Hovik Keuchkerian: “No sé lo que es matar a alguien que haya matado a alguien mío. ¿Si sería capaz? Por supuesto”
El actor armeniolibanés habla, vive y actúa de forma tan visceral como cerebral, igual que cuando boxeaba. Ahora, participa junto a Álvaro Morte en el éxito de Netflix ‘Dos tumbas’, una historia de venganza
La venganza es, idóneamente, un plato que se sirve frío. Pero en la mayoría de los casos, con otra temperatura, es el camino recto hacia la destrucción propia. Lo advertía el filósofo Confucio: “Antes de embarcarte en un viaje de venganza, prepara dos tumbas”. El proverbio da título a la nueva miniserie de Netflix, Dos tumbas, una intriga de tres episodios donde el intérprete armeniolibanés Hovik Keuchkerian (Beirut, 52 años) se reserva un papel secundario pero esencial, el de un padre estoico tras la desaparición de su hija, en contraposición a una abuela coraje dispuesta a todo. “No creo que la pérdida de una hija sea algo que se pueda superar, pero lo que es incuestionable es lo que él dice [por su personaje], que hay que seguir”, reflexiona al final de la maratoniana jornada de presentación de la serie a medios en un hotel de Madrid, donde ha pasado más de ocho horas respondiendo a entrevistas.
Él prefiere volcar todo en un día, para sumergirse en sus reflexiones sobre el proyecto y profundizar debidamente. Parece alguien que no ha tenido una conversación de ascensor nunca. No le interesa, ni fuera ni dentro de la pantalla. “Para mí todo va muy rápido últimamente, no hay tiempo real. Si yo tengo que coger aprecio, desprecio, atracción o rechazo a unos personajes, me gustaría conocerlos, no guiarme solo por el primer impacto. Es la esclavitud del algoritmo, la esclavitud del espectador al que hay que enganchar en los primeros diez minutos. Estamos sometidos a que pasen cosas. Yo necesito entrar de otra manera. Para mí es una cosa muy delicada y atroz, me parece lamentable”.
Así las cosas, nos adentramos en las claves de la serie y de Antonio, un personaje de los que le gustan a él, cocidos a fuego lento, en formato de larga charla de sobremesa. “A mí me llamaron para que hiciese del mafioso, que al principio era sueco, pero no veía el desafío y tampoco podía hacerlo por fechas. En un segundo contacto, dije que, aunque me parecía interesante lo que planteaban, había un personaje al que no estaban dando peso. Les dije que, si no tenían un actor para ese, con los cambios de guion que contemplaba, ahí sí que me encantaría entrar”, explica.
El mafioso en cuestión recayó en su amigo Álvaro Morte, el colega junto al que alcanzó reconocimiento internacional de la mano del descomunal éxito de La casa de papel (2017) en Netflix. Morte, que aparece en medio de la entrevista para saludar efusivamente a Keuchkerian, se labró su propio desafío al reformular a ese mafioso con un sorprendente y cerrado acento malagueño, por la zona donde se sitúa la trama. El oscuro personaje, que también ha perdido a su hija en circunstancias desconocidas, forma una dupla insospechada con la abuela a la que interpreta Kiti Mánver, en una búsqueda de la verdad y de la justicia por su mano.
Con guion original de Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, el trío de escritores tras el seudónimo superventas de Carmen Mola, la serie ha supuesto el reencuentro de Keuchkerian con el director Kike Maíllo, con quien coincidió en la película Toro (2016), thriller de acción en el que encarnaba a otro personaje secundario, también llamado Antonio. “Es muy cariñoso”, afirma sobre el director. “Aquella vez me dijo que teníamos pendiente hacer algo más largo y más grande. Que en este proyecto estuviera Kike para mí fue importante, porque él desde el principio me ha entendido muy bien. En rodaje, solo con mirarnos, ya sabemos lo que va a plantear el otro, sin casi tener que verbalizar”.
Sobre su temática de ira incontenida y venganza desmedida ha tenido igualmente tiempo de reflexionar. “Yo no puedo evitar colocarme en ese lugar. Puedo entender creer que cuando tu venganza sea consumada vas a estar mejor y vas a disfrutar, aunque luego eso, realmente, no sea lo que pase. Bueno, tampoco lo sé, porque no me ha pasado. No sé lo que es matar a alguien porque haya matado a alguien mío. ¿Si sería capaz? Por supuesto. Si me preguntas, no me puedo situar de una forma naíf en el ‘ay, eso no lo haría’. La respuesta es que sí que lo haría”.
