La transformación de un icono rock: cómo el pantalón pitillo pasó a ser símbolo del mal vestir
El que fuera icono del rock a principios de los 2000 y único pantalón posible durante casi dos décadas empieza a languidecer ante dos peligrosos enemigos: la generación Z y un vaquero holgado que se postula como la nueva estrella
El pantalón pitillo tiene que morir, tarde o temprano, y en este mes de septiembre saturado de obituarios se confirma su mala salud. Los primeros síntomas surgieron en TikTok, cuando ese vaquero hiperestrecho y casi siempre incómodo, que encumbró el rock y metrosexualizó la forma de vestir masculina durante las últimas dos décadas, se convirtió en la prenda que separa a la ...
El pantalón pitillo tiene que morir, tarde o temprano, y en este mes de septiembre saturado de obituarios se confirma su mala salud. Los primeros síntomas surgieron en TikTok, cuando ese vaquero hiperestrecho y casi siempre incómodo, que encumbró el rock y metrosexualizó la forma de vestir masculina durante las últimas dos décadas, se convirtió en la prenda que separa a la generación Z de los millennials: en la actualidad, la etiqueta #noskinnyjeans —no al vaquero estrecho— acumula más de 467 millones de visualizaciones en la red social, convirtiendo el pantalón pitillo en sinónimo de todo lo que no es joven y moderno. En español, varios de estos vídeos están dentro del hashtag #pantalonpitillo, con más de 1,7 millones de vídeos: en este, por ejemplo, la estilista y tiktoker Monettehkd, gran defensora del pantalón holgado, invita a su casi medio millón de espectadores a tirar sus skinny jeans a la basura, prenderles fuego o tirar de tijera para customizarlos.
Los datos empiezan a avalar el rechazo generacional. Ya el año pasado, según un estudio de mercado que recogió el diario The Guardian, la venta de vaqueros rectos y anchos aumentó un 15% entre el público masculino... y un 97% entre el femenino. Un mayor foco en la inclusividad del cuerpo, apunta el diario, podría ser uno de los motivos por el que los usuarios jóvenes tiendan a este tipo de patrones más relajados y del declive en las ventas del jean ajustado, sobre todo en el mercado americano. Los ideólogos de la industria del denim, en cambio, hablan de las fuerzas cíclicas de la moda como el verdadero motor que impulsa este cambio. “El último ciclo de denim duró más de 10 años y fue el de los vaqueros ajustados, es muy posible que estemos ya en una nueva etapa”, explica Chip Bergh, director ejecutivo de Levi’s, en este artículo de The New York Times. El influencer Luka Sabbat resumió el sentimiento: “Los vaqueros pitillo ahora mismo no resultan muy favorecedores”.
El corte estrella de la marca para este otoño es una prueba. El lanzamiento del Levi’s 551Z, una reedición noventera del original de 1961, primer vaquero con cremallera de la marca, cuenta con una pernera mucho recta y holgada. “Las siluetas continúan aflojándose y las proporciones están cambiando, lo que crea un enfoque completamente nuevo sobre cómo usar los jeans”, declaró Jill Guenza, vicepresidenta de diseño de Levi’s. La diseñadora hace alusión al amplio patrón oversize que imperó en la moda urbana de los años noventa y principios de los 2000 como la referencia nostálgica que prima en el presente.
En la propuesta otoñal del diseñador Archie Alled-Martínez, que fue preseleccionado para el premio LVMH de 2020 y lanzó este año una colaboración con la firma Karl Lagerfeld, el entallado extremo brilla por su ausencia, salvo por una excepción: un vaquero hiperajustado y de corte pirata. “Está inspirado en el pantalón de béisbol, es parte del calado varsity que tiene toda la colección”, explica, en alusión a la estética colegial que ha inspirado su propuesta. El resto está dominado por una desgarbada silueta cargo que deja ver los calzoncillos. “Me considero un diseñador queer que trabaja desde la memoria visual. En esta colección quise revisitar esa época, la de mis 15 años, pero desde códigos propios, como imprimir palabras clave de la escena gay”. Hablamos de los mediados de los 2000, época que Alled-Martínez reafirma como la fuente de inspiración a la que mira actualmente la industria de la moda. “Ahora todo estamos en ese momento porque es lo que toca y coincide con el final del pitillo”.
