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Robert Pattinson: “Al cumplir los 30 te das cuenta de que si te limitas a esperar que te llame tu agente estás muerto”

Con ‘Crepúsculo’ se convirtió en el ‘sex symbol’ de la generación milenial. Podría haberse desvanecido pero ha triunfado con talento y una carrera atípica: ahora estrena ‘Die, my love’, con Jennifer Lawrence

Cuando Robert Pattinson (Londres, 39 años) se presentó a las pruebas para Crepúsculo, dormía en el sofá de su agente en Los Ángeles. Era un joven británico guapo, trabajador y con un sueño. Como sus antiguos compañeros piso, que también buscaban su oportunidad en América, unos tales Andrew Garfield, Charlie Cox, Jamie Dornan y Eddie Redmayne. Al final, todos lograron triunfar. “No éramos más que un puñado de actores sin trabajo. Ahora somos amigos porque estábamos juntos cuando no éramos nadie”, ha dicho Redmayne.

En el caso de Pattinson, el éxito fue repentino y arrollador: entre 2008 y 2012 pasó de desconocido a estrella para adolescentes gracias a las cinco películas de la saga de vampiros emo. Aquel ser bello, sensible y atormentado lo convirtió en el sueño romántico de millones de mujeres y hombres. Para la revista People fue “el hombre vivo más sexy del mundo” en 2008 y 2009, y en 2010 Time lo incluyó en su lista de los 100 personajes más influyentes del año. “Es joven, guapo y talentoso. Gracias a Dios no tengo que competir con él”, dijo George Clooney. Terminó la franquicia con 25 años, convertido en uno de los actores más deseados y mejor pagados del mundo: ingredientes que para muchos han desembocado en desastre.

Solo que Pattinson se ha consolidado en Hollywood como estrella de primer nivel. Pasa de un papel importante a otro, aunque ha ralentizado sus apariciones en pantalla: casi tres años transcurrieron entre The Batman (2022) y su siguiente papel protagonista, Mickey 17, de Bong Joon Ho, el director coreano que arrasó en los Oscar de 2019 con Parásitos. En la última década Pattinson ha construido una carrera que le ha otorgado ese intangible tan apreciado por la industria: credibilidad. Es para los mileniales lo que Leonardo DiCaprio fue para la Generación X: alguien que supo salir de la casilla que le habían marcado —ídolo juvenil desechable— y transformarse en un actor capaz de convertir tramas complejas en razonables éxitos de taquilla, tal y como sucedió en High Life (2018), de Claire Denis, El Faro (2019), de Robert Eggers o Tenet (2021), de Christopher Nolan, el blockbuster más intrincado e indescifrable que se recuerda.

Todavía no se sabe cuándo se estrenará The Drama, la película que acaba de rodar con Zendaya, pero el 21 de noviembre llegará a los cines Die, My Love, de la escocesa Lynne Ramsay, directora de Tenemos que hablar de Kevin (2011) o En realidad, nunca estuviste aquí (2017). “Conocí a Lynne en 2012 y desde entonces quería trabajar con ella. Cada vez que hablamos me cuenta cosas completamente locas y muy graciosas que le han pasado. Cuando las escucho pienso: ‘¿Es una historia traumática o divertida?’. En su caso todo está mezclado. Por eso sus películas tienen tonos tan interesantes”, explica el actor por videollamada.

Generalmente, me atraen los personajes extraños, pero me moría por interpretar a tipos normales"

Las películas de Ramsay son siempre fascinantes, pero difíciles. Sus personajes, dijo ella misma, “llevan la violencia dentro”. Las relaciones que describe van más allá de lo complejo y rozan lo enfermizo. “Si alguna vez has tenido que lidiar con alguien que pasa por un momento de caos emocional, sabes que a pesar de todo hay momentos graciosos, sobre todo visto con perspectiva”, dice Pattinson. “A veces estás dentro de una relación que es una locura. Pero una vez que pasa la tormenta, todo lo que acabas de experimentar parece completamente ridículo. Hay mucho de eso en Lynne”. ¿Eso no es un poco a lo que se refiere el dicho “Tragedia más tiempo es igual a comedia”? “Exactamente. Si consigues sobrevivir”, bromea, “es una verdad indiscutible. No recuerdo qué humorista fue, pero estaba viendo a uno el otro día y lo expresó muy bien: ‘Es gracioso hasta que te pasa a ti”.

Basada en la novela Mátate, amor, de la argentina Ariana Harwicz, en Die, My Love Pattinson interpreta a la pareja de la coprotagonista —y coproductora— Jennifer Lawrence. Es un drama sobre una mujer joven atrapada en la insatisfacción sexual y la depresión posparto. Se estrenó en Cannes este año y las críticas fueron regulares: la calificaron de demasiado cruel; se habló de “decepción” y “exceso”. Pero, según Deadline, fue la película exhibida en el festival que logró el mejor acuerdo económico para su distribución mundial, y muchos consideran que la interpretación de Lawrence está destinada a ser candidata a los Oscar. “Lo más duro del trabajo fue la parte en la que el personaje de Jen atraviesa sus momentos más oscuros”, afirma Pattinson. “Me encanta trabajar las escenas en las que doy la réplica. Aquí soy un tipo extremadamente normal que no tiene ni la aptitud ni las herramientas necesarias para lidiar con lo que está pasando en su relación. Y creo que es así como se siente la mayoría de la gente cuando su pareja está psicótica. Nadie sabe qué hacer, sobre todo cuando pasa de repente. Todavía recuerdas cómo era tu pareja e intentas conectar con ella, luchas para salvar la relación. Pero todas las dinámicas han cambiado”.

