Naty Abascal, el reconocimiento definitivo de una musa: “La moda es mi pasión y mi vida”

Un libro recoge la trayectoria de la exmodelo y estilista, que afirma que lo mejor que le ha dado la industria son sus amigos

Naty Abascal, en el hotel Plaza de Nueva York a mediados de los años ochenta.Rose Hartman (Getty)

Naty Abascal ya no puede más. Está harta, hartita, del coronavirus que hace un año mantiene a esta incansable viajera, a la mujer que con 21 años recién cumplidos se marchó a Nueva York a cumplir un sueño que ni ella conocía, prácticamente encerrada en su casa de Madrid. Un año que, al menos, le ha traído una alegría. Después de casi seis décadas en el mundo de la moda, Rizzoli ha editado un libro en su honor: Naty Abascal, The Eternal Muse Inspiring Fashion Designers (La eterna musa inspiradora de lo...

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Naty Abascal ya no puede más. Está harta, hartita, del coronavirus que hace un año mantiene a esta incansable viajera, a la mujer que con 21 años recién cumplidos se marchó a Nueva York a cumplir un sueño que ni ella conocía, prácticamente encerrada en su casa de Madrid. Un año que, al menos, le ha traído una alegría. Después de casi seis décadas en el mundo de la moda, Rizzoli ha editado un libro en su honor: Naty Abascal, The Eternal Muse Inspiring Fashion Designers (La eterna musa inspiradora de los diseñadores de moda), que recoge fragmentos de su vida con su archivo personal y que sobre todo se basa en una retrospectiva sobre su figura expuesta en México hace año y medio. Un proyecto que le hace mucha ilusión por el trabajo que tiene detrás, “por la gran casa editorial” que lo acoge y porque muchos buenos amigos han escrito textos en su honor, del fotógrafo Mario Testino a la crítica de moda Suzy Menkes.

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Porque cuando Abascal cuenta su historia, por teléfono y de carrerilla, riendo, sin tomar aire, se vislumbran las alegrías que le ha dado la moda desde aquel día de 1963 en el que el modisto Elio Berhanyer le pidió a ella y a su hermana Ana María que fueran con él a Nueva York a mostrar sus diseños en el pabellón español de la Feria Mundial. Ríe contando cómo el diario The New York Times reseñaba con asombro a “las modelos españolas que se cambian tan rápido”. “¡Es que éramos dos!”, dice sobre ella y su gemela.

Portada del libro 'Naty Abascal, The Eternal Muse Inspiring Fashion Designers' (La eterna musa inspiradora de los diseñadores de moda).Rizzoli

El éxito hizo que las llamara el más grande entre los grandes fotógrafos, Richard Avedon. “¡Pero si nos tenemos que volver!’, decíamos nosotras, pero nos dijeron: ‘Sois unas locas, tenéis que quedaros, no sabéis lo que es este fotógrafo’. Y fuimos al estudio de Avedon en la calle 58, entre las avenidas Park y Lexington. Lo primero que vemos al entrar es un estudio fantástico, a una arreglando a Verushka, ¡y a Twiggy!”, exclama, como si estuviera allí mismo. “¡Pero para qué nos van a ver a nosotras con estas modelos tan fantásticas!, dijimos. Esa misma noche nos llamaron, y nos hizo un reportaje con unas fotos en blanco y negro, precioooosas”, relata, estirando mucho las palabras, los adjetivos, los recuerdos.

Repitieron con Avedon en Barcelona e Ibiza ese septiembre del 64, y entonces la llamaron para irse a Nueva York una semana. Los padres, reticentes. Ella, encantada. “¡Me quedé dos años y medio!”, cuenta. Cree que fue su “mucha personalidad” lo que le dio la fama. “Todo el mundo era rubita, pequeñita... Yo era un pájaro exótico, con mi nariz, morena”. Como esa anécdota van cayendo una tras otra decenas sobre sus conocidos y amigos: el rodaje de Bananas en Puerto Rico con Woody Allen (”nos presentamos como 200 niñas, cuando me llamaron no me lo creí, cada día era una cosa nueva, aprendí muchísimo”), viajes a Capri, los ballets rusos, galas en Venecia.

