Dani Martín: “He sufrido, me han robado dinero, pero no me han robado la ilusión”
El cantante madrileño está en “el momento más feliz” de su vida desde que decidiera hacer un parón en su carrera musical en diciembre. Aun sin fecha de regreso a los escenarios, lanza una serie-documental en la que conversa con otros músicos sobre la industria y sus dificultades
Ya nadie mira mal a Dani Martín (San Sebastián de los Reyes, Madrid, 46 años) por entrar en los garitos con zapatillas ni por subirse con ellas encima del sofá. Posa para la cámara sentado en el respaldo de un chéster con la expresión de chico malo que le caracteriza, pero su gesto se suaviza en cuanto se alejan los focos y puede acomodarse en el cojín, a la altura del resto. Después de 23 años de carrera musical, los mismos que tenía él cuando se convirtió en un ídolo de masas como vocalista de El Canto del Loco, confiesa sentirse “en el momento más Daniel” de su vida. Va completamente vestid...
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Ya nadie mira mal a Dani Martín (San Sebastián de los Reyes, Madrid, 46 años) por entrar en los garitos con zapatillas ni por subirse con ellas encima del sofá. Posa para la cámara sentado en el respaldo de un chéster con la expresión de chico malo que le caracteriza, pero su gesto se suaviza en cuanto se alejan los focos y puede acomodarse en el cojín, a la altura del resto. Después de 23 años de carrera musical, los mismos que tenía él cuando se convirtió en un ídolo de masas como vocalista de El Canto del Loco, confiesa sentirse “en el momento más Daniel” de su vida. Va completamente vestido de negro, pero su estado de ánimo es de todo menos sombrío. “Es cuando mejor me lo estoy pasando, cuando mejor me sienta salir a tomar algo con mis amigos y sonreír y disfrutar”, asegura.
En diciembre de 2022, después de colgar el cartel de No hay billetes en 32 de los 40 conciertos ―hasta en cinco ocasiones en el WiZink Center― de su última gira, el cantante anunció en redes sociales que quería hacer una pausa, alejarse de los escenarios y “tocar tierra”. Usuarios, medios y seguidores lo achacaron a problemas de salud mental cuando, en realidad, él considera que fue una muestra excelente de bienestar emocional y psicológico. “Estando en el momento más álgido del canto, he decidido que mi inquietud va por otro lado y que quiero estar solo. Mi familia, amigos, la industria... todos me decían que estoy loco, que aprovechara ese momento. Y yo dije: ‘Sí, lo voy a aprovechar, pero haciendo esto, que es lo que me pide mi cuerpo. Y, sinceramente, es el momento más feliz de mi vida, donde me estoy conociendo como hombre, como persona, como ser humano y como músico”, constata el artista, que no tiene ningún problema en proclamar que va al psiquiatra para intentar que en su vida “haya más ratos de risas que de otra cosa”.
Este año no le apetece cantar. “Creo que el que viene tampoco”, anticipa. “Me apetece estar conmigo y amplificar un montón de historias que creo que son superinteresantes”. Se refiere a las que él mismo recoge en El Camino, una serie-documental de ocho capítulos que presenta junto a la marca de whisky Johnnie Walker. En ella, conversa con otros cantantes ―como Sara Socas, Niño de Elche, Nach o Rulo, entre otros― sobre sus perspectivas respecto al éxito, la superación, las dificultades que acarrea la fama o la reivindicación de minorías dentro del sector musical. “Es gente que está haciendo el camino sin coger ningún atajo y eso es lo que me gusta”, sostiene Martín, “a veces, como dice una canción de Leiva, del hueso sale una flor y me he encontrado un montón de florecitas preciosas en este proyecto”. El primer capítulo, en el que conversa con la rapera Sara Socas en un ring de boxeo, se estrenará en Movistar+ el 15 de junio.
Las integrantes de la banda Ginebras contaron en un episodio reciente de El CaroLate ―un podcast dirigido por Carolina Iglesias― que las paredes de la casa de Dani Martín están tan repletas de todos los premios que ha ganado a lo largo de su carrera que hay discos de oro y platino expuestos incluso en el baño. Aun así, el madrileño reconoce que su camino también ha estado lleno de obstáculos. “He sufrido, me han robado dinero, pero no me han robado la ilusión”, declara refiriéndose a su antiguo manager, conocido como Tibu, que cumplió más de cuatro años de prisión por apropiación indebida de 220.000 euros tras una querella presentada por El Canto del Loco. Pese a eso, no cambiaría nada del recorrido que ha hecho hasta ahora: “Hasta la gente mala que se ha aprovechado de nosotros me ha enseñado algo. Por eso monté mi oficina y no tengo manager. Prefiero gestionar todo desde mi círculo, desde la gente que quiero y me ha demostrado que somos un equipo y que, gracias a ellos, cada vez que sacamos un disco o hacemos una gira, todo funciona como un reloj suizo”.
Guarda una mención especial para su primo David Otero, con quien fundó El Canto del Loco, a quien describe como “un gran músico” y una “pieza clave” en su camino. “No tenemos relación, pero es una parte muy clara en mi carrera musical y sería un mentiroso si dijera que no”, afirma, sin ni siquiera ser preguntado por Otero. Con Iván Ganchegui y Chema Ruiz, el resto de miembros del grupo que se disolvió en 2010, mantiene una relación cordial. “Creo que hay gente con la que te ves una vez al año y hay mucha más verdad que con alguna que pretende estar todo el día en tu vida, ¿no?”, expone. Juntos formaron una de las bandas españolas más conocidas de la década de los 2000, pero tiene claro que volver a juntarse sería un error. “Es como si estás en tu casa con una pareja disfrutando de tus hijos y, de repente, te planteas volver con tu novia de los 20 años. No, estuvo guay lo de cuando tuvimos 20 años, pero también está muy guay este presente y creo que vivir feliz en tu presente es lo más bonito que te puede pasar”, corrobora.
En su presente tiene otras prioridades. “Cuando todo en tu balanza ha estado del lado de la profesión, llega un momento en el que te apetece que se equilibre. No todo es el aplauso, ni el público, ni los éxitos, ni las canciones”, estima. En el otro lado de la balanza, el que más pesa ahora, están la familia y los amigos y agradece poder dedicarles el tiempo que no ha tenido en el pasado. “El domingo pasado hicimos una comida en mi casa con todos mis amigos, con mis padres, y vimos el fútbol. Y esa es la vida que en realidad me apetece vivir: irme de tapas con mis amigos y jugar al fútbol los sábados, no solo llenar pabellones y hacer discos”, declara mientras asiente despacio, como si simplemente estuviera pensando en alto.
Que no se alarmen sus fans porque este paréntesis profesional es solo eso, un paréntesis, y no se le han quitado las ganas de componer. Lo único que pide es marcar su propio ritmo. “Si un día me sale una canción y me parece bonita, la dejaré en el estudio y la escucharé después de unos días para ver si me lo sigue pareciendo. Y cuando tenga 10 o 12, habrá llegado el momento de hacer un disco, pero no antes y porque alguien me diga que tengo que hacerlo. Creo que he conseguido algo muy importante que es la libertad y eso es el tesoro más grande que un ser humano puede poseer”, revela. Admite que siempre se ha sentido “más trabajador que talentoso”, pero que grabar El Camino le ha hecho darse cuenta de que es más válido de lo que pensaba. “He sido una persona que se ha machacado mucho y al final de este proyecto le he dado alguna colleja que otra a ese síndrome del impostor”, comenta con una media sonrisa. Sin embargo, también lo considera necesario en pequeñas dosis: “El que se cree sabedor de todo, que todo lo hace muy bien y que esto lo está llenando por su talento y valía... Hostias, no va acorde con mi educación ni con mi manera de ver la vida”, reafirma.
“Hasta luego, hasta siempre, hasta cuando surja de verdad”, escribió al final de la publicación en la que anunciaba su parón musical. Esta vez, cuando se levanta del sofá, no hace ninguna alusión al tiempo, ni siquiera en la despedida. Simplemente, da las gracias y formula sonriente: “Que seas feliz”.