Si hay algo que faltaba en la carrera de Pattinson eran personajes normales. Casi todos los papeles que ha interpretado desde aquel pálido vampiro de 107 años que iba al instituto son seres atormentados, cuando no retorcidos. Y él, uno de los actores más solicitados de Hollywood, no puede utilizar el clásico argumento de otros intérpretes menos afortunados: que cogen los papeles que les ofrecen. “Generalmente, me atraen los personajes extraños”, concede, “pero me moría por interpretar a tipos normales. Lo curioso es que cuando estás acostumbrado a meterte en bichos raros, es bastante difícil encarnar a una persona normal”.

—¿Qué le lleva a elegir un papel?

—A veces es algo tan sencillo como que te apetezca trabajar con un determinado actor. También me atraen los guiones extravagantes. Por ejemplo, en Die, My Love hay una escena en la que mi personaje lleva un perro a casa en el momento más inoportuno. Su mujer se está volviendo loca, él es un padre terrible y piensa: ‘Venga, llevemos a casa al perro más pesado del universo, uno que no pare de ladrar’. Hay un momento en que el perro hace pis en el suelo pero yo acuso a Jen y le digo que ha sido ella. Ese tipo de cabreo me encanta. Discutir, gritarle a Jennifer Lawrence: ‘¡Fuiste tú! ¡Te measte!’.

Ese tipo de cabreo me encanta. Discutir, gritarle a Jennifer Lawrence: ‘¡Fuiste tú! ¡Te measte!’

Se podría decir que el personaje tiene algunos puntos en común con el Robert Pattinson real. Durante un tiempo, entre 2009 y 2012, ocurrió al revés: parecía que la persona imitaba a la ficción. Fue cuando se supo que salía con Kristen Stewart, la otra sensación de Crepúsculo. Todo en aquellas películas giraba en torno a la historia de amor de sus personajes. De hecho, el mensaje de la franquicia era que no hay amor imposible y que, a pesar de tenerlo todo en contra, el amor verdadero siempre triunfa. Pero la vida no es así, al menos en su caso. En 2016 Stewart contó en T Magazine que era el público quien más quería que Pattinson y ella se amaran: “La gente deseaba tanto que Rob y yo estuviéramos juntos que nuestra relación fue transformada en un producto. No era la vida real”.

Un par de años después, Pattinson empezó a salir con la cantante FKA Twigs. Llegaron a comprometerse, pero rompieron, y en 2018 comenzó su relación actual, con la actriz Suki Waterhouse. Como su personaje en la película, el actor ha sido padre recientemente: su primera hija nació en 2024. “No creo que hubiera interpretado este papel de la misma forma hace tres años. Es extraño, porque nunca fui muy fan de los niños”, dice riendo. “Pero ahora disfruto de verdad con ellos. Eso me sorprende. En el rodaje pasamos muchísimo tiempo con los dos gemelos adorables que interpretaban al bebé. Fue divertido. También es curioso cómo empiezas a tener conversaciones sobre cosas como colegios o guarderías. Es extraño. Siento como si hubiera una especie de fuerza gravitatoria que te lleva a usar plumíferos Patagonia y pantalones de bolsillos”, bromea sobre el modo en que ha abrazado el estilo padre. Pattinson, que lleva años vinculado a Dior —firma de la que viste en este reportaje— conoce bien el mundo de la moda: “Nadie trabaja más que los diseñadores. Es una locura. Tienes que ser Superman para funcionar a ese nivel”, dice.

Ponerse unos cargo no es lo único que ha hecho que no esperaba. En 2021 el actor abrió su propia productora, Icki Eneo Arlo, respaldada por Warner. Está detrás de trabajos arriesgados como Rotting in the Sun, la aclamada comedia negra del chileno Sebastián Silva, y todo apunta a que también producirán How to save a marriage, la segunda película como directora de Zoë Kravitz, hija de Lenny y compañera de Pattinson en The Batman.

—Últimamente, hay tantos actores que se han metido en labores de producción que parece una epidemia. Debe haber algún motivo que les empuje a ello.

—Creo que probablemente sea la frustración. Llegado a cierto punto, quizá al cumplir los 30, te das cuenta de que si te limitas a esperar que te llame tu agente, estás muerto. A algunos les gusta mantener la distancia y aparecer solo entre ‘acción’ y ‘corten’. Pero a mí me gusta tener varias cosas en marcha. Acabamos de terminar nuestra primera producción desde cero y fue toda una experiencia. Estuve en Nueva Orleans y no salí a la calle. Ni siquiera recuerdo haber estado allí. Llevé a mi hija al Mardi Gras. Fue lo único que hice. Mi experiencia en Nueva Orleans fue comer tartaletas de huevo en Starbucks.

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