José Luis Prada, el dueño del restaurante de El Bierzo donde lo mismo come el hombre más rico de España que un lugareño de la zona
Es, como el título de su biografía, “un ejemplar único y atemporal”. Charlamos con él sobre el encanto de la comida tradicional y sobre lo aprendido durante 45 años al frente de la marca Prada a Tope
José Luis Prada (Cacabelos, León, 79 años) tiene tantas anécdotas que contar que este año se ha publicado Prada a Tope, un ejemplar único y atemporal, una biografía de más de 1.000 páginas y dos tomos, que recoge con detalle todas las etapas de su vida. Restaurador, empresario, expolítico del Partido Popular, pero sobre todo apasionado de El Bierzo, regenta desde 2001 el Palacio de Canedo, un lugar que es mucho más que un restaurante. Rodeado de viñedos, con unas vistas abrumadoras y acompañado de una tienda, una sala de exposiciones, una fábrica de conservas y un pequeño hotel, el Palacio de Canedo es un buen lugar para quien busca tradición, respeto por la naturaleza y huye de la alta cocina para reencontrarse con la comida de su infancia. Un lugar que no se parece a ningún otro y que, como su fundador, es auténtico y no pretende engañar a nadie. Un templo donde lo mismo come el hombre más rico de España, Amancio Ortega, fundador del grupo Inditex, que un lugareño de la zona. Una apuesta segura cuando se busca vivir la experiencia, sobre todo si se visita en Navidad, donde un gran despliegue de luces y decoraciones recibe a los clientes, a los que Prada saluda mesa por mesa como si los conociera de toda la vida.
A lo largo de más de 45 años de carrera y gracias a su sello, Prada a Tope, ha construido una marca que logró tener franquicias de restaurantes y tiendas por toda España. Algunas de ellas todavía sobreviven. Pero, sobre todo, supo crear un universo único con el que ser el mejor embajador de la comarca de El Bierzo (León). Una vida, con capítulos casi increíbles, que vale la pena repasar.
Pregunta. ¿Tan intensa ha sido su vida que ha necesitado dos tomos para su biografía?
Respuesta. Uy, y se queda corto. Al final mi vida empieza desde la nada. Piensa que yo no estudié, me labré mi cultura leyendo mucho porque cuando venía alguien de fuera yo quería estar a la altura intelectual. Así que leí mucho a Delibes, a Platón, a Ortega y Gasset…
P. Y se metió en política… Fue alcalde de su pueblo, Cacabelos, en dos ocasiones. La última en el 99 por el Partido Popular.
R. Entré en política porque quería mucho a mi pueblo y pensé que con la fuerza que yo tenía podía cambiar las cosas. Pero a los cuatro años lo dejé porque me entregué mucho y tenía abandonado mi negocio.
P. En un capítulo de su biografía cuenta que estuvo en la cárcel siendo alcalde en 1981. Todo por defender un camino para su pueblo…
R. Estuve veintitantos días y, por supuesto, aprendí muchas cosas en la cárcel. Al principio algunos políticos me mandaban comida y yo les dije que no lo hicieran porque quería comer como todos los presos. Allí leí El Quijote, leí a Cela y limpié la celda tanto que brillaba y todo. Y lo mejor es que me movilicé y organicé para que arreglaran una canasta que estaba rota desde hacía mucho tiempo. Recopilé dinero entre todos los presos, pero al final la pagaron en la cárcel. Nos devolvieron el dinero porque les dio vergüenza lo dejadas que estaban las instalaciones. Cuando me liberaron me jodió porque me había puesto a limpiar también un corredor y no me gusta dejar ningún proyecto a medias. Cuando llegué al pueblo me recibieron entre aplausos, lágrimas, abrazos… Al final había defendido un camino que se usaba mucho en el pueblo y que un juez quería restituir a un americano. Mis paisanos me lo agradecieron con muchísimo cariño.
P. Usted fue un visionario del turismo rural cuando nadie hablaba de eso…
R. Yo detecté pronto que a quien venía a El Bierzo le gustaba lo auténtico, lo que era de verdad, lo que tenía raíz… Respetamos la arquitectura original tanto de La Moncloa (su anterior negocio, hoy en manos de su hija) como del Palacio de Canedo. Al principio servíamos algo tan sencillo como el caldo de mi madre y empanada. La gente volvía. Han pasado 40 años y seguimos siendo un referente porque nunca hemos dado la espalda a la historia que nos precedía.
P. En 2001, tras tres décadas trabajando en hostelería y comercio, inauguró Palacio de Canedo ¿Cómo resumiría lo que va a encontrar alguien que nunca ha estado aquí?
