¿Una obra de arte en la cocina? Así es el proyecto que defiende que el arte también debe estar en espacios domésticos
La colaboración entre el estudio (y una de las tiendas de piezas de diseño más importantes de España) Schneider Colao y la reputada galerista Elba Benítez busca educar al espectador a través de exposiciones que pretenden romper límites y llegar a todo tipo de público
Tener una obra de arte en la cocina puede parecer un error de contexto o un ejercicio de exhibicionismo. Pero ha habido pocas épocas tan propicias como la actual para entender que, en las casas contemporáneas, el salón puede convertirse en oficina y la cocina puede ocupar una posición central en la vivienda y acoger, sin ir más lejos, una obra de Cristina Iglesias. Así lo corroboran las piezas de la artista donostiarra que cuelgan desde esta semana en el espacio ubicado en el número 2 de la madrileña calle Belén que concentra l...
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Tener una obra de arte en la cocina puede parecer un error de contexto o un ejercicio de exhibicionismo. Pero ha habido pocas épocas tan propicias como la actual para entender que, en las casas contemporáneas, el salón puede convertirse en oficina y la cocina puede ocupar una posición central en la vivienda y acoger, sin ir más lejos, una obra de Cristina Iglesias. Así lo corroboran las piezas de la artista donostiarra que cuelgan desde esta semana en el espacio ubicado en el número 2 de la madrileña calle Belén que concentra la colaboración entre el estudio Schneider Colao y la galería Elba Benítez y, por tanto, la intersección entre la arquitectura, el diseño y las artes plásticas.
“El punto de partida es una pregunta que el usuario se hace. ‘¿Cómo convivir con estas obras en mi casa, en lugar de en un museo?”, enuncia Jesús Colao, cofundador del estudio de arquitectura y diseño con sede en este rincón del barrio de Chueca. “Nuestra respuesta pasa por crear ambientes no excesivamente decorados ni complejos, sino sencillos y contemporáneos. Queremos dialogar, compartir y educar”, explica.
“Es algo que tiene que ver con la educación visual”, añade Elba Benítez, fundadora de la galería madrileña que lleva su nombre y, con tres décadas de experiencia profesional, poseedora de una de las trayectorias más sólidas del arte contemporáneo en España. Para ella, el proyecto tiene que ver con romper límites y abrir perspectivas en una época en que el coleccionismo ha dejado de ser monolítico. “Mucha gente ve una obra en la galería y piensa que está bien, pero para un museo. Lo que defendemos es que la vida cotidiana de cualquier persona puede enriquecerse con obras de arte de esta categoría. Y, para llegar a esos nuevos públicos, necesitamos ver las obras en espacios domésticos”.
El encuentro entre uno y otro ha venido dado por la cercanía geográfica –la galería de Elba Benítez no está lejos de la oficina madrileña de Schneider Colao–, pero también por una afinidad que habla de una misma vocación didáctica. Jesús Colao y la arquitecta suiza Ursula Schneider fundaron su estudio en 2007 y desde hace años cuentan con este espacio que, para los aficionados, es todo un templo del diseño del siglo XX, uno de los escasos establecimientos madrileños en los que encontrar originales de época de Pierre Paulin, Serge Mouille o Alvar Aalto, y novedades de firmas internacionales como Cassina, Poltrona Frau o USM.
Sin embargo, el proyecto que ahora presenta no es un muestrario de iconos ni un gabinete de coleccionista lleno de piezas escultóricas que aspiren a competir visualmente, sino un interior contemporáneo, funcional, limpio y, sí, perfectamente doméstico. Así expone Colao el cambio de paradigma. “En el proceso convencional, alguien compra una obra en una galería, luego contrata a un decorador, compra un mueble por su cuenta y al final todo lo enmarca en su estilo. Pero esto no va de estilos, sino de divulgar que el diseño es un lenguaje que permite entenderlo todo, desde la arquitectura a la comunicación o la sostenibilidad”.
En uno de los espacios que han creado, los módulos de ingeniería de la firma alemana Bulthaup, especializada en crear sistemas de cocina, conviven con una de esas joyas de subasta que aparecen en los libros de historia: un conjunto de contenedores de Margarete Schütte-Lihotzky, la autora en 1926 de la cocina Frankfurt, de la que surgieron todas las que hoy seguimos utilizando. “Es un guiño para explicar que el diseño y la historia vienen de la mano”, explica Colao, que afirma que los cajones originales de Schütte-Lihotzky para el café, el arroz o el cereal pueden entenderse como una invitación a ser más sostenibles y comprar a granel. También hay una mesa diseñada por David Chipperfield para la marca alemana E15, y varias piezas del sistema suizo USM, que representa la quintaesencia del diseño modular, flexible, adaptable y visualmente neutro.
Con todos ellos conviven varias piezas de Cristina Iglesias, que vive un momento especialmente candente tras la inauguración de Hondalea, su imponente intervención en el faro de la isla de Santa Clara, en San Sebastián. Además, durante todo el verano puede verse su exposición en la Calcografía Nacional de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tras ella, el próximo otoño, vendrán otros nombres. Benítez y Colao coinciden en que este no es un proyecto puntual, sino una colaboración de largo recorrido, y que en los próximos meses perfilarán una programación más sosegada que la del arte comercial –tres o cuatro proyectos anuales– con nombres consagrados y emergentes, con artistas representados por Elba Benítez y otros que no lo sean. El objetivo no es levantar barreras, sino eliminarlas. Por eso la exposición estará abierta al público. “El arte se tiene que democratizar, pero lograrlo depende de la educación y de que sea accesible”, explica Benítez. “Es una cuestión que siempre me ha preocupado, y creo que este es un modo de trascender el espacio de la galería. Las obras pueden estar en cualquier otro sitio, siempre que se respete el trabajo de los artistas”.