Mads Mikkelsen, al rescate de ‘Harry Potter’: “Tomé el relevo de Johnny Depp porque era una emergencia, pero dudé”
Ha sido enemigo de James Bond, Marvel y la Alianza Rebelde. Ahora, antes de vérselas con Indiana Jones, el intérprete de ‘Otra ronda’, un danés de gesto triste e irresistible, hereda el rol antagonista de la maltrecha saga ‘Animales fantásticos’
“Carpintero”. Ese siempre fue el plan B de Mads Mikkelsen (Dinamarca, 56 años) en caso de que lo de ser actor saliese mal, lo cual era una posibilidad teniendo en cuenta que su primer papel en el cine le llegó cuando ya tenía 30 años. Desde entonces hasta hoy, día en que contesta esta entrevista desde su casa de Copenhague, ha pasado un cuarto de siglo. En ese tiempo, este hombre de cara afilada que siempre parece enfadado, pero del que se dice que es un tipo cercano, con los pies en el suelo ...
“Carpintero”. Ese siempre fue el plan B de Mads Mikkelsen (Dinamarca, 56 años) en caso de que lo de ser actor saliese mal, lo cual era una posibilidad teniendo en cuenta que su primer papel en el cine le llegó cuando ya tenía 30 años. Desde entonces hasta hoy, día en que contesta esta entrevista desde su casa de Copenhague, ha pasado un cuarto de siglo. En ese tiempo, este hombre de cara afilada que siempre parece enfadado, pero del que se dice que es un tipo cercano, con los pies en el suelo y mucho sentido del humor, se ha convertido en uno de los actores más internacionales de su país. La última demostración es su papel en la tercera película de una serie que funciona como precuela de Harry Potter, y que se estrena el viernes.
Se ha metido en un buen fregado y lo sabe. Su papel, el poderoso y siniestro mago Grindelwald, fue interpretado en las dos primeras películas por Johnny Depp, del que se prescindió tras perder él un juicio contra el tabloide The Sun, al que había denunciado por llamarle maltratador a raíz de su divorcio de la actriz Amber Heard. “Cuando me lo ofrecieron, supe que era una situación complicada. Pero hablé con David [Yates, el director] y se estaba empezando a desesperar porque los planes de rodaje ya estaban muy avanzados y tenía prisa. A mí me encanta ese universo. Mi hija ha visto todas las películas y me introdujo en ese mundo. Así que, tras una conversación y leer el guion, le dije: ‘Sí, vamos a por ello”, explica. Y continúa: “Obviamente, las circunstancias podrían haber sido mejores, si tomé el relevo de Johnny fue porque era una emergencia. Pero dudé. Para mí, Johnny Depp es un grandísimo actor. Lo único que intenté fue tender un puente entre lo que él había hecho y lo que a mí me tocaba”.
¿Sabe por qué le eligieron? No da la impresión de que a la pregunta de quién podría sustituir a Johnny Depp, la respuesta más obvia sea Mikkelsen. “No lo sé”, responde. “Confieso que siempre me pregunto por qué me eligen para cada cosa. Tengo la esperanza de que sea porque soy bueno en lo que hago. Por su nombre, deduzco que Grindelwald debe de proceder del centro o el norte de Europa. Quizás sea simplemente porque mi extraño acento nórdico le venía bien al personaje...”.
En realidad no es la primera vez que se hace con un papel que otro popularizó. Fue en la aclamada serie Hannibal (2013-2016), cuando interpretó a Hannibal Lecter. El rey de los psicópatas de ficción tenía la cara de Anthony Hopkins hasta que él llegó. “Anthony Hopkins siempre será Hannibal Lecter, pero yo pasé mucho más tiempo con el personaje. En [la película de 1991] El silencio de los corderos aparece un total de 15 minutos. Yo estuve 39 capítulos, más de 40 horas. Me lo planteé como si fueran dos seres distintos. Mi Hannibal no está en la cárcel, es un psiquiatra en libertad, eso te permite tocar otras teclas. Seguí un camino distinto, era mi única opción. Aún así, me lo pensé varias semanas antes de aceptar. Eran palabras mayores”.
También lo era la Palma de Oro al mejor actor en Cannes, que ganó por su papel protagonista en La caza (2012), de Thomas Vinterberg. Porque Mads Mikkelsen tiene una de esas carreras en las que se combinan filmes comerciales con otros de éxito crítico. Por un lado ha participado en películas de casi todas las franquicias más famosas del cine (en un mercado donde un actor ya no puede aspirar a ser estrella sino a asociarse a franquicias): Rogue One (2016), de Star Wars, Dr. Strange (2016), de Marvel, Casino Royale (2006), de James Bond, la ya mencionada Animales fantásticos; y este año participa en una que le faltaba: le ficharon para la quinta entrega de Indiana Jones, que tras incontables retrasos se estrenará a mediados de 2023. Por otro, protagoniza películas del circuito de festivales, como La caza u Otra ronda (2020) que acumulan galardones.