R. Lo primero que encuentra es el respeto hacia el entorno. Aquí hay un negocio dentro de un entorno sin prostituir. Lo más importante es nuestra filosofía: crear riqueza contando con los demás. Todo se debe complementar. Si creces tú, pero desgastando el entorno, ¿de qué serviría?… Este es también un lugar de una gran belleza donde encuentras historia, raíz y amor por las cosas. En cuanto a la comida, es un lugar de cocina sencilla. La alta cocina me parece muy bien, pero lo nuestro es la cocina tradicional. Hacemos la comida que hacían nuestras madres, nuestras abuelas, dentro de un paisaje de una belleza que casi llega al éxtasis. Eso le da un gran valor añadido a todo lo que hacemos.
P. ¿Es cierto que Amancio Ortega, el hombre más rico de España, venía al Palacio de Canedo?
R. Hace unos 10 o 12 años estuvo aquí con parte de su equipo, mientras trabajaban en un proyecto. El hombre más rico de España buscaba la autenticidad de Prada a Tope. Se alojó en el Palomar (una de las habitaciones del hotel) y de comer recuerdo que pidió purrusalda, porque es un plato que le hacía su madre. La gente quiere reencontrarse con las vivencias que tuvo cuando era niño. Es algo que siempre he tenido claro. Cuando pruebas un plato que te retrotrae a tu infancia funciona siempre muy bien. Mi apuesta siempre ha sido la sencillez y encontrarte con lo que has sido.
P. También mucha otra gente importante ha pasado por aquí…
R. Sí, políticos, los reyes eméritos… pero me he sentido tan satisfecho atendiendo ese tipo de clientes como a la gente mayor de los pueblos de la zona, a un chavalín de siete años que te pregunta cosas con curiosidad o a una pareja de Italia que te dice lo bonito que le parece este lugar. Nunca he buscado elitismo, busco llegar al trasfondo de la gente y que la gente cuando llegue aquí se entregue. Si la gente se entrega a la experiencia, yo soy feliz.
P. Usted fue pionero en hacer champán en El Bierzo.
R. La gente decía que estaba chalado. Los catalanes y los franceses sí podían, pero parecía que El Bierzo no era suficientemente sofisticado para hacerlo. Pero mira, se hizo. Eso sí, no es ni champán ni cava, es Xamprada, que es una cosa única y auténtica. Plantamos godello y chardonnay, fichamos un gran enólogo y lo sacamos adelante. Hay que probarlo porque es muy especial.
P. ¿Y qué futuro le ve al vino de El Bierzo?
R. Esta es una región privilegiada rodeada de montañas por todas partes. Tenemos un clima que no tiene la humedad de Galicia ni Asturias, pero que tampoco es clima continental de la Meseta. Aquí hay un microclima que le va perfecto al vino. En El Bierzo ahora mismo se elabora un vino de altísima calidad y su futuro es incalculable. Además, aquí ahora mismo con el vino no valen medias tintas. O se hace muy bien o no se hace.
P. El Palacio de Canedo en Navidad es casi como una pequeña cuidad de Papá Noel, con el árbol de botellas de Xamprada, toda la iluminación y la gran exposición de carruseles. ¿Por qué la Navidad se ha convertido en algo tan importante para el universo Prada a Tope?
R. En el año 74, cuando empecé con mi primer negocio, que era una tienda donde vendía ropa que no se podía encontrar en un comercio común, ya detecté lo feliz que le hacía a la gente el belén y la decoración y cómo toda esta atmósfera navideña creaba un punto de reunión. En Prada a Tope le ponemos mucha pasión a la Navidad. La gente se sorprende mucho cuando llega. Nos gusta ver a la gente feliz, ver a la gente entusiasmada es la mejor sensación… Es una sensación increíble. Al final yo soy el primero que disfruta como un niño.
P. Hablando de niños, en el año 1973 celebró su boda con su primera mujer y solo invitó a niños...
R. Fue la boda más espectacular del mundo y sin dinero. Invitamos a 1.000 chavales de mi pueblo y pueblos de alrededor. Yo tenía un problema en ese momento: me invitaban a muchísimas bodas porque ya tenía cierta fama y entonces pensé que si tenía que devolver la invitación a tanta gente no íbamos a entrar en ningún sitio y me iba a olvidar de algunos... Así que le dije a mi exmujer: “¿Y si la hacemos solo con niños?”. No hubo nadie mayor en mi boda. Nuestros padrinos tendrían 14 o 15 años. Yo ya tenía mi nombre, e invitando a todos esos chavales, conseguí muchos seguidores para siempre porque lo disfrutaron mucho y se sintieron importantes. La comida fue muy sencilla: Coca Cola, patatas fritas, aceitunas, chocolate... Hubo hasta una crónica en La Vanguardia. Todo el mundo habló de la boda. Esos chavales que ahora tienen 60 años te hablan de ese día como algo muy especial que vivieron. Esa boda no se hizo antes ni se hará después. Fue muy fuera de lo convencional. Así lo hago todo.