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Libros de jardinería, una génesis de belleza en sí misma

Guías de plantas, publicaciones de etnobotánica, títulos para transformar espacios concretos... La literatura jardinera tiene tantas categorías como flores tiene un vergel, cada una con su propia personalidad

Para una persona amante de la botánica, las hojas de las plantas de su jardín particular suelen tener continuidad en las hojas de los libros de su biblioteca. Hay pocas publicaciones más bellas que las dedicadas a las plantas, en las que las ilustraciones y las fotografías sumergen a quien las lee en un edén de formas y colores. La literatura jardinera es una génesis de belleza en sí misma, y tiene tantas categorías internas como flores tiene un jardín, cada una con su propia personalidad.

Algunos de estos libros de partida para quien se inicia en el seductor mundo jardinero son las guías de plantas. El ser humano se precia de catalogar a todos los seres vivos que le rodean, y ello cristaliza en ediciones que enumeran las familias y géneros de las plantas cultivadas. En estas bibliotecas jardineras no es raro encontrar también volúmenes con plantas silvestres de regiones o de países, ya que muchas de ellas crecen en los vergeles, como las cimbalarias (Cymbalaria muralis) o las ortigas (Urtica spp.), sin que nadie jamás las haya sembrado. Cuando se realiza un viaje es probable que se sienta curiosidad por saber qué árboles pueblan aquel país, y se adquiera alguna lectura para preparar mejor el itinerario botánico por ese territorio. En numerosas ocasiones, estas guías suelen estar realizadas por amantes de la botánica habitantes del lugar, que rinden así tributo a sus orígenes o a su comarca de adopción y de esta forma enriquecen su conocimiento.

Ligado a este tipo de libros que recopilan las especies vegetales de algún territorio hay una categoría muy bella e hipnótica: las publicaciones que hablan de la etnobotánica. Este conocimiento de los usos tradicionales que se les da a las compañeras vegetales del ser humano es una fuente de gozo y de conexión con la naturaleza, un conocimiento en riesgo de extinción cuando las personas que los aplican desaparecen. Por eso debiera ser un motivo de estudio, también en las escuelas, para perpetuar una memoria botánica que ha llevado siglos perfeccionar. Saber con qué plantas se tejen unas alpargatas, con cuáles se pueden aliviar las heridas de los caminantes o la picadura de un insecto… eso es más útil y verdadero que tener la última versión de alguna aplicación ramplona que roba el tiempo a sus usuarios.

Quizás el grueso de una biblioteca de jardinería lo ocupen los libros que agrupan las plantas de jardín. Unas veces serán genéricos, con un repaso alfabético que reúne por igual las especies de arbustos con las de interior, tomos normalmente grandes que intentan condensar una gran parte de las plantas habituales —y otras no tanto— que se pueden cultivar en un vergel. Desde la abelia (Abelia spp.) hasta la zinia (Zinnia spp.), género tras género desfila por estas páginas, que se convierten en un muestrario de plantas que incita a cuidar más y más ejemplares, hasta que en la persona lectora y jardinera surja el eterno problema: “¿Dónde podría poner esta planta? ¡Ya no tengo más espacio!”. Con breves apuntes sobre cómo cultivar cada uno de estos géneros, la información que suelen tener estos libros es básica, con poco más que la insolación correcta o la necesidad de agua o de temperatura mínima que resistirán.

Cuando se siente auténtica devoción por algún gran grupo de plantas o algún género concreto, el cultivador de jardines se hará con volúmenes específicos que traten de ellos: arces japoneses, plantas carnívoras, cactus y otras plantas suculentas, tilandsias… Títulos en los que los autores profundizan sin recato en sus distintas especies y en los cuidados de primor que han de recibir para estar sanas. Si la pasión continúa, es muy posible que se sortee la barrera idiomática y la persona en cuestión se lance a comprar obras escritas en otras lenguas —especialmente inglesas—, en las que la jardinería se ha mostrado históricamente más prolífica que en el idioma español.

¿Y qué decir de aquellas publicaciones para ajardinar espacios concretos? Algunos ejemplos frecuentes son los manuales para enverdecer el entorno, con títulos que ayudan a ajardinar lugares en sombra, patios y terrazas o jardines sin casi riego. No siempre serán libros a los que haya que hacer caso en todo momento, cuando se traten de libros pensados y escritos en otras regiones con clima distinto a aquel en el que se viva, como ocurre de igual forma con los libros anteriormente expuestos. En esta literatura traducida del Reino Unido o de Alemania, por poner un par de ejemplos, se ha de tener en cuenta que su climatología habrá de adaptarse a la de Toledo. Y si se dice que aquella planta concreta resiste a las mil maravillas el verano, quizás en el cigarral toledano sus flores se asuren, se chamusquen, cuando soplen los vientos agostizos, cálidos y secos.

Una de las experiencias más gratificantes en las lecturas jardineras es la de dejarse llevar por las vivencias de otras personas que han creado jardines y lo cuentan negro sobre blanco. Hay una infinidad de títulos de amantes de las plantas que se lían la manta a la cabeza, azada en mano, y plantan, trasplantan y replantan arbustos y mil hierbas, hasta crear lo que para ellos es su concepto de jardín. Suelen ser libros inspiradores, que incitan al lector a seguir sus pasos, no ya para realizar una obra similar, sino para contagiarles la pasión por vivir la emoción de transformar un lugar yermo o baldío en un rincón donde se condense el misterio del universo a la sombra de las flores. Una tónica general de estos títulos es la de que en ellos se transita por todos los estados posibles de la persona paisajista: las dificultades iniciales, los pequeños éxitos, los grandes fracasos o la mesura final de la obra “terminada” —ya que un jardín nunca se da por concluido—. Como regla general, también se observa en estos ensayos cómo la persona ha tenido que plegarse al entorno, y que con la observación atenta de la naturaleza circundante ha creado algo bello de su mano, no en su contra.

Hay muchos más modelos de libros jardineros para disfrutar, pero se pueden explorar más adelante, después de una pausa en algún banco del jardín o de una sillita en la terraza, rodeado de las plantas, lugares perfectos para deleitarse con el hojeo entre hojas.

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