La agonía económica mundial del cambio climático
El aumento de las temperaturas acentuará la reducción del PIB global y pondrá contra las cuerdas a gobiernos y empresas
El cambio climático sigue poniendo en jaque a la economía mundial. Los temblores, tsunamis, ciclones tropicales, inundaciones, incendios forestales, el calor extremo, las sequías y nevadas al límite están dejando una factura difícil de solventar. En la década pasada (2010-2019), el calentamiento de la Tierra causó desastres naturales con daños y pérdidas que alcanzaron los tres billones de dólares (2,46 billones de euros, al tipo de cambio actual), tres veces más que los 10 años previos, según un análisis de la aseguradora británica Aon Corporation. ...
El cambio climático sigue poniendo en jaque a la economía mundial. Los temblores, tsunamis, ciclones tropicales, inundaciones, incendios forestales, el calor extremo, las sequías y nevadas al límite están dejando una factura difícil de solventar. En la década pasada (2010-2019), el calentamiento de la Tierra causó desastres naturales con daños y pérdidas que alcanzaron los tres billones de dólares (2,46 billones de euros, al tipo de cambio actual), tres veces más que los 10 años previos, según un análisis de la aseguradora británica Aon Corporation. El riesgo es que la cifra siga en ascenso. Si no se hace frente a la crisis medioambiental, las temperaturas globales aumentarán en más de 3º C y el Producto Interior Bruto (PIB) mundial perderá un 18% en los próximos 30 años, reza un análisis de Swiss Re. Para España, la caída del PIB será de hasta el 9,7%.
Lo que el cambio climático nos tiene preparado no se comparará con la Gran Recesión (cuando el PIB mundial se desplomó un 1,6%) o la Gran Depresión (cuando la riqueza del mundo cayó aproximadamente un 10%). Ni siquiera tendrá parangón con esta crisis, provocada por la covid-19, que redujo la economía un 3,3%, según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). “Cada día que pasa sin que actuemos, los costes se acumulan, y las cifras se multiplican con rapidez”, afirma David Wallace-Wells, autor de El planeta inhóspito: la vida después del calentamiento. Tan solo el año pasado ―uno de los tres años más cálidos desde que se vienen haciendo mediciones (mitad del siglo XIX)―, el planeta sufrió 980 catástrofes naturales que causaron pérdidas por 210.000 millones de dólares (unos 172.000 millones de euros), según la aseguradora alemana Munich Re. Como punto de comparación, solo en 1980 se registraron 249 eventos.
La presión, sin embargo, no será la misma para todos los países. Las economías avanzadas del hemisferio norte son las menos vulnerables, mientras que las del sur (donde están algunos de los países más cálidos del mundo) serán las que sufrirán más. Si se cumple el pronóstico más dramático y el mundo no logra evitar el aumento de las temperaturas hacia 2050, Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido tendrán una pérdida de alrededor del 10% en su PIB. Europa sufriría algo más (11%), mientras que economías como Finlandia o Suiza están menos expuestas (6%) que, por ejemplo, Francia o Grecia (13%). Por su parte, China se dejará casi una cuarta parte de su PIB (24%) a mediados de siglo, explica Swiss Re.
Pero en Malasia, Tailandia o Filipinas, por ejemplo, la caída del PIB será entre un 33% y un 36% para 2048, según la aseguradora suiza. Solomon Hsiang, economista en la Universidad de California, Berkeley, comenta que hoy más que nunca el clima es uno de los activos económicos más importantes para un país. Administrarlo con seriedad y claridad ayudará a salvar millones de dólares, pero sobre todo vidas, advierte. La consultora británica Oxford Economics señala que el nivel del PIB de 2050 en los países en desarrollo como Brasil, Pakistán, Nigeria o Singapur será entre un 7% y un 12% más bajo que en un escenario en el que las temperaturas se mantienen planas. La investigación de Oxford Economics sugiere que para 2050 el mundo superará los 2° C de calentamiento a menos que se realicen grandes esfuerzos de mitigación. Este aumento de temperatura tendrá el mayor impacto, tanto económico como humanitario, en los países más cálidos, muchos de los cuales albergan grandes poblaciones, dice la firma de análisis.
