¿Unos ‘Juegos Olímpicos’ que permiten el dopaje? El controvertido sueño de un millonario que podría cambiar el deporte para siempre
El magnate australiano Aron D’Souza quiere organizar los polémicos Enhanced Games, una competición que aún no tiene fecha ni localización donde se permite alterar con sustancias el cuerpo humano para probar sus límites
Hace 33 años, el atleta estadounidense Mike Powell saltó una longitud de 8,95 metros, estableciendo un récord que todavía no se ha batido. Incluso antes, en 1985, Marita Koch corrió los 400 metros lisos en 47,6 segundos: más rápido de lo que ninguna mujer lo hubiera hecho hasta entonces o lo haya hecho hasta ahora, logrando otro de los récords más antiguos del atletismo y ganando el oro para la RDA, un país que ya no existe sobre el que siempre se sospechó que proporcionaba sustancias dopantes a sus deportistas. Dentro de poco, si los Enhanced Games –una competición deportiva de formato similar al de los Juegos Olímpicos en la que el uso de todo tipo de “mejoras químicas” estará permitido– llegan a celebrarse, es posible que también estas marcas sean reventadas.
A priori los Enhanced Games –literalmente, Juegos Mejorados– parecen un proyecto disparatado, como salido de un Especial Olimpiadas de Mortadelo y Filemón o de la juerga de unos estudiantes de ciencias políticas demasiado entusiasmados con las ideas libertarias. Y, sin embargo, cuentan con la financiación de varios milmillonarios, con el apoyo de decenas de figuras de la ciencia y el deporte y con el impulso de la teoría social de moda: el transhumanismo. Así que es muy probable que pronto anuncien su futura sede. Los Enhanced Games, según afirma su presidente, el abogado Aron Ping D’Souza, se proponen demostrar “de qué es capaz realmente el cuerpo humano” y, tal y como aparece en su página web, permitirán el consumo de cualquier sustancia que mejore la velocidad, la fuerza o el rendimiento de los atletas. Eso sí, aclaran, todo eso se hará bajo supervisión médica y aquellas sustancias perjudiciales para la salud, que supongan modificaciones irreversibles en el cuerpo de los deportistas o que sean altamente adictivas, estarán prohibidas.
Por cierto, antes de presidir los Enhanced Games, D’Souza, australiano, trabajó para el magnate Peter Thiel, principal inversor del proyecto, fundador de PayPal, colaborador de Trump, experto en el “pensamiento heterodoxo” del antropólogo y filósofo francés René Girard, obseso del progreso y del futuro —mejor si son “futuros paradójicos y disruptivos” como defiende en su libro De cero a uno— y “un tipo peligroso”, según su biógrafo, el periodista Max Chafkin.
El controvertido debate sobre qué es y no es dopaje
Ya durante los años ochenta, en ambientes libertarios de derechas se habló, al menos de manera teórica, de la posibilidad de un deporte sin ninguna restricción al uso de tecnologías (físicas, como prótesis; o químicas, como sustancias dopantes) de mejora del rendimiento.
“Este espíritu neoliberal ha sido el que también ha animado a la mayoría de los defensores del transhumanismo, que ha promulgado la idea de no poner restricciones al uso de la tecnología para mejorar la naturaleza humana, supuestamente, con el fin de generar sociedades mejores”, explica Javier López Frías, profesor en la Universidad de Pensilvania y especialista en filosofía del deporte. “Los gurús de Silicon Valley también se han convertido en defensores de estos ideales y creo que por motivos egocéntricos, nada relacionado con el bien común. Desde el punto de vista ideológico, se ha generado un caldo de cultivo perfecto para que una competición así se ponga en práctica”.
“Sin embargo”, matiza, “los estudios empíricos muestran que tanto la población en general como los deportistas y sus seguidores apoyan de manera significativa la necesidad de regulaciones y prácticas antidopaje. Lo que muchos cuestionan es la manera en que son llevadas a cabo por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA). Esta crisis de legitimidad me parece otra razón para el surgimiento de los Enhanced Games, y es que su defensa más sólida tiene que ver con dos cuestiones muy a mejorar en el sistema antidopaje actual: la protección de la salud de los atletas (por ejemplo, proponen un control de salud de entrada a todos los atletas para ver si están sanos para competir) y la incorporación de sus voces en la toma de decisiones”.