Vista de la exposición 'Naty Abascal ¡y la moda!' en el Museo Jumex. La colección estaba expuesta en un orden no cronológico sino cromático; aquí, los tonos rosas y rojos.Ramiro Chaves

Ese recorrido se materializó entre noviembre de 2019 y enero de 2020 en una gran exposición en la Fundación Jumex de Ciudad de México, donde se expusieron 82 maniquíes con algunos de sus vestidos más queridos, firmados por Valentino, Oscar de la Renta, Balenciaga o Elie Saab. Ella lo organizó todo, feliz de que una gran institución apreciara la moda como un arte. “Figúrate tú cómo no voy a estar contenta”, dice, con ese acento sevillano ya matizado de años de correrías por el mundo. “Necesitamos los seguros, los portes, los maniquís, los accesorios... cuando ya reuní todas las cosas de Sevilla y de Madrid se llevaron todo para México. Fue un lío, mucho trabajo”, recuerda ahora, finalizada la aventura que ha sido el germen del libro de Rizzoli. “Pero claro, estaba en el mejor museo de Latinoamérica, diseñado por David Chipperfield, en una sala impresionante donde antes que yo había estado Jeff Koons, y antes Andy Warhol... Tuve miedo, pánico”, confiesa.

“En un museo así hacer una exposición de este tipo... No sabía cómo iba a reaccionar la gente a dedicarle toda esa sala”, rememora, hablando de esos sentimientos entremezclados de desconfianza, ganas y agradecimiento. “Muchas personas consideran que la moda es artesanía, no arte, y este museo es responsable de llevar la moda a la mente de gente que quizá no se habría interesado por algo así de no haber entrado nunca en él”, reflexiona. Lo que ve más difícil es traerla a España, aunque la mayor parte de esas prendas las guarda ella en su casa de Sevilla.

Algunos de los diseños vestidos por Naty Abascal expuestos en la Fundación Jumex.@JavierHinojosa (Javier Hinojosa)

Defiende Abascal que ella no es exactamente una coleccionista. “Son los trajes que yo tenía, los que me he puesto. Cada traje tiene su historia y su vida”. Se siente “afortunada” de haber haber visto la moda en todo su esplendor, pero sobre todo de haberla vivido. “No son solo los desfiles o una fotografía: son las pruebas, cómo lo hacen, estar ahí”. Algo que le viene de familia, porque su madre (hija del marqués de Romero-Toro) ”tenía un gusto fantástico y vestía fenomenal”. De ella conservan las hermanas trajes de Pedro Rodríguez, Rovira o un par de Balenciaga.

Vestido de Valentino Garavani en crepe de seda con cuello chimenea y lazo lateral en cintura, que Abascal lució en la boda de su hijo Rafael en el Palacio de Tavera de Toledo, en 2010.@JavierHinojosa (Javier Hinojosa)

“La moda es mi pasión y mi vida”, revela la exmodelo. Lo mejor que le ha dado esa industria es que algunos de los más grandes se hayan convertido en sus amigos. “Es lo más importante”, sonríe a través del teléfono. “Conocí a todo el mundo, era otra cosa. A Oscar de la Renta en mayo del 64, cuando trabajaba para Elizabeth Arden. Se hizo íntimo mío de la noche a la mañana, toda la vida fuimos amigos, como un hermano. Lo recuerdo todos los días de mi vida, lo echo de menos y lo echaré de menos siempre”, cuenta sobre el célebre modisto dominicano, fallecido en 2014. Un año después llegaría a su vida el italiano Valentino. “He tenido los mejores amigos, me han durado toda la vida y todavía los tengo”.

Naty Abascal no cree que haya sido menospreciada en España. “En mi tierra solo me he dedicado a trabajar de estilista, lo de modelo aquí nunca lo hice”, explica llanamente. Pero todo ese recorrido fuera le ha dado una vida de cuento. “Todo te enriquece. Nunca lo hubiese soñado así: el arte, la cultura, un movimiento artístico increíble, la movida hippie... ”. Lo ha vivido todo, como para escribir más que un libro toda una enciclopedia de historia de la moda.


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