Lo dice un profesional que mucho antes de ser actor fue boxeador. El coloso armeniolibanés, de unos imponentes 1,91 metros de estatura, se retiró a finales de 2004 habiendo sido dos veces campeón de España en la categoría de pesos pesados, con una única derrota en seis años de carrera. “La ira y la venganza no juegan ningún papel en el boxeo. Cuando más tranquilo estás, más preparado estás y más focalizado estás en lo que estás haciendo, mejor boxeador eres”, razona. “Te puedes calentar, puedes querer empatar el partido rápido porque te han pegado, pero son cosas muy del arranque. Cuando te pegan, duele y dices: ‘Joder, vaya hostia me has dado, no me vas a dar otra’. Los grandes boxeadores lo tienen controlado, llevan la patata a las pulsaciones que la tienen que llevar, cualquier deportista de élite no se deja arrastrar por eso y en un deporte de contacto, menos. Solo te equivocas una vez”.
Jamás hubiera imaginado que iba a publicar cuatro libros de poesía. O que iba a ser cómico de stand-up, o que iba a ser actor"Hovik Keuchkerian
Para Hovik Keuchkerian, el boxeo y la interpretación son disciplinas con puntos en común. Uno es hablar a través del físico. En el momento de la entrevista, pesa 154 kilos. “Cuando hice El hoyo 2 [2024], me hice mucho daño y eso me está pasando una factura importante. Subí hasta 150, pero son jardines en los que me meto yo, nadie me lo pide. Evidentemente, no es sano pesar eso y mentalmente te afecta, porque la cabeza es parte del físico. Emocionalmente estoy bien, estoy relativamente tranquilo, pero me canso mucho”. Detalla que su plan es bajar de peso de forma progresiva durante los siguientes proyectos en los que trabaje y, para agosto de 2026, estar en 100 kilos, aunque algunos personajes le puedan sugerir otra cosa. “El de El hoyo 2 no estaba definido en kilos en el guion, pero en la segunda lectura llamé a Galder [Gaztelu-Urrutia, el director] y le dije que me había venido la idea de hacer un bebé gordo, un bebé grande, un pirómano que no tiene nada en el cuerpo que sea susceptible de prenderse, ni cejas ni nada. Y ahí estaba yo en Bilbao, con 150 kilos, afeitándome el cuerpo todas las mañanas”.
El otro parecido con el boxeo: el diálogo. “Tiene que ver con leer al contrario, reaccionar, estar absolutamente presente en lo que está ocurriendo. Aislarte del mundo y estar en lo que estás, en la acción. No pensar”. La clave, dice, no está en saber exactamente lo que uno tiene que hacer, sino en saber responder. “Hay que estar preparado para, ocurra lo que ocurra, reaccionar bien. Saber exactamente lo que tienes que hacer es condicionar lo que haces. Y, a lo mejor, en ese momento no tienes que hacer eso, tienes que hacer otra cosa. Haberte preparado es lo que te lleva a poder responder”. ¿Es por esa negativa a condicionarse por lo que tacha las acotaciones de sus papeles en los guiones, como contó, con motivo de la presentación de Reina roja (2024), en unas declaraciones que generaron una sonada polémica entre gente del gremio? “Yo no tuve ninguna polémica. Una parte de los guionistas tuvo polémica conmigo”, asevera. “Cualquier guionista que trabaje, que sepa lo que es un plató y lo que es trabajar no ha tenido ninguna polémica conmigo. El problema es que lo dije yo. Pero lo mismo que digo yo lo dice Jack Nicholson y le alaban. Lo dice Jeremy Irons y le alaban. Lo que pasa es que lo dijo Hovik como dice las cosas Hovik. Es un tema del que no hablo, porque podríamos estar meses, pero con el ruido de la mierda esta de las redes se da por hecho que, si no contestas, aceptas. ¡Pero qué te voy a contestar yo a ti! ¿Voy a perder el día en contestaros a vosotros, que sois unos incapaces? Tienes dos opciones, meterte o negarte a poner tu estabilidad en manos de otros. ¡Hombre, no! Que sigan diciendo payasadas en redes, que yo tengo que trabajar, no me puedo permitir ese lujo. Me la pela a unos niveles…”.
