La generosidad de las empresas se mide en la cesta de Navidad
Para muchas personas, estos obsequios son un termómetro que puede ocasionar una crisis de reputación en un tiempo en el que el marketing de los empleados es valorado por las compañías
España está estos días dividida en dos: quienes reciben cesta y quienes no reciben cesta. Entre aquellos a los que no les caben en la despensa los turrones y los vinos regalados y quienes abrazan el vacío para mostrar la ‘generosidad’ de sus empresas, hasta el punto de ocasionar crisis de reputación en algunas organizaciones.
El cisma no es menor. Según cálculos de Antonio Gea, director general de la empresa especializada Sadival, que lleva más de 40 años repartiendo lotes navideños, “hoy en España se entregan al año 11 millones de cestas de Navidad. El 60% de los empleados las recibe”. Esto deja sin mazapanes al 40% de los trabajadores, muchos de los cuales no dudan en manifestar su descontento en las redes sociales. No en vano, desde que se instaló a finales del siglo XIX en el sector público y a mediados del XX en el privado, la cesta de Navidad no ha dejado de ser un elemento cultural —no siempre bienvenido—, un termómetro de la economía y hasta un símbolo de lucha por los derechos de los trabajadores.
¿Por qué entregamos cestas de Navidad?
Un paseo por la hemeroteca da cuenta de ello. La primera referencia que encontramos es de 1848 en el periódico La España, donde el aguinaldo se convierte en noticia: “La infanta doña Luis Fernanda y su augusto esposo mandaron entregar como aguinaldo el día de Navidad el importe de un jornal a cada uno de los muchos trabajadores empleados en diversas obras que a su costa se han emprendido en aquella capital [Sevilla]”. En las publicaciones de aquellos años se relataba el origen del aguinaldo bien como una costumbre romana —la ‘sportula’ que los patronos entregaban a sus protegidos por la fiesta de Saturnales—, bien como algo que viene del francés a-gui-l’an-neuf, un ritual que los druidas hacían por estas fechas con muérdago y otras hierbas; o una tradición que proviene de la voz arábiga guininaldo, que significa regalar en el día de natalicio.
Origen aparte, hasta la Guerra Civil, alguaciles, guardias, serenos, barrenderos y otros oficios tenían permiso para solicitar a los vecinos un aguinaldo por Navidad, que serviría para pagar los dulces y el vino de las fiestas. La Biblioteca Nacional tiene una colección de tarjetas de felicitaciones, en las que estos trabajadores deseaban felices fiestas a sus vecinos y desplegaban imágenes de pavos y cestas de mimbre con productos, casi a modo de carta a los Reyes. Los más afortunados podían recibir de los ciudadanos ilustres capones y vinos. Cuando no se enviaban entre las familias adineradas como felicitación de Navidad, las cestas completas, con frutas, dulces, vino y un pavo o un capón, eran el premio que distintos comercios rifaban para recaudar fondos para distintas causas. Los archivos fotográficos recogen imágenes de algunas de estas grandiosas cestas que iban acompañadas de un pavo y un cordero vivos.
Tras la Guerra Civil, Franco creó la Junta de la Campaña de Navidad que recaudaba dinero de instituciones y particulares para el llamado “Aguinaldo del Soldado”, que se enviaba a los distintos frentes de batalla. El Diario de Cádiz lo describe así: “En total han sido ochocientas toneladas de víveres las enviadas a nuestros soldados. Cada cajita que han recibido contenía una botella de cognac, galletas, embutidos, queso, turrón, un bote de leche condensada, tabaco y papel de fumar. En la tapa figuraba una bandera de España, el retrato de Franco y la siguiente leyenda ‘Aguinaldo del soldado. La retaguardia está contigo. Saludo a Franco. Viva España. Arriba España’. La suma total del aguinaldo del soldado ha pasado de los nueve millones de pesetas”.
De aquella caja de víveres estos lotes. A mediados del siglo XX, aquellos regalos con productos navideños comenzaron a instalarse entre los funcionarios de distintas instituciones y los empleados de algunas empresas privadas. La memoria de Antonio Gea no llega tan atrás, pero sí alcanza a los años ochenta. “Aquellas cestas dejaban mucho que desear”, cuenta, ya que “los distribuidores metían productos cortos de fecha o las usaban para dar salida sin ningún criterio a lo que tenían en el almacén”. Y muchas empresas la habían sustituido por una paga extra, según contaba el jurista Calos Molero Manglano en su manual Derecho Laboral de 1980.
El ‘índice’ de la cesta de Navidad
“A finales de los noventa aquello cambió”, recuerda Gea. Las cestas recobraron su esplendor de la mano de una nueva burbuja económica. “Todo era poco. El jamón tenía que ser ibérico de bellota, los vinos, de la mejor bodega… Todos querían tener el lote más abundante. Hasta que llegó la crisis”.
Del mismo modo que hay quienes miden el pulso de la economía por la venta de barras de labios, la salud de la economía española podría diagnosticarse con la abundancia o escasez de las cestas de Navidad. Por más que el marketing positivo revista de modernidad a las organizaciones que no han adoptado esta tradición tan carpetovetónica, la cesta de Navidad está metida en el tuétano de los españoles hasta el punto de pelearla como derecho en los tribunales, cuando alguna compañía ha decidido eliminar este gasto de sus cuentas.
En 2018, los empleados de la Casa de Moneda y Timbre llevaban la cesta de Navidad hasta la Audiencia Nacional para defenderla como derecho adquirido tras 40 años recibiéndola. Y un año más tarde, los trabajadores de Fujitsu Technologies en España ganaban una querella en el Tribunal Supremo, que obligaba a la empresa a restituir la cesta de la Navidad de 2016. También los empleados del grupo Atos vieron reconocido su derecho en una sentencia del año 2018.