“La actitud con los premios es que cuando no los ganas hay que decir que no tienen valor y son una tremenda tontería. Y cuando te los dan, contar que son maravillosos”, bromea. “En mi opinión esa debe de ser siempre la forma de verlo, porque proponerte ganar premios como objetivo es un error. El objetivo debe de ser hacer una película que a ti te guste. Y ya los demás decidirán si los mereces o no. Yo tengo claro que lo que hay que hacer es concentrarte en lo que estás rodando en cada momento. Preocúpate por tu trabajo actual, no por tu carrera. No veas lo que estás haciendo como un peldaño para conseguir algo más grande. Encárgate de hacer bien el trabajo y tu carrera se construirá sola. Por lo menos eso es lo que me ha funcionado a mí”, remata.
Es llamativo que cuando se habla con él, las palabras “arte” o “artista” apenas se mencionan. No parecen tener sitio en su forma de ver la interpretación. Parece considerar que actuar tiene más de oficio, como ser carpintero, que de creación. Posee ese espíritu práctico que asociamos con Escandinavia: si actuar es la capacidad de ser otro, Mikkelsen es especialista en hacerlo con el mínimo aspaviento. Ha aparecido en la entrevista con una de esas chaquetas de chándal que se usan para estar por casa, como si hubiera abierto la puerta a un invitado inesperado, pero con esmoquin es un George Clooney nórdico y con camisa de cuadros y una botella de cerveza, un parado con problemas con el alcohol.
Hollywood ha decidido que por el momento los malos sean daneses. Vale, ese soy yo. Lo aceptoMads Mikkelsen, actor danés.
La fascinación de Hollywood por los intérpretes escandinavos se remonta a Greta Garbo, y la región ha resultado ser una cantera estelar. Mikkelsen es de los que más lejos ha llegado. Aporta carisma, profundidad y humor hasta a personajes que estaría permitido que fueran histriónicos y unidimensionales, pongamos un villano de Marvel. Esa teoría suya de interpretar cualquier papel como si fuera el último le otorga credibilidad. Pocas cosas más difíciles que sostener un diálogo sobre dimensiones alternativas y que no resulte risible. Mikkelsen lo logra. Es para muchos un tesoro nacional. El rostro que querrían que se viera cuando se mira Dinamarca desde fuera.
Mikkelsen fue un adolescente tarambana. “He sido una persona muy inquieta desde chaval, no paraba. Hacía mucho deporte y desde que pude me apunté a todo tipo de trabajos. He hecho de todo”, recuerda. En principio iba para gimnasta profesional. Cinéfilo, desde luego, no era: “Crecí siendo un fan de Bruce Lee, eso era todo lo que veía: Bruce Lee, Buster Keaton, Charles Bronson. Cuando eres crío, buscas ser parte de un grupo y yo me identifiqué claramente como un admirador de Bruce Lee”.
Uno de esos trabajos ocasionales fue ser parte del cuerpo de baile de un musical. “En la obra daba unos pocos pasos. El coreografo me vio, pensó que tenía cierto talento y me preguntó si quería entrar en su compañía. Yo era joven, tenía 18 años y le dije que sí. Entrené mucho y muy duro y cada vez hacía más cosas. De los musicales pasé al baile contemporáneo. Así que yo no lo busqué, simplemente pasó. Me enamoró ese mundo. Quizás porque nunca había estado en nada parecido”.
Llegó un momento en el que pensó que había tocado techo. “Aunque era bueno en ciertas cosas, me di cuenta de que, habiendo empezado tan tarde, había otras que no aprendería nunca. También descubrí que me gustaba más la parte del baile que implicaba actuar que la más estática. Por eso, en un momento dado lo dejé y me matriculé en una escuela de interpretación. Estuve estudiando cuatro años. Al final resultó que bailar fue una especie de sendero natural que me llevó a la actuación”.
Entre medias le dio tiempo a encontrar a Hanne Jacobsen, su pareja. Se conocieron en una audición en 1986. Jacobsen tenía 24 años. Mikkelsen, 20. Ambos estaban en otras relaciones, así que los inicios no fueron sencillos, pero terminarían casándose en 2000. Tienen dos hijos, Viola Jacobsen Mikkelsen, que acaba de cumplir 30 y es enfermera y Carl, de 25, militar en el Ejército danés. “La familia es un asunto serio, amigo. Seguramente sea la única cosa que me tomo en serio en mi vida”, afirma el actor.
Su primera incursión en el cine fue Pusher (1996), una cinta danesa sobre los bajos fondos de Copenhague en la que encarnaba a un camello. “En Dinamarca esa película rompió muchas barreras. Nunca se había hecho nada igual. Fue un rodaje muy rock and roll, sin apenas presupuesto. Salíamos a la calle y rodábamos con nuestra ropa y nuestros coches. Pero triunfó. Así empezó todo”.