Pero no hace falta esperar al futuro para ver los efectos. En África occidental, los rendimientos de los cultivos de algunos productos (como el mijo o el sorgo) fueron un 20% más bajos entre 2000 y 2009 que en comparación con un escenario sin aumento de las temperaturas, de acuerdo con un estudio de 2019, publicado en la revista científica Nature. Y a medida que las altas temperaturas y el clima extremo debilitan el avance del planeta, las infraestructuras de los países, el transporte mundial y las cadenas sufren también las consecuencias. Por ejemplo, el Canal de Panamá, una importante ruta de transporte marítimo internacional por la que pasa aproximadamente el 5% del comercio mundial, tuvo que imponer límites de calado a los buques en 2019 debido a los bajos niveles de agua causados por las sequías. En Alemania, en 2018, los bajos niveles de agua provocaron un cierre temporal del río Rin, esencial para el comercio europeo. “Si los centros de distribución clave se inundan, los trabajadores no pueden llegar a la planta y los productos pueden retrasarse o incluso destruirse. Los resultados de estos eventos climáticos incluyen retrasos en la cadena de suministro, interrupciones en las entregas y mayores costos de flete”, dicen los expertos de la consultora Kearney.
Sectores como el turístico también sienten el embate. “Las regiones cálidas se volverán menos atractivas debido al calor intenso y la erosión de las playas, mientras que las regiones frías serán más atractivas como destinos”, dice Swiss Re. Esto tendrá implicaciones distributivas en las exportaciones de los países (como España) dependientes de esta industria. “El cambio climático tiene un coste”, dice Nancy McLernon de Global Business Alliance. No solo para las empresas privadas, sino también para los Gobiernos que prestan servicios públicos y que a menudo se ven afectados de forma desproporcionada por las altas temperaturas. La propagación de la covid-19 demuestra que la preparación anticipada para las crisis es crucial para minimizar el impacto de un desastre, afirma Kearney.
Un estudio del Banco Mundial encontró que la demanda de electricidad en México aumenta en un 3,2% por cada día que la temperatura excede los 32°C como resultado del mayor uso de aire acondicionado. En Australia en 2019, las temperaturas que alcanzaron los 50°C sobrecargaron la red eléctrica del país, lo que provocó cortes de energía de varias horas a medida que la demanda de aire acondicionado se disparó. Qatar, uno de los países más cálidos del planeta, requerirá más del doble de la infraestructura de refrigeración que tiene actualmente en los próximos 10 años. “Debemos actuar ahora para mitigar los riesgos”, afirma Thierry Léger, director y presidente del Swiss Re Institute. “La naturaleza y los ecosistemas brindan enormes beneficios económicos, pero están bajo una intensa amenaza”.
El poder del dinero
Los inversores son conscientes de cómo el cambio climático es un riesgo para el avance de las empresas. La consultora Kearney afirma (según su Índice de confianza de la Inversión Extranjera Directa de 2020) que el 77% de estos toma en consideración los problemas climáticos como parte importante en sus decisiones de inversión, y alrededor del 60% anticipa pérdidas financieras por el cambio climático en los próximos tres años. El 76% de los inversores en la industria de la construcción expresan preocupación por las temperaturas extremas, probablemente porque podrían resultar particularmente perjudiciales para sus operaciones. Y aunque solo el 22% de los inversionistas en la construcción considera que las inundaciones son una gran preocupación, la gran mayoría de en el transporte (el 69%) dice que es un riesgo el aumento de las temperaturas, probablemente porque las inundaciones pueden interrumpir directamente los viajes. Aunado a ello, los inversores están surgiendo índices de fondos cotizados en bolsa (ETF) para medir el perfil climático de una empresa. “La conciencia del riesgo climático en la cartera [de un inversor] es algo que todo el mundo está pidiendo, desde los bancos centrales hasta los reguladores”, dice Sarah Ladislaw, directora y miembro senior del programa de seguridad energética y cambio climático en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. “Por lo tanto, habrá mucho énfasis en que el cambio climático continúe entre los inversores”.