Rupert y Anna Murdoch con su hijo mayor, Lachlan: ha sido capaz de heredar el imperio paterno, pero en el pasado también fue capaz de irseAlamy

Las herencias que nos definen, pero no tanto

Hay que reconocer que somos mucho más que la carga que nos dejaron nuestros padres o nuestro pasado.

Rupert Murdoch acaba de dejar su puesto como presidente de Fox y News Corp, y meses antes había abandonado a su cuarta esposa por e-mail. El magnate de la prensa conservadora es experto en mandar misivas bombas: la nota interna que envió para comunicar que, a sus 92 años, abdicaba en su hijo Lachlan, era puro veneno. “Vigilaré con ojo crítico”, advertía. “Cuando visite vuestros países, podréis encontrarme por la oficina cualquier viernes por la tarde”. ...

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Rupert Murdoch acaba de dejar su puesto como presidente de Fox y News Corp, y meses antes había abandonado a su cuarta esposa por e-mail. El magnate de la prensa conservadora es experto en mandar misivas bombas: la nota interna que envió para comunicar que, a sus 92 años, abdicaba en su hijo Lachlan, era puro veneno. “Vigilaré con ojo crítico”, advertía. “Cuando visite vuestros países, podréis encontrarme por la oficina cualquier viernes por la tarde”. A Lachlan Murdoch lo han ascendido, pero va a tener que estar mirando a su padre por el retrovisor.

Cuento esto para hablar de sombras: cortas, largas o aplastantes, como la de un patriarca sobre su heredero, o como la del éxito. Nuestro hombre de portada, Jake Gyllenhaal, quiso tanto triunfar como actor al margen de sus circunstancias —unos padres bien conectados en Hollywood— que acabó consiguiéndolo. Recordemos: Gyllenhaal saltó a la fama con Donnie Darko, una película indie que para muchos de nosotros es generacional, y desde ese momento se convirtió en una estrella. Guapo, pero cool, y con talento, pero valiente a la hora de aceptar proyectos, “es como el Joaquin Phoenix que presentarías a tus padres”, me dice un amigo, con bastante razón. Ahora que ya ha sido el mejor de la clase, Gyllenhaal ha empezado a hacer lo que le apetece: se ha mudado a Nueva York, hace obras de teatro y está cerca de su familia. Ha asumido el cliché del actor de Hollywood que descubre las tablas, pero se lo ha ajustado a su medida. Ha superado su propio éxito. Criticarlo sería mezquino.

Jake Gyllenhaal en portada de ICON de octubre.Cedric Buchet

Pero ¿qué hacer cuando has triunfado más que nadie y después la vida, la salud y la idea de perfección que tú misma acuñaste te arrollan? Eso lo sabe Linda Evangelista. “Tuve cáncer dos veces, de modo que necesitaba intimidad. Pero me cansé de esconderme”, le cuenta a Paul Tierney en el reportaje de la página 104. La mujer que mejor encarna aquel loco glamour de las supermodelos de los noventa —y admito que mi favorita— ha vuelto al ruedo tras años de oscuridad: aprovechando la publicación de un lujoso volumen que recopila su trabajo con el fotógrafo Steven Meisel, hablamos con ella sobre su regreso, su alucinante carrera y una trayectoria con momentos dolorosos.

Distinto infierno, pero igualmente oscuro, es el que visitó Harmony Korine. El guionista de Kids y director de Spring Breakers, dos de las películas más influyentes de las últimas décadas, tocó fondo en 2007, justo cuando estaba rodando un proyecto que consistía en provocar por la calle a tíos más fuertes que él y grabarse recibiendo una somanta de palos. Aquella idea quedó inconclusa, entiendo que por salud, y hoy un sonriente Korine posa para nosotros con su hijo, impecablemente vestido, y habla de su última película, que en realidad es un chiflado videojuego: se llama AGGRO DR1FT y está protagonizado por Travis Scott y... ¡Jordi Mollà!

Incluso Belize Kazi, la rapera de 23 años que ha irrumpido en la música urbana como hacía tiempo que nadie lo hacía, ha superado lo suyo. En su caso, bullying y una timidez galopante, aunque nadie lo diría ni por sus fotos ni por sus rimas nivel Chicas Malas. “Intento ponerle comedia a las cosas”, le dice a Daniel Soufi en la entrevista de la página 92. Tiene razón. Supongo que la clave está en reconciliarse con uno mismo. Asumir que, aunque sea absurdo pretender escapar de las herencias que nos definen, por suerte somos algo más. Rupert Murdoch es el hombre de leyenda, el conquistador que heredó un imperio y lo multiplicó a golpe de política, escándalos y una obsesiva capacidad de trabajo. Su hijo, criado en el Upper East Side de Nueva York, alumno de Princeton y navegante experto, comparte el apetito, pero no la obsesión: Lachlan ya abandonó la empresa del padre una vez. Supongo que Rupert cuenta con ello. El problema es que se le ha hecho un poco tarde para seguir el estupendo ejemplo de Linda Evangelista: “Mi objetivo ahora es hacerme vieja. Muy, muy vieja”.

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