Sobre si con los guionistas de Dos tumbas tuvo algún problema al respecto, él sí admite que hubo una “tormenta” y después una calma por las reescrituras a las que obligó su incorporación a la serie. “El problema fundamental era que el Antonio que estaba escrito no era el Antonio que a mí me interesaba hacer, que es el que está ahora. Yo tenía 26 secuencias y reescribí y modifiqué las 26, a condición de no modificar localizaciones, porque era a tres semanas de empezar. Luego repasamos todo con Agustín [Martínez]. Él mismo, después de toda la tormenta, me dijo: ‘¡Pues no serías mal guionista!’. No sé si sería mal guionista o no, pero es que para mí un actor tiene que saber escribir. Lo que no puede ser es que creas que tu compartimento es un compartimento estanco y no se toca. Esto en el cine no pasa y tampoco pasa en la vida”.
Todo se resume en que “un guion está vivo”, según Keuchkerian. “Lo trabajas, el lunes está de una manera, el martes de otra y el miércoles de otra. Si no entiendes eso, no entiendes nada. Si yo viese algo que no se pudiera mejorar, desde luego, sería la primera vez”. La presentación en Madrid de Dos tumbas fue el primer día que el intérprete se encontró con el trío de Carmen Mola. “Nos hemos conocido hoy y no pasa absolutamente nada. Sería un subnormal profundo y ellos también si no nos sentáramos hoy, no habláramos como personas y no nos entendiéramos. Y, a los dos minutos, estamos echándonos unas putas risas. ¿Por qué? Porque tú defiendes tu parte, yo defiendo la mía y, al final, hacemos equipo. Yo no intento invadir, simplemente intento sumar”.
Que sigan diciendo payasadas en las redes, que yo tengo que trabajar. No me puedo permitir ese lujo"Hovik Keuchkerian
Después de sus títulos de campeón de los pesos pesados, Keuchkerian recibió una nominación al Goya al mejor actor revelación por su primer papel destacado, Alacrán enamorado (2013), precisamente en torno al mundo del boxeo. Ganó el Forqué por la serie Antidisturbios (2020), tras la que sintió “un clic” como actor, y revalidó nominación al Goya por Un amor (2023), de Isabel Coixet. Se estrenó como protagonista con Justi&Cía (2014), una comedia dramática de tintes sociales que se convirtió en obra póstuma de una leyenda de la interpretación, Álex Angulo, fallecido ese verano en un accidente de tráfico a los 61 años. “Estrechamos la mano el primer día y ahí empezó una conversación que no se acabó. Ahora están haciendo un documental con su hija Dodó y voy a estar. Álex Angulo tiene una presencia principal en mi vida. Con Mayda, su mujer, tengo una grandísima amistad”. Para el actor, Angulo no fue exactamente un guía en su debut al frente de un reparto, sino un revulsivo. “Básicamente, él me decía: ‘Que no te modifiquen, Hovik, que no te cambien esta energía de pelear y de querer cambiar las cosas. Sigue y peléalo, porque tienes la fuerza’. Han pasado 11 años. No hablábamos de la profesión, hablábamos de la vida”.
Salvar la vida le llevó de Beirut a la localidad madrileña de Alpedrete. De padre armenio y madre navarra, cuando él tenía tres años, su familia recaló en España huyendo de la guerra. No ha vuelto, aunque retoma recurrentemente en teatro el monólogo Un obús en el corazón (2007), de Wajdi Mouawab, la historia de un refugiado libanés. “Está situado en un lugar mucho más potente, el alma humana. Habla del desarraigo, de cuando algo se rompe a una edad muy temprana”. En 2019 visitó Armenia y se congratuló de que todo el mundo pronunciara bien su nombre. “Tengo pendiente volver a Beirut, pero podría estar hasta el día que me muera sin ir, no soy muy material. El vínculo lo tengo yo dentro”.
Además de la escritura, Keuchkerian dice también tener pulsiones de cineasta. “Mi forma de prepararme tiene más que ver con la forma de trabajar de un director que con la forma de trabajar de un actor”, opina. “Necesito tener metida la atmósfera de la película y la historia entera de todos. Luego ya saco mi historia y la trabajo, pero necesito conocer el cuadro. Como reto, estar en el lugar del director me parece obsesivamente interesante, estar con unos personajes, con un sitio, con una historia, tener todo eso en la cabeza bombeando. Cada vez tengo menos cosas en la lista de cosas pendientes, pero tengo la certeza de que, si tengo que dirigir, dirigiré. No va a ser algo tan voluntario, tiene que ser más accidental. Yo en mi puta vida hubiera imaginado que iba a publicar cuatro libros de poesía. Me dices eso con 20 años y primero te insulto, luego me río en tu cara y después me voy. O que voy a hablar de mis mierdas en público, que voy a ser cómico de stand-up o que voy a ser actor. El camino me ha ido llevando a lugares y luego he tirado por donde me ha pedido el estómago siempre”.