La belleza de la encina, el árbol que cautivó a Machado y sobrevivió a Filomena
Esta especie de hojas de colores verdosos apagados y cenicientos se puede encontrar en muchos campos de España. Se adapta muy bien al sol y puede hacer frente a temperaturas de -25°C, por lo que tiene una dureza al tacto evidente
La poesía de Antonio Machado (1875-1939) puede ser el mejor homenaje que se le dedique a un árbol totémico de la flora ibérica, una especie que jalona los campos españoles, sierras e incluso jardines con una fuerza excepcional: “El campo mismo se hizo árbol en ti, parda encina”. Y hay que ser extremadamente resistente para superar condiciones climáticas tan adversas como las que se viven en muchos lugares de España. La encina (Quercus ilex) puede con todo y sería junto a otras especies ...
La poesía de Antonio Machado (1875-1939) puede ser el mejor homenaje que se le dedique a un árbol totémico de la flora ibérica, una especie que jalona los campos españoles, sierras e incluso jardines con una fuerza excepcional: “El campo mismo se hizo árbol en ti, parda encina”. Y hay que ser extremadamente resistente para superar condiciones climáticas tan adversas como las que se viven en muchos lugares de España. La encina (Quercus ilex) puede con todo y sería junto a otras especies arbóreas una de las que mejor representan nuestra riqueza botánica.
El encinar es uno de nuestros principales bosques de las regiones secas, como nos recuerda el excepcional libro Los bosques ibéricos (Planeta, 2005), editado por Margarita Costa, Carlos Morla y Helios Sainz; siendo este, por cierto, un título imprescindible en cualquier biblioteca amante de las plantas.
La belleza de la encina es sobria y contenida, pero no por eso menos atractiva. Para empezar, tenemos sus hojas de colores verdosos apagados y cenicientos. Estas son un prodigio de adaptación a la solana que tendrán que resistir, y por ello tienen una dureza al tacto más que evidente. Habría que llamarlas, con propiedad, hojas esclerófilas, con esa textura tan robusta que hace que vivan varios años en sus ramas, hasta cuatro incluso, al tratarse de un árbol perenne. Al tener una cutícula tan gruesa, las hojas evitan la pérdida de humedad durante los meses en los que el agua será escasa o incluso inexistente. Su envés es de color plateado, debido a la presencia de un pelo corto, tomento, que también protege las estructuras por las que la planta realiza el intercambio de gases, los estomas.
Si el calor y la sequía no son un problema para las encinas, tampoco lo es el frío. Durante la bajada extrema de los termómetros que produjo la tormenta Filomena, sus tejidos no se vieron dañados por la helada, aunque sí que se vieron ramas rotas por la carga de nieve que tuvieron que soportar. De hecho, en la meseta castellana la encina puede hacer frente a temperaturas de -25°C.
En la península Ibérica contamos con dos subespecies de encinas. Quercus ilex subsp. ilex, con unas hojas más alargadas, estrechas y de mayor tamaño, así como de porte más grande que la otra subespecie, está presente principalmente en las costas cantábrica y mediterránea. En cambio Quercus ilex subsp. ballota se encuentra por toda la Península, aunque con preferencia por las zonas del interior. Esta última presenta unas hojas más pequeñas. Si bien la encina muestra muy habitualmente un dimorfismo en sus hojas. Esto es debido a que si crece en una zona donde hay ramoneo por parte de animales herbívoros las ramas bajas, más propensas a ser engullidas, se llenan de hojas con bordes aún más espinosos.
En cuanto a su floración, la encina suele presentar inflorescencias de ambos sexos en el mismo ejemplar. Los amentos, como se denominan botánicamente, son como pendientes colgantes de colores amarillentos que producen un efecto hermoso contra las hojas verdosas entre los meses de abril y mayo. Estas inflorescencias darán paso en el otoño al popular fruto del género Quercus, la bellota, con el que tantas personas han jugado en su infancia. Su caperuza, llamada cúpula, recubre la bellota y la une a la ramilla. De fácil germinación, las bellotas se han sembrado directamente en los terrenos que se querían reforestar, y es una actividad maravillosa para realizar en los colegios y en las familias. Como bien recoge el acervo popular: “Quien bellotas planta, con bosques se levanta”. Asimismo, son un manjar ansiado por el ganado, pero también por el ser humano, que apreciaba las más dulces para hacer harina con la que confeccionar el pan de bellotas. Con ellas también se han elaborado cremas, panes, pastas, tartas o incluso café.
De madera robusta y dura, la encina ha sufrido por ello podas sistemáticas para obtener uno de los mejores carbones que existen; incluso por esa dureza se llegaron a fabricar con su madera las ruedas de los tomasines, unos antiguos coches a motor, como indica el precioso y exhaustivo estudio sobre la encina realizado por el Grupo Riánsares Encina en el año 1998. Este árbol tiene raíces profundas, pero a la vez se ven acompañadas de un sistema radicular muy extendido y superficial, que le permite absorber con rapidez cualquier mínima precipitación de agua que ocurra. Además, estas raíces someras pueden producir una gran cantidad de retoños, dando a la encina su característica forma de carrasca o chaparra, con un porte que parece entonces más arbustivo que arbóreo.
Siempre firme, siempre igual, / impasible, casta y buena, / ¡oh tú, robusta y serena, / eterna encina ruralVersos de Antonio Machado
Todo en la encina es superbo, y aunque no alcance alturas elevadas sí que puede superar unos no desdeñables 25 metros. Lo que sí que llama la atención es su facilidad para convertirse en un árbol varias veces centenario, al ser una especie de crecimiento lento y pausado pero continuo, y España está cuajada de ejemplares singulares de encina en muchos pueblos y campos. Ligada a ella también podemos disfrutar de uno de los paisajes antrópicos más bellos: las dehesas. Se trata de un ecosistema de explotación que obtiene pastos para el ganado, leña y carbón, trufas o caza mediante el aclareo de los encinares.
Por desgracia, los encinares de la Península tienen que hacer frente a peligros como la horrenda seca de la encina, que ha llevado a la muerte a miles de ejemplares. Originada por una conjunción de factores, como el hongo Phytophthora cinnamoni o la sequía, que sigue siendo un motivo de preocupación en estos valiosos ecosistemas.
Por su belleza y utilidad, por su bagaje ligado a nuestra cultura y a nuestra historia, por su generosidad, mostremos nuestro respeto hacia este árbol paseando por un encinar, para leer la siempre emocionante poesía de Machado: “Siempre firme, siempre igual, / impasible, casta y buena, / ¡oh tú, robusta y serena, / eterna encina rural”.