Muerte en los noventa, momento de oro en los 2000
El pantalón pitillo ha pasado por continuas subidas y bajadas de popularidad, siempre ligada a movimientos musicales y sociales. Si bien en los años cincuenta Elvis ruborizó al mundo con un vaquero que las mentes biempensantes consideraban demasiado ajustado, fue durante los años sesenta cuando esta prenda vaquera personificaría por primera vez la juventud y rebeldía en manos de los mods. La película Quadrophenia (Franc Roddam, 1979), ambientada en las luchas callejeras de la época entre esta banda y sus antagonistas, los rockers, refleja la obsesión de los primeros por estrechar la pernera del pantalón: en una escena, el protagonista se sumerge en una bañera con los vaqueros puestos para que, al secarse, se adhirieran al cuerpo como una segunda piel.
Mientras el movimiento hippie tomaba el pantalón campana como un símbolo de libertad, en el ocaso de esta década también se gestó el primer skinny jean de Levi’s, el modelo 505 de cremallera. Las primeras remesas de 1967 incorporaron de forma inédita una pernera recta y estrecha en tejido denim rígido, un patrón que acogería con entusiasmo la cultura punk y en concreto los Ramones, que los estrecharon aún más para intensificar esa forma de tubo fino o cigarrillo que le da nombre. El que fuera portada del álbum Sticky Fingers (1971) de The Rolling Stones, terminaría convirtiéndose en una alternativa underground frente a la masificación de la campana que vivió la sociedad de los años setenta, con Iggy Pop y el glam rock como sus más fieles seguidores.
En los años ochenta el pitillo mantuvo el tipo con la llegada del jean elástico y los lavados ácidos y como emblema de la música heavy metal que propulsaban bandas como Megadeth, Metallica o Slayer. Pero su primer bache vendría una década después. El estallido de la música grunge demandó un estilo de ropa mucho más relajado, de pernera recta, como el clásico Levi’s 501 que la marca creo en 1893. La comunidad hip hop iba más lejos y llevaba sus vaqueros en tallas superlativas.
Pero una nueva edad de oro estaba por llegar. Tras la estética deportiva y casual que a mediados de los noventa impuso en la moda urbana el movimiento britpop —capitaneado por bandas como Blur y Oasis—, devolviendo a la actualidad marcas como Adidas o Fred Perry, el nuevo milenio traería una nueva bonanza para el pantalón pitillo y, a la larga, una consolidación en el mercado masculino que llega hasta hoy. Al principio era lo más cool: “Fueron las estrellas de rock del indie británico quienes lo pusieron de moda. Luke Pritchard [The Kooks], Johnny Borrell, Jamie Hince o Pete Doherty son los grandes maniquíes del pitillo”, apunta Álvaro Naive. Este DJ y exmiembro de la banda Trajano!, que adquirió su primer vaquero ceñido hace 17 años, confiesa que ahora es un tipo de patrón que ha desterrado por completo de su armario. “Ahora solo llevo estrecho el chándal y los calzones largos para el invierno”. Personaje imprescindible de la escena madrileña que replicó la ola rockera de la época, recuerda cómo a menudo fue objeto de burla por llevar estos vaqueros por la calle. “Muchos de los que ahora llevan ese tipo de mallas elásticas que venden en cadenas low cost se rieron de mí entonces, porque consideraban el pitillo como una prenda para mujer o que solo podían llevar los heavies de Gran Vía”.
