendió el chiste!”, dice el biógrafo Bruce Dessau. “Su punto fuerte es que no ha cambiado mucho desde el éxito de Mr. Bean. Aunque decía que no le resultaría fácil hacer humor físico a medida que envejeciera, sigue haciéndolo y siendo tan divertido como siempre”. Jorge San Román coincide: “Sus películas pueden tener el problema de que parezcan una sucesión de chistes empalmados, pero no que sean anacrónicas. Yo sigo disfrutando mucho de las comedias de Laurel y Hardy, como seguro que en el futuro se disfrutarán las de Atkinson”.

Toda una institución en Reino Unido, en los últimos años, contra su voluntad, ha asomado también mucho a los titulares escandalosos de la prensa de cotilleos. En 2015 se divorció de la que había sido su mujer durante un cuarto de siglo, la maquilladora Sunetra Sastry, tras conocerse que mantenía una relación con la cómica Louise Ford, compañera en teatro 26 años más joven que él. El también humorista James Acaster, expareja de Ford, bromeó en sus monólogos con que era “el único hombre del mundo al han dejado por Mr. Bean”. Atkinson tiene una hija con Ford nacida en 2017 y dos hijos fruto de su primer matrimonio, aunque una adoptó el apellido materno tras la ruptura. Apasionado de los coches, también se estrelló dos veces, sin lesionarse de gravedad, con su McLaren F1, que acabó optando por reparar y vender tras el segundo accidente.

El intérprete evita comentar su vida personal en entrevistas y rara vez ha emitido comentarios políticos. En 2018, defendió en una polémica carta a Boris Johnson, por las críticas que el entonces primer ministro recibió al comparar a las mujeres en burka con “buzones”. “Como beneficiario de toda la vida de la libertad para hacer chistes sobre la religión, creo que la broma de Boris Johnson sobre las usuarias del burka asemejándose a buzones es bastante buena”, escribió.

Ello no implica que su sensibilidad sea necesariamente conservadora; de hecho, tanto El hombre contra la abeja como El hombre contra el bebé contienen una denuncia explícita de los abusos de los ricos. Atkinson compareció años antes en la Cámara de los Lores para pedir el voto contra una ley que pretendía penalizar la “incitación al odio religioso”, al considerarla una forma de censura. En 2013, la BBC recibió más de 3.000 quejas después de que el actor se disfrazara del arzobispo de Canterbury para ridiculizar su homofobia, algo que también enfureció al propio hermano del actor, miembro del UKIP, el partido de extrema derecha británico. En el final de Johnny English, la primera, también maltrataba por error al arzobispo al creer que era un farsante, broma que en la segunda, Johnny English Returns (2011), llevaba más lejos dando una paliza (de nuevo, por confusión) a la mismísima reina de Inglaterra. Pese a los motivos para preocuparse por la integridad del niño Jesús en la nueva serie de Netflix, que nadie tema: el bebé es, en su mayor parte, digital.

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