Estos tres veredictos han sentado jurisprudencia y la cesta se ha convertido en un derecho adquirido y de obligado cumplimiento por parte de las empresas cuando se dan dos requisitos: en primer lugar, que se vengan entregando de forma continuada y prolongada en el tiempo; en segundo lugar, que se trate de una entrega voluntaria por parte de la empresa. Pero también cuando es fruto de un acuerdo firmado en convenio colectivo.
Empresas como Inditex, cuyo inmenso lote navideño valorado en más de 200 euros se hace viral todos los diciembres, no pueden, según la interpretación de los jueces, despegarse ya de la tradición, por costosa que sea (para la última empresa sentenciada el regalo suponía más de 80.000 euros anuales), y sin importar que la sociedad declare pérdida.
¿Cuáles son las más generosas? El sector farmacéutico es conocido por ser especialmente espléndido, confiesan los expertos. Frente a los laboratorios, se encuentran las startups y empresas de reciente creación, que abogan por paquetes de beneficios sociales para sus empleados y descartan materializarlos en un lote.
El concepto de cesta de Navidad se ha flexibilizado, destacan desde Vivofácil, compañía que presta servicios para los empleados de cientos de empresas en España: “Algunas abonan el importe del detalle navideño o dan una tarjeta-regalo en lugar de entregar una cesta física; otras lo someten a votación de sus empleados, y otras donan el importe a diferentes ONG o fundaciones elegidas por la plantilla”, explican desde su departamento de Comunicación.
No es un jamón, es una experiencia gastronómica
Para quienes siguen recibiendo cesta, atrás quedaron el pavo y el cordero y también ya la pata de jamón con cosas. No porque este año la paleta blanca se haya encarecido “un 40%”, según relata Gea, así como el precio del aceite de oliva virgen extra ha subido hasta un 80% en algunos casos, lo que hace que los dos se hayan convertido en productos de lujo estas navidades y que los distribuidores hayan tenido que buscar alternativas. “Nosotros hemos asumido un impacto de entre el 3% y el 5% en nuestro margen comercial”, detalla Gea. “Entendemos a los proveedores como socios y que cuando vienen con un precio es el que pueden ofrecer”. Además, los productores de alta gama han encontrado en esta coyuntura una ventaja competitiva. Por ejemplo, los de AOVE más exclusivos: “Tenemos la capacidad de no salir al mercado a comprar la materia prima, pues utilizamos nuestras propias aceitunas y almazaras”, explica Francisco Vañó, presidente de la asociación Grandes Pagos de Olivar, que reúne a pequeños productores gourmet de aceite de oliva en España. “Si comparamos el incremento de nuestros precios con el de otros aceites del mercado, la diferencia ha sido mucho menor”.
El aceite de oliva virgen extra es uno de los productos que cada vez ocupa más espacio en los lotes navideños, según explica un portavoz de El Corte Inglés, uno de los mayores vendedores de este tipo obsequio navideño. También apuntan otra tendencia: a falta de pata de jamón, las empresas incluyen algún sobre con este loncheado de cerdo. O el guiño a los productos sostenibles y de comercio justo, al auge de los panettones —la OCU ha elegido como los dos mejores en la categoría de supermercado a los elaborados por el citado grupo de distribución—, y de las cestas de frutas. “Además de los dulces navideños que siguen siendo los grandes protagonistas”, señalan desde la compañía.
Con todo, este no es año de cestas flacas. Los lotes navideños son más sofisticados e inclusivos. Cestas para musulmanes que incluyen más de 15 productos halal y sin alcohol. Cestas vegetarianas, veganas, para celíacos… “Tenemos más de 3.000 referencias especializadas”, cuenta el director de Sadival. El catálogo es interminable: “Hay empresas que quieren que sus cestas tengan muchos productos y otras que tengan menos pero más especiales”, concluye.
“Este tipo de regalos reúnen cada vez más productos exclusivos y únicos”, explica María Castro, directora de comunicación de Caviar Riofrío y Cinco Jotas. Pese al incremento del mercado internacional (cada vez se exporta más a países europeos, americanos y asiáticos), sus productos hacen el 60% de la facturación anual en la campaña navideña. Ya no vale con regalar un jamón por exquisito que sea. Los regalos gastro navideños buscan la excelencia creativa: “Experiencias gastronómicas, maridajes con productos de alta gama, colaboraciones con diseñadores para resaltar el trabajo artesano…”. Así, esta Navidad han lanzado una colección de seis piezas vestidas por los diseñadores Oteiza.
El valor de lo artesano se encuentra también en las bolsas de Navidad de Petra Mora, donde se pueden encontrar productos como el salmón ahumado precortado con la técnica utilizada para el sashimi japonés Hira-zukuri, un caviar de erizo de la costa gallega o la auténtica focaccia clásica italiana. La Real Fábrica propone el pack España en lata con ultramarinos gourmet y el consabido aceite de oliva. Y hasta la librería madrileña Tipos Infames sortea como cada año dos cestas de Navidad que incluyen nueve libros de Anagrama y dos de poesía de Bella Varsovia, junto con cuatro vinos de AV Vinos.
Desde Sadival, que es como la aldea de Navidad de las cestas, Antonio Gea asegura que de allí saldrán como cada diciembre 65.000 repartidores puerta a puerta y centenares de tráilers cargados con lotes para repartir más de medio millón de ellos en tan solo un mes. Como escribía un redactor de El Globo en 1875: “El sereno de mi barrio dice que no sabe de dónde viene el aguinaldo ni le importa; pero pudiera decir a dónde va”.