Otro de los argumentos que presenta la organización de los Enhanced Games es el de que, por más que se intente evitar (de manera ineficaz, en su opinión), muchos atletas siguen dopándose y además en condiciones inseguras, para escapar a los controles. Aunque contrario a la iniciativa en general, López Frías sí que da crédito a estas afirmaciones: “El sistema de alta competición actual pone a los deportistas en situaciones de vulnerabilidad: ‘O te dopas, o no puedes competir al máximo nivel’, o ‘si no firmas las cláusulas aceptando el sistema de la AMA, no puedes participar’. Y les empujan, en bastantes casos, a tomar decisiones perniciosas para su integridad”.
Entonces, ¿es posible que algunos atletas se dopen porque se sienten obligados a ello? “Siempre hay gente autodestructiva capaz de hacer lo que sea para imponerse al resto, y la existencia de este tipo de competidor genera un efecto dominó”, contesta el profesor. “La percepción de que otros se están dopando, sea verdad o no, suele llevar a aquellos que quieren ser competitivos a doparse también. Todos los involucrados en este círculo pueden identificarse como mártires. Lance Armstrong lo hizo en su famosa entrevista con Oprah Winfrey. Atribuyó su impulso a hacer trampas (beneficiándose del mecanismo más sofisticado de la historia) al ansia competitiva que desarrolló desde chico en una familia humilde y al espíritu de lucha que le permitió vencer al cáncer”. ¿Y qué cambiaría, entonces, si se eliminasen o relajasen las reglas antidopaje, tal y como proponen D’Souza, Thiel y sus seguidores? “Nada. Si se prohíbe el dopaje, el objetivo sigue siendo mismo, sólo que con menos controles. Si acaso, la liberalización del dopaje volvería este círculo vicioso todavía más peligroso porque los atletas que siguieran operando bajo la sospecha (posiblemente fundada) de que el resto está dopándose, serían impulsados a ir más y más allá de sus límites”, concluye el experto.
De momento, si algo es seguro respecto al proyecto es que no se materializará en ningún país de la Unión Europea. Para llevarlo a la práctica “lo importante es conocer la normativa del lugar donde se ubique la sede de la entidad y/o donde se desarrolle el evento en sí”, comenta la abogada especializada derecho deportivo Maite Nadal. En España, por ejemplo, “lo que está tipificado como delito es la prescripción o el suministro de sustancias prohibidas, pero no es un delito que el resultado de un control sea positivo”. Así que en nuestro país son quienes organizan el dopaje quienes incurren en delitos, mientras que los deportistas que resultan positivos en un control solo sufren “consecuencias en el devenir de la actividad propia como deportista, normalmente suspensión de licencia”.
Nadal insiste en que, además, “en España la CELAD [Agencia Estatal Antidopaje] se puede presentar en cualquier evento deportivo sea o no federado, desde que la reforma de la ley del deporte ha incluido en su ámbito de aplicación la actividad física sea o no organizada”. Al menos por aquí, los Enhanced Games, por lejos que se mantuvieran de las instituciones deportivas clásicas como las federaciones y sus reglamentos, terminarían clausurados por la policía y con sus responsables ante un juez. Eso sí, si llegan a celebrarse (quizá en Singapur, el estado liberal por excelencia), seguro que notaremos su influencia en ámbitos que van mucho más allá de lo deportivo.
Hacia deportistas (y ciudadanos) poshumanos
La mayoría de las inversiones de Peter Thiel, a quien muchos consideran el hombre más influyente de Silicon Valley (muy por encima de Elon Musk o de Mark Zuckerberg, que serían marionetas en sus manos) parecen salidas de una novela de ciencia ficción. Por ejemplo, su empresa COMPASS está dedicada a la comercialización de terapias a partir de la psilocibina, un compuesto psicoactivo de algunos hongos con el que se podría tratar la depresión. Actualmente, Thiel dirige la mayoría de sus recursos hacia negocios como este, relacionados con la salud o la biotecnología, tal y como también hace su colega Christian Angermayer, fundador de los Enhanced Games.