Solo con ese éxito, Mikkelsen ya se había convertido en un actor popular en su país. Y durante diez años ese fue el terreno en el que se movió, con algunas excepciones. Una de ellas, española, Torremolinos 73 (2003), el debut en la dirección de Pablo Berger, que en 2012 firmaría Blancanieves. “Si te digo la verdad, no tengo muy claro como acabé allí. Fue muy divertido, aunque muy loco. Nadie hablaba inglés y yo no hablaba español. Así que hubo un montón de malentendidos, pero al final terminó saliendo perfecto y, la verdad, lo pasé muy bien”.
El actor ha mantenido el vínculo con España: hace años que tiene una segunda residencia en Mallorca. “Mi mujer conocía la isla antes que yo. Ella me convenció para que fuera a verla. Yo era reticente, pensaba que era todo playa y fiesta. Pero resultó que es la isla más maravillosa que he visto en mi vida y nos hicimos con un sitio para nosotros”.
También hizo alguna pequeña incursión en el cine de Hollywood, pero nada comparable a cuando fue contratado para aparecer en Casino Royale (2006), la vigesimocuarta entrega de las aventuras de James Bond, y la primera en la que a 007 lo encarnaba Daniel Craig. Mikkelsen era Le Chiffre, su malvado antagonista. “Esa fue una experiencia inolvidable, lo recuerdo todo como si fuera ayer porque fue mi primera película grande. Mi primera franquicia. Era asombroso el tamaño de todo, los escenarios, los remolques... Pero luego descubres que no es tan emocionante como parece. Básicamente tu labor es esperar a que llegue tu turno. Nos pasábamos todo el tiempo esperando, día y noche. Así que me volví un especialista en juegos de mesa. Era lo que hacíamos la mayor parte del tiempo”. Mikkelsen tampoco era fan de la saga. “No había visto ninguna película de Bond cuando hice de Le Chiffre. Sabía de qué iban y cuando me dieron el trabajo las vi todas. Un auténtico atracón. A ver, ya sabes que soy un fan de Bruce Lee. Así que ignoré el universo Bond o el de Star Wars. No me interesaban, no era mi rollo. Mi hermano sí era de esos que se pasaba dos días haciendo cola en la calle para poder ver las películas. Yo no lo entendía. Si disfrutabas de Bruce Lee, de esas pelis tan físicas, sin efectos especiales, Star Wars era completamente diferente”.
En Rogue One, su incursión en la saga galáctica, es en la única de las franquicias en las que ha participado donde no hace de villano (se encarga de diseñar la pérfida Estrella de la Muerte, eso sí, aunque a punta de pistola láser). “En Hollywood, cuando haces algo y les gusta, tienden a llamarte siempre para el mismo tipo de papeles, aunque a veces me llaman para otras cosas. Hice Arctic (2018), en la que no era el malo. Pero sí, por algún motivo buscan extranjeros para hacer de villano. Antes eran rusos, quizás ahora vuelvan a serlo. Pero, por el momento han decidido que sean daneses. Vale. Ese soy yo. Lo acepto”, ríe.
¿Se siente raro trabajando en producciones gigantescas? ¿Prefiere hacerlo entre amigos en Dinamarca? “El trabajo siempre es igual. Pero puede ser más complicado hacerlo con amigos. Es cierto que un montón de gente con la que he trabajado en Dinamarca lo son. E intentamos mantener las cosas frescas, y empujarlas hacia caminos que no hayamos recorrido ya. Cuando trabajo en el extranjero intento estar tan cerca del director como puedo. Pero, desde luego, no le llamo en medio de la noche para discutir las escenas que vamos a rodar al día siguiente como hago con Thomas”.
Se refiere a Thomas Vinterberg. El director de La caza y Otra ronda, ganadora del Oscar a mejor película internacional de 2021, el cual dedicó a su hija Anna, fallecida con 17 años en un accidente de coche. “Somos amigos muy cercanos. Solo hemos hecho dos películas juntos, con años de diferencia entre ellas, pero nunca hemos perdido el contacto. Otra ronda la rodamos en unas circunstancias muy tristes, que de alguna manera es también una forma de estar más cerca el uno del otro”.
Da que pensar que la historia de unos amigos en la cincuentena que deciden que para afrontar la vida diaria lo mejor es estar siempre ligeramente borrachos haya triunfado tanto en todo el mundo. “Nunca esperamos que se convirtiera en un éxito tan grande fuera de nuestro país, porque es una película muy danesa en muchos sentidos. El asunto de la bebida, especialmente entre los jóvenes, es una preocupación muy danesa. Pero resultó que, aunque el concepto era muy local, la idea era universal: hacerte mayor, el qué hacer para mantenerte vivo cuando cruzas el ecuador de la vida. Eso le interesa a todo el mundo”. ¿Ha tenido él una crisis de la mediana edad? “No. Me hago mayor, es un hecho. Intento mantenerme en forma mental y físicamente, pero no puedo luchar contra el tiempo. Tener una crisis es una perdida de tiempo, que es precisamente lo que no puedo perder. Y he sido afortunado en mi vida y en mi trabajo. Sería absurdo que tuviera una crisis. Soy una persona muy feliz”.
Realización Nono Vázquez
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