Alled-Martínez rememora también los años dorados del skinny —ajustado— durante la primera década. “Para mí los vaqueros pitillo de esa época simbolizaron una ventana hacia algo totalmente nuevo. Hablamos de la era antes del iPhone y de Myspace, del revival rock que abanderaron Julian Casablancas y Pete Doherty. De esa estética rockera que definió Hedi Slimane en sus primeros desfiles para Dior Homme… Recuerdo que los miraba fascinado en Style.com”. El diseñador no fue el único que deseó con fervor aquel prohibitivo vaquero ceñido —21 centímetros de bajo— que diseñó Slimane, emblema del indie rock gracias a sus estilismos para bandas como Franz Ferdinand o The Libertines. Karl Lagerfeld confesó que adelgazó 40 kilos para poder enfundarse uno de estos diseños para Dior. “Y si no podías comprarte los de Slimane o Neil Barrett la única alternativa que tenías era hacerlo en Cheap Monday y Topman. Si no querías ir a la sección de chica, claro”, apunta el diseñador.
Según avanzaba la década, a la creciente popularidad del corte se empezaron a añadir todo tipo de versiones. Un modelo que marcaría un antes y un después en la aceptación popular del pitillo sería la propuesta de Christophe Decarnin para el otoño-invierno 2009 de Balmain: una versión hiperceñida con refuerzos en ambas rodillas, como los pantalones de motorista, copiado y venerado hasta la saciedad.
Si bien Kanye West no fue el rapero que se enfundó por primera vez unos pitillo (aunque haya declarado en más de una ocasión lo contrario), fue él quien les dio a los Balmain su momento de mayor relumbrón. Ocurrió en gala de los MTV Video Music Awards en 2009, que será recordada no solo por el momento en el que West robó el micrófono a la galardonada Taylor Swift sino también por llevar los citados vaqueros, arremolinados sobre unas botas Timberland, durante la ceremonia. La moda siempre ha sido un hilo conductor para West: sobre el mencionado punto de inflexión en la estética del rap trata el estribillo de Christian Dior Denim Flow, la canción que publicaría en 2010.
De vaquero ‘cool’ a ‘cooltre’
Durante la siguiente década tuvo lugar la popularización absoluta del pitillo hasta convertirse en el rey del armario masculino, pero con un formato bastante alejado de sus orígenes rockeros. Los jóvenes lo abrazaron. “Era la prenda masculina más interesante que podías ver en Madrid allá por 2001 o 2002... De espíritu libre, rockero, sauvage y evocador; recuerdo que muy pocos los llevaban. Pero pasó el tiempo, las bienaventuranzas de Hedi fueron escuchadas por todo tipo de públicos (y piernas), se popularizaron y fueron conquistando un terreno movedizo, pasando de ser cool a resultar cooltre”, señala Josie, estilista, celebrity y declarado enemigo número uno de este tipo de pantalones. Según la lógica del indie, fue su traspaso al gran público, señala Naive, lo que cavó su tumba. “Hoy el pantalón pitillo se ha devaluado por completo, más bien es una malla elástica de dudosa calidad que gusta a poligoneros, pijos y algún old fashioned”. El punto más bajo de la tendencia lo identifica Cuatro tíos en vaqueros, una foto de cuatro varones musculosos, sienes afeitadas y pantalones apretados hasta lo inverosímil, que lleva años circulando en forma de meme y tiene hasta su propia cuenta de Instagram.
El rechazo a la pantorrilla estrecha ha provocado que renazcan cortes prácticamente en desuso, como el boot cut (acampanado a media pierna), protagonista de la primera colección de GANT x Wrangler. Pero no hablemos de extinción. Primero, porque basta con salir a la calle. Y segundo, como decíamos al principio de este texto, por la naturaleza cíclica de la moda: ”Cuando algo se convierte en moda y llega al público general acaba muriendo, y los creadores de tendencias buscan o reinventan siluetas para diferenciarse”, señala Miriam Sanz, cofundadora de la marca Shoop. Jill Guenza tampoco descarta el regreso de los pitillo a la cúspide de la moda: “Personalmente, creo que el skinny es un clásico y los clásicos nunca mueren”.
Alled-Martínez coincide con lo anterior. “La rápida difusión de la moda acelera los ciclos. El regreso de los baggy pants muestran una necesidad de cambio, pero el siguiente paso será estrechar la pernera de nuevo”. ¿Sucederá pronto? “En el preciso momento en que se generalice el ancho, te gustará de nuevo el estrecho”.
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