Angermayer, otro milmillonario convencido de que, como afirma en su blog, “la era de la mejora humana acaba de empezar”, considera que, antes la Viagra y después Ozempic (un medicamento diseñado para tratar la diabetes pero consumido masivamente para adelgazar), son los primeros ejemplos de “mejoras” que han alcanzado al gran público y cree que pronto habrá más. ¿Pero, qué es exactamente la “mejora”? Lo explica un poco más adelante: el paso previo al transhumanismo, o a la posibilidad de convertirnos en “superhumanos” mediante la integración de distintas tecnologías y dispositivos en nuestros cuerpos. Con todo, este alemán es relativamente conservador y considera que todos estos avances solo podrán implementarse bajo supervisión médica y a través de distintas regulaciones (aunque no aclara si estatales o desde otras instituciones).
Julian Savulescu es médico y profesor de ética en la Universidad de Oxford y, en conversación con ICON, explica que ninguna de estas ideas es descabellada: “También las gafas son un ejemplo de cómo la ciencia y la tecnología nos ayudan a mejorar nuestras vidas. Así que la discusión sobre lo que es medicina y lo que es mejora no es técnica, sino ética: qué podremos o no hacer y qué apoyaremos o financiaremos. Tradicionalmente, cuando alguna mejora comenzaba a ser posible, se empezaba a considerar a su usuario como enfermo, incluso si esa persona era perfectamente normal. Eso ha permitido a la medicina ser financiada. En el futuro, el uso de las mejoras se extenderá y será mucho más transparente, porque lo que nos interesa es ganar en autonomía y bienestar”.
Más allá de la oposición religiosa contra las “mejoras” (que en parte coincide con lo expuesto por el filósofo Michael Sandel respecto a la edición genética: se basa en un respeto casi reverencial hacia “lo natural”), quienes las critican por razones prácticas suelen afirmar que servirán para aumentar la desigualdad entre quienes se las puedan permitir y quienes no. Savulescu es tajante al respecto: “Simplemente, habrá que hacerlas gratis o muy baratas, porque es precisamente si las prohíbes cuando solo los ricos podrán acceder a ellas”.
En cuanto a las mejoras en el mundo del deporte, este médico cree que, lejos de adulterar la competición, el uso de sustancias podría ayudar a paliar ciertas desigualdades genéticas o de recursos entre competidores: “Sabemos cuáles son los niveles seguros de glóbulos rojos, testosterona, hormona del crecimiento… Ahora mismo, la agencia antidopaje intenta acabar con cualquier agente exógeno, sin que importe si es o no seguro, siempre que mejore el rendimiento. Deberían cambiar las normas y permitir su uso hasta niveles seguros. Por ejemplo, un atleta con muchos recursos puede incrementar su nivel de glóbulos rojos mediante entrenamiento en altura o una carísima cámara de hipoxia. Una inyección de EPO daría el mismo resultado y la única diferencia está en el uso de la aguja: eso no es moralmente relevante. Lo único que debería importar es si el nivel de glóbulos rojos en sangre es o no seguro”.
López Frías no es tan optimista y, en su opinión, “lo más probable es que una liberalización del uso de tecnologías de mejora del rendimiento conduzca a un mayor dominio de quienes tienen más recursos. No hay que mirar muy lejos para ver ejemplos de esto: La Fórmula 1 está dominada por las escuderías con mejores ingenieros y mayores presupuestos”.
En cualquier caso, el debate, que hace pocos años nos hubiera parecido casi insensato, está abierto y quizá esa sea una de las señales (junto a otras: la cantidad de famosos que reconocen usar Ozempic o de millonarios que hablan de la búsqueda de la inmortalidad sin sonrojo) que mejor demuestran que algo está cambiando. Angermayer lo tiene claro: si se celebran, los Enhanced Games serán la mejor publicidad para todas las tecnologías de mejora disponibles y demostrarán “el profundo impacto de la ciencia en el progreso humano, inspirando la imaginación del público gracias a la habilidad de los atletas para lograr récords en un entorno seguro”. Por el momento, lo que están inspirando son bastantes memes y tanto interés como rechazo o, incluso, miedo.