Muere Xavier Gramona, uno de los grandes señores ‘rebeldes’ del cava
Uno de los bodegueros de referencia, que en 2018 protagonizó, junto a ocho destacadas bodegas, uno de los mayores cismas vinícolas en España
Su nombre forma parte de la historia del vino en España. Xavier Gramona falleció este viernes, a los 63 años, tras sufrir una tremenda caída en su bodega, ubicada en Sant Sadurní d’Anoia, que derivó en varias complicaciones cardiovasculares. Pertenecía a una estirpe de bodegueros —formaba parte de la quinta generación de Gramona, cuyo origen se remonta a 1881—, condición que llevaba en el ADN. Vendedor nato, no había feria del vino ni celebración de envergadura en la que no estuviera presente. El mejor embajador.
La historia de una de las casas de cava más reconocidas de España no se entiende sin la figura de Xavier Gramona. Era la cara visible de una bodega en la que era vicepresidente y trabajaba mano a mano con su primo Jaume Gramona, presidente y director técnico, y sus hijos, Roc (hijo de Jaume) y Leonard Gramona. Previsores, llevaban años cediendo el testigo, como era seña de identidad de la casa, de manera pausada, a la nueva generación. Gran conversador, le gustaba contar con todo lujo de detalles la historia de su familia, del sacrificio y de lo que costaba sacar adelante, sobre todo en momentos de presión y de incertidumbre política y social, un vino espumoso, ligado a Cataluña. Por eso, su obsesión era elevarlo a los altares: hacer del cava un producto que traspasara fronteras, que fuera internacional. Contaba con algo a su favor: el valor añadido del producto.
En este sentido, ha habido unanimidad: Gramona es considerado un cava excelente, y podía mirarle a la cara, de frente, al mismísimo champán —presumía de utilizar en sus elaboraciones el método tradicional o champenoise, esto es, vinos de larga crianza que fermentan por segunda vez en la botella, con el fin de conseguir elegancia, frescura, untuosidad y complejidad—. Era algo que también hacía Xavier Gramona, mirar a los ojos. Incluso The New York Times habló de ellos como un antes y un después en el mundo del cava, y Wine & Spirits les nombró embajadores del cava español.
Convencido de la calidad de lo que hacía, fue uno de los protagonistas de la gran ruptura del cava. En abril de 2018, nueve bodegas de relevancia, con Gramona a la cabeza —Llopart, Torelló, Nadal, Recaredo, Sabaté i Coca, Can Feixes, Júlia Bernet y Mas Candí— decidieron abandonar la DO Cava y crear el sello Corpinnat. Desde la marca colectiva lamentaron la pérdida del fundador y primer presidente de esta asociación, del que alabaron “los valores de aprecio por el campesinado y el territorio que siempre defendió con convicción y firmeza, y que son hoy uno de los principales pilares de nuestra organización y el mejor legado que nos podía dejar”.
Se les tildó de rebeldes. A Xavier Gramona esto no le importaba. Estaba seguro de los intereses que defendía, una marca colectiva de la Unión Europea nacida con la voluntad de distinguir los grandes vinos espumosos elaborados en el corazón del Penedès, a partir de la uva 100% ecológica recolectada a mano y vinificada íntegramente en la propiedad. Su decisión no cayó en saco roto, ya que el Consejo Regulador del Cava decidió, dos años más tarde, aprobar una nueva clasificación de vinos en función de su origen y del proceso de elaboración. Se trataba de un primer paso para la reunificación de todas las bodegas bajo un mismo paraguas, algo que hasta ahora no se ha producido.
Javier Gramona siempre fue a contracorriente. “Era una persona increíble en lo profesional y en lo personal”, aseguraba María del Yerro, copropietaria de las Bodegas Alonso del Yerro y presidenta de Grandes Pagos de España, nada más conocer la noticia de su fallecimiento. Cuando tenía 18 años se marchó de casa, por diferencias con su padre. Eran los años sesenta y la bodega apostaba todavía por el producto y el mercado local. Licenciado en Empresariales por ESADE, estudió en Francia y Londres, y rompió con la familia. Trabajó en banca, sector que no le disgustaba en aquella época, hasta que un compañero alemán le comentó que estaba leyendo una novela donde aparecía la empresa de su familia. El escrito al que se refería era una novela policiaca de la serie de Pepe Carvalho, de Manuel Vázquez Montalbán, en la que el detective bebía Gramona.
En ese momento se dio cuenta de que la bodega era una gran marca. Regresó a casa, comenzó desde abajo y trabajó junto a su padre, Bartomeu Gramona, que falleció hace unos años, su tío Josep Lluís Gramona, y su primo. Se incorporó al consejo familiar en 1987 y a la gestión en 1995. Se ocupó de modernizar la bodega y de sacarla al mercado internacional. No entendía de fronteras. De la misma manera que apoyaba el Barcelona World Race, el centro marítimo de la Ciudad Condal, respaldaba la candidatura olímpica de Madrid 2016. Otra de sus grandes pasiones era el arte, afición heredada de su madre, Núria Sande. Y su sueño era que sus descendientes trabajaran en la bodega. Un deseo que ha visto cumplido.