Isabel II y Felipe de Edimburgo, siete meses reunidos y un invierno separados
La reina de Inglaterra y su esposo se confinaron juntos para aislarse en plena pandemia del coronavirus, pero hora toman caminos diferentes que les pueden alejar durante largas semanas e incluso en Navidad
Dicen que la etapa más feliz en la vida de Isabel II fue cuando, a sus veintipocos años, ya casada y con sus hijos Carlos y Ana siendo aún pequeños, vivió una temporada en Malta, cuando la isla todavía pertenecía al Reino Unido. Allí pasaron su luna de miel y sus bodas de diamante (60 años), pero también un par de años, hasta primeros de los cincuenta.
Entonces Isabel era la princesa heredera y Feli...
Dicen que la etapa más feliz en la vida de Isabel II fue cuando, a sus veintipocos años, ya casada y con sus hijos Carlos y Ana siendo aún pequeños, vivió una temporada en Malta, cuando la isla todavía pertenecía al Reino Unido. Allí pasaron su luna de miel y sus bodas de diamante (60 años), pero también un par de años, hasta primeros de los cincuenta.
Entonces Isabel era la princesa heredera y Felipe un oficial de la Marina, algo que les hacía estar muy unidos también físicamente. Probablemente desde aquellos tiempos la real pareja no había pasado tanto tiempo junta como hasta ahora. Viajes y compromisos no se lo habían permitido, hasta el pasado mes de marzo, cuando el mundo dejó de girar por la pandemia del coronavirus. Entonces Isabel y Felipe se retiraron juntos a Windsor, el castillo favorito de la soberana.
Aquello ocurrió los primeros días de la pandemia. Isabel II, de 94 años, paralizó todas sus actividades oficiales, mientras que Felipe, de 99, regresó de su retiro en Sandringham. Con Carlos de Inglaterra, el heredero, infectado por el coronavirus y con Guillermo, segundo en la línea de sucesión, al frente, el deber de la soberana y su esposo era simplemente estar aislados, tranquilos y juntos. Algo que han cumplido a rajatabla, con escasísimas apariciones públicas, un nuevo perfil más bien virtual y solo algún acto familiar, como la boda de su nieta Beatriz de York en julio. Hasta ahora.
Ya se han acabado las vacaciones de verano para la pareja real. Tras ese largo periodo en Windsor, llevaban aproximadamente seis semanas entre Balmoral, su habitual residencia de verano, y Sandringham, donde pasan la Navidad y donde Felipe se ha retirado. Es hora de retomar las tareas, aunque esta semana sus oficinas han anunciado a lo grande que no lo harán. Según un comunicado, ni el palacio de Buckingham ni Windsor acogerán “eventos a gran escala”, porque “seguirán las líneas marcadas por el Gobierno, como precaución por las circunstancias actuales”. Aunque afirman que se han “investigado gran variedad de posibilidades para llevar a cabo posibles investiduras, tristemente y debido al gran número de invitados no ha sido posible encontrar un método seguro”. Por tanto, quien reciba un honor, será llamado de forma personal.
Por tanto, la pareja ahora no volverá a Buckingham, sino que se dividirá. Con casi 10.000 casos al día en el Reino Unido, ambos han decidido salir de Londres. Isabel II regresará a Windsor, donde podrá atender pequeños compromisos oficiales y está a apenas una hora de Londres. Mientras, el duque de Edimburgo se quedará en Sandringham, en concreto en Wood Farm, una antigua granja en la que suele pasar largos períodos desde que se retiró hace ya tres años. Desde entonces, ha sido restaurada, con instalaciones reformadas y una cocina nueva.
La división ha sido polémica porque suponía desdoblar el personal, mermado y cansado en tiempo de coronavirus, pero finalmente Felipe contará con apenas un puñado de asistentes en Wood Farm, puesto que no va a residir en la casa principal de Sandringham.
Sin embargo, a la pareja también se le presenta otro problema. Se ha pedido a unos 20 miembros de su personal que pasara la Navidad con ellos en Sandringham, aislados en una especie de burbuja real y sin contacto con sus familias durante cuatro semanas para evitar que la soberana se contagiara, pero al parecer no están de acuerdo con su decisión. De ocurrir ese pequeño conato de rebelión, la soberana pasaría las navidades en el castillo de Windsor por primera vez en 33 años. Con, o quizá sin, quien es su esposo desde hace casi 73 años.