El bosque-jardín de la Fonte Baxa, el deseo de un marqués a orillas del Cantábrico
Unos 4.000 ejemplares de camelias y más de 5.000 hortensias, además de árboles menos habituales como secuoyas, dragos y ginkos, se despliegan en este vergel de 30 hectáreas en el municipio asturiano de Luarca
Alguien llega un día paseando a un valle. Lo observa desde arriba, antes de internarse en él. Al recorrerlo, se imagina convertirlo en un paraíso, en un jardín en el que cultivar sus plantas favoritas. Quizás este no sea el comienzo del bosque-jardín de la Fonte Baxa, en Luarca (Asturias), pero así se podría imaginar el primer encuentro de una persona cualquiera con un lugar en el que dejará su impronta jardinera para generaciones posteriores. Aquí, en este inmenso jardín, la persona que ori...
Alguien llega un día paseando a un valle. Lo observa desde arriba, antes de internarse en él. Al recorrerlo, se imagina convertirlo en un paraíso, en un jardín en el que cultivar sus plantas favoritas. Quizás este no sea el comienzo del bosque-jardín de la Fonte Baxa, en Luarca (Asturias), pero así se podría imaginar el primer encuentro de una persona cualquiera con un lugar en el que dejará su impronta jardinera para generaciones posteriores. Aquí, en este inmenso jardín, la persona que originó todo es José Javier Rivera Larraya, quinto marqués de San Nicolás de Noras, uno de los fundadores de la empresa Panrico. “Su familia venía desde Madrid a veranear aquí en Luarca. Por aquel entonces, el marqués pensó que merecería la pena comprarse una parcela, construir una casita dentro, y, alrededor de ella, crear un jardincito. Pero algo ocurrió”. Quien relata con pasión los comienzos de la Fonte Baxa es Nike García, jardinero y guía de jardines centrado en la divulgación botánica a través de su proyecto Nosolojardines.
Lo que ocurrió es que Rivera Larraya continuó adquiriendo terreno alrededor de la casa, hasta conformar una inmensa parcela de 20 hectáreas en un pequeño valle, 10 de las cuales están ajardinadas, gracias a la labor paisajista de Rafael Ovalle y de Laura Rodríguez. “Un detalle más interesante todavía es que no han pasado más de 30 años desde que José Javier Rivera comenzó con su sueño de ajardinar el entorno de su casa, la razón por la que este sitio dejó de ser pasto para el ganado para convertirse en un auténtico vergel de diversidad botánica”, detalla García. Hace tres años, el Ayuntamiento de Luarca llegó a un acuerdo de alquiler con su creador para abrirlo al público.
Cuando se llega a la Fonte Baxa, término que el jardín recibe de la fuente comunal que abastecía de agua potable a los caserones de la parte alta del valle, se siente el frescor de los arbustos y de los árboles que crecen en abundancia allí. Ante sí, se tienen veredas pobladas de pequeños helechos, de violetas (Viola spp.), de hiedra terrestre (Glechoma hederacea) y de una multitud de otras plantas herbáceas que hacen de cama a las arbustivas más grandes. Las largas alineaciones de arbustos de camelias (Camellia japonica), que también aparecen desperdigadas por cualquier hueco, es una de las señas de identidad de este bosque-jardín. Aunque ahora no estén en floración —cuyo cenit se alcanza en febrero—, la belleza de su luz reflejada en sus brillantes hojas ilumina los senderos, donde los musgos campan a sus anchas.
La humedad es evidente, y es algo que agradece otra de las especies de arbustos más abundantes aquí: las hortensias (Hydrangea macrophylla). Incluso en un mes de octubre, todavía muestran sus repolludas inflorescencias rosadas y azuladas, que conviven con las que aparecieron primero, que ya se apagan con los tonos amarronados más propios del otoño; atrás quedó su explosión de color en el verano. Si de camelias hay en este jardín unos 4.000 ejemplares, las hortensias las superan, con más de 5.000 pies de esta planta venida de Asia, origen compartido por ambas. Otros arbustos que se encuentran son las azaleas y rododendros (Rhododendron spp.), junto a bambú sagrado (Nandina domestica), por ejemplo, y acebos (Ilex aquifolium) que van adquiriendo un porte considerable.
Nike García desgrana los detalles del jardín con destreza, con sabiduría y con inmensas ganas de que le siga sorprendiendo cada semana que pasa. Al mostrar los misterios de la Fonte Baxa a los visitantes, este guía y divulgador no está solo nunca, porque le acompañan, además de aves de todo tipo, las esculturas que salpican aquí y allá todo tipo de rincones, desde plazuelas hasta recodos, pasando por las escaleras. “El marqués es un anticuario y colaboraba con una casa de subastas. Por eso encontramos todas estas esculturas”, puntualiza. La piedra y el mármol de animales y demás personajes tallados son parte indispensable del lugar. Especialmente los leones de variadas tipologías se enseñorean bajo la copa de los árboles, como si protegieran el bosque-jardín, a veces con sus fauces abiertas, otras con la boca cerrada.
En el capítulo arbóreo, dominan distintas especies, como las magnolias (Magnolia grandiflora), el liquidámbar (Liquidambar styraciflua) o los abedules (Betula spp.). Pero entre todos, destacan las sombras de otros menos habituales, como las secuoyas (Sequoiadendron giganteum / Sequoia sempervirens), los ginkgos (Ginkgo biloba) o el drago (Dracaena draco), especies que parecen sacadas de otros periodos lejanos, con una mención especial a un joven kauri (Agathis australis), “probablemente, el único de toda Asturias”, comenta García. Otras plantas arbóreas, como las palmeras, están bien representadas, al igual que las kentias (Howea forsteriana), butias (Butia capitata) o las washingtonias (Washingtonia robusta).
Con tan solo esa treintena de años a cuestas, Fonte Baxa está en pleno crecimiento, al ser un jardín bisoño donde todavía se puede apreciar la inercia de su juventud y del cambio de gestión del lugar. Es un sitio ideal para deambular y sentir la lucha entre la vegetación domada y la salvaje, para ascender por una de sus laderas para, a continuación, desear descender para subir por la ladera opuesta. Como en un espejo que devolviera un reflejo distinto, sus dos caras tienen un carácter muy diferente, ya que una ladera es soleada y la otra tiende a la umbría. Por eso, en esta última campan a sus anchas los helechos arborescentes (Dicksonia antarctica) que brotan —aún pequeños— por todos lados, con la promesa de convertir este dulce valle en un rincón prehistórico a poco que se les deje prosperar.
En el encuentro de las dos laderas, en su parte baja, las hojazas de las orejas de elefante (Alocasia macrorrhizos) y del taro (Colocasia esculenta) adornan el pequeño valle, al que sobrevuelan dos puentes pintados de azul, “una forma de meter en el jardín el mar que linda con la Fonte Baxa”, destaca Nike García. Ese mar no anda lejos y se puede disfrutar desde uno de los miradores con vistas a la bella Luarca. Allí también está su cementerio, que recibe la brisa marina y que acoge los restos de su vecino más universal, el científico y premio Nobel Severo Ochoa.
Por sus senderos, que suben y bajan cada uno con una personalidad distinta, el bosque-jardín de la Fonte Baxa continúa engendrando belleza. Habrá que regresar cada cierto tiempo para ver hasta dónde le llevan sus floraciones y sus ganas de crecer.