El Met recupera el glamur de la edad dorada de Estados Unidos en su gran exposición anual de moda
Ocho cineastas, entre ellos Sofia Coppola, Martin Scorsese y Tom Ford, recrean en las salas de época del museo el concepto del estilo y el vestir estadounidense
La gala de la moda del Museo Metropolitano de Nueva York (Met) tiene una cara menos fugaz y chispeante que la catarata de flases que hace de ella el acontecimiento planetario que es. Se trata de la exposición de primavera del Instituto del Traje, departamento del museo que se financia gracias al gran evento mediático de inauguración de una muestra que arrastra cada año al Met a cientos de miles de visitantes. Nueva York aspira a pasar página de la pandemia recuperando los más de 60 millones de turistas que la visitaban cada año, y la exposición de moda es un imán innegable. ...
La gala de la moda del Museo Metropolitano de Nueva York (Met) tiene una cara menos fugaz y chispeante que la catarata de flases que hace de ella el acontecimiento planetario que es. Se trata de la exposición de primavera del Instituto del Traje, departamento del museo que se financia gracias al gran evento mediático de inauguración de una muestra que arrastra cada año al Met a cientos de miles de visitantes. Nueva York aspira a pasar página de la pandemia recuperando los más de 60 millones de turistas que la visitaban cada año, y la exposición de moda es un imán innegable. La de 2018 sobre la influencia del catolicismo en la moda batió todos los récords de afluencia y se convirtió en la más popular de los 150 años de historia de la institución: 1,7 millones de visitas, a un ritmo de 11.000 al día. Entre las 10 muestras más vistas del Met están Picasso, la Mona Lisa, los impresionistas y hasta 4 de las exposiciones del Instituto del Traje, hoy bautizado como Anna Wintour Costume Center. Entre ellas, la dedicada a Alexander McQueen en 2011, con más de 660.000 visitantes en tres meses.
Su historia comenzó en 1948 como una velada a medianoche de un puñado de miembros de la alta sociedad neoyorquina, y ni siquiera se celebró en el Met. Más de 70 años después, la gala y la exposición, patrocinadas por Instagram, son las dos caras de la misma moneda: la celebración de la moda como exponente de una cultura viva, en movimiento. La gala, celebrada cada primer lunes de mayo, justo antes de que se inaugure la muestra, financia la exposición —recaudó 16,4 millones de dólares en la última convocatoria, aún a medio gas por la pandemia—; y la muestra se erige en gran espejo, así como en referente de estilo que recomienda, aunque no exige, el código de vestuario para el evento. El de este año es etiqueta y “gilded glamour”, en referencia al periodo de Estados Unidos conocido como Gilded Age, o Edad Dorada, comprendido entre 1870 y 1891 y en el que el país conoció una expansión económica, industrial y demográfica sin precedentes, pero también caracterizado por el conflicto social y las desigualdades.
Bajo el título En Estados Unidos: una antología de la moda, y a cargo del comisario estrella del instituto, Andrew Bolton, abarca un centenar de piezas femeninas y masculinas desde mediados del XIX a las últimas décadas del XX, pero orbita especialmente en torno a la denominada gilded age (edad dorada), la epifanía de las grandes fortunas ligadas al ferrocarril o la minería entre 1870 y 1900 cuya estética sembró la Gran Manzana de edificios magníficos, como la sede permanente de la Colección Frick o el Museo de Diseño Cooper Hewitt, a pocas manzanas del Met. No es casualidad que el brillo del oro titile también en una de las principales apuestas del año de HBO, la serie The Gilded Age.
La exposición, que se inaugura el jueves, ocupa las salas de época del ala americana del museo, y recupera obra de diseñadores y modistas no especialmente conocidos, “las notas a pie de página en los anales de la historia de la moda”, en definición de Bolton. Nombres olvidados pero relevantes, como Ann Lowe, la diseñadora afroamericana que aprendió a coser con su abuela e hizo el vestido de novia de Jacqueline Bouvier para casarse en 1953 con el futuro presidente John F. Kennedy. Hay también elementos de archivo, como una chaqueta que se cree fue usada por George Washington en su toma de posesión en 1789, y dos piezas de Brooks Brothers, una lucida por Abraham Lincoln; la otra, una librea usada por un esclavo sin nombre, alrededor de 1857-65.
El diálogo que se establece entre decorados y ropa refleja la evolución histórica y socioeconómica del país, desde las comunidades de pioneros, de una austeridad espartana, a la clase media de la posguerra, el gran motor del consumo, también de moda, pasando, cómo no, por la forja de la burguesía y la aristocracia industriales de finales del XIX, la que dio nombre a la edad de oro y convirtió la Gran Manzana en el escenario delicuescente de los cuentos de Edith Warton.
El Instituto ha encargado a ocho cineastas una puesta en escena especial, con sendas viñetas o representaciones dramáticas de la vestimenta. Entre ellos destacan el veterano Martin Scorsese, la confesa fashionista Sofia Coppola, que versionó en clave punk a María Antonieta; el también diseñador Tom Ford, un maestro del interiorismo como demostró en sus dos celebradas películas; y Chloé Zhao, directora de la oscarizada Nomadland.
A Coppola le ha tocado vestir la sala que recrea un recibidor de una mansión de Buffalo (Nueva York) de la década de 1880, uno de los primeros encargos a una firma de arquitectura e interiorismo. Ford recrea la galería donde cuelga el mural panorámico de Versalles de John Vanderlyn, de 1819, mediante una hermosa coreografía aérea de vestidos que evoca el espíritu de la famosa batalla de Versalles, un encuentro celebrado en Francia en 1973 entre diseñadores europeos y estadounidenses. Scorsese se encarga de arropar la contemporaneidad minimalista de un salón del siglo XX diseñado por Frank Lloyd Wright, y Zhao, de desnudar la celda de una comunidad religiosa de la década de 1830.
La interacción de continente y contenidos permite ir de lo estilístico a lo cultural y de lo estético a lo ideológico. Las narrativas sociales, culturales y artísticas de los espacios amplifican y contextualizan los temas clave de la exhibición: el inicio de un estilo estadounidense identificable y la epifanía del diseñador con nombre y apellidos, reconocido por una visión artística propia. Nombres como los de Halston —cuya figura ha recuperado una miniserie de Netflix—, Anne Klein y Oscar de la Renta son los más conocidos de la muestra. Del resto, una veintena, “muchos de los nombres no son familiares”. “La ambición final es hacer que la gente piense de manera diferente sobre la historia de la moda”, ha recalcado Bolton este domingo.
Jill Biden, esposa del presidente de EE UU, ha asistido este lunes a la presentación formal de la muestra. A continuación, ha visitado la exposición, acompañada por Bolton y la responsable del ala americana del museo, en un acto cerrado a la prensa.
En Estados Unidos: una antología de la moda es la segunda parte de una exposición inaugurada en septiembre pasado bajo el título En Estados Unidos: un léxico de la moda, también comisariada por Bolton y que conmemoraba el 75º aniversario del instituto. Ambas podrán visitarse hasta el 5 de septiembre; la primera parte, sometida a ciertas actualizaciones, en el Anna Wintour Costume Center. “Una antología... descubre narrativas de vestimenta desconocidas filtradas a través de la imaginación de algunos de los directores de cine más visionarios de Estados Unidos“, ha resumido Bolton. “A través de estas historias en gran parte desconocidas se obtiene una imagen matizada de la moda estadounidense, una en la que la suma de sus partes es tan importante como el todo”.