Personas ‘zoo’, el último tabú
En el ensayo ‘Loving Animals’, Joanna Bourke traza un fascinante y atroz recorrido por la historia cultural, política y social de la zoofilia
Es innegable que las mascotas ocupan un lugar cada vez más central en nuestra sociedad. Un ejemplo: en los últimos meses, la revista semanal de The New York Times ha dedicado al menos dos portadas a asuntos relacionados con ellas, incluida una sobre la gestión del duelo ante la pérdida de unos compañeros que, ay, viven muchos menos años que nosotros.
En El amigo, la novela de Sigrid Nunez sobre la relación entre una mujer y el gran danés que hereda de un viejo amigo —y que ha sido adaptada al cine con Naomi Watts y Bill Murray en el reparto—, la escritora neoyorquina recuperaba una vieja anécdota atribuida a Greta Garbo cuando vio La bella y la bestia. Al final de la película de Jean Cocteau, el hechizo se rompía y la bestia aparecía encarnada en un apuesto príncipe azul. Garbo, horrorizada ante esta suplantación final, puso el grito en el cielo y aulló ante la pantalla: “¡Devuélvanme a mi hermosa bestia!”.
En el valiente libro Loving Animals. On Bestiality, Zoophilia and Post Human Love, la ensayista Joanna Bourke se atreve con el último tabú: las relaciones eróticas y sexuales entre especies, prácticas innombrables que han convertido a las personas zoo (como se conoce a los humanos atraídos sexualmente por los animales) en el último peldaño de las parafilias y perversiones. Bourke ha indagado en el lenguaje del miedo y del dolor en nuestra cultura. También en la violencia sexual. Pero en Loving Animals, su inmersión es especialmente singular, entre otros motivos, porque pone sobre la mesa cuestiones éticas fundamentales acerca de los animales y su consentimiento y, sobre todo, porque cuestiona la hipocresía de una sociedad que tacha de enfermos a los zoo mientras convive con la crueldad y el ultraje sistemático en las macrogranjas.
Pero si el ensayo es arriesgado es porque, después de un interesante y por momentos atroz recorrido por la historia cultural, política y social de la zoofilia, se atreve a defender el erotismo entre personas y animales como una posibilidad. El libro reúne todo tipo de historias, algunas muy misteriosas. Del famoso caso, recogido por la película Zoo, entre un hombre y un caballo ocurrido en los noventa en Seattle —que, después de la muerte por desgarro del hombre, propició una legislación de urgencia en EE UU— a la increíble historia de la científica Margaret Howe Lovatt y el delfín Peter.
En los sesenta, Lovatt trabajó en un proyecto de la NASA sobre el lenguaje de los delfines que la obligó a convivir en una isla del Caribe, noche y día, con un joven macho, Peter. El delfín se encaprichó con Lovatt, a la que buscaba de forma insistente para frotarse y excitarse con ella. Ante esto, Lovatt decidió empezar a masturbar al animal como un proceso natural entre ambos. El proyecto acabó saltando por los aires por otros motivos, pero un reportaje en la revista Hustler destapó el escándalo sexual. Lovatt defendió la naturaleza de sus encuentros con Peter, para ella más sensuales que sexuales, mientras el animal fue enviado a un delfinario en Miami, donde se acabó suicidando. El pobre contuvo la respiración hasta morir, quién sabe si incapaz de superar el desengaño